Consiguen un anticonceptivo masculino de efecto reversible. Rejuvenecen las células de individuos de mediana edad. Una única inyección consigue eliminar el asma. El alzhéimer puede prevenirse con un alimento para la musculación.
Qué buenas noticias, ¿verdad? Yo pincharía en todas y creo que tú también, al menos en alguna de ellas. O no. Quizá no pincharías y sería peor, porque te creerías esos titulares sin abrir el contenido y comprobar que tienen trampa. Con toda probabilidad, la trampa se descubriría en el primero o el segundo párrafo, donde debería poner “en ratones”.
La relevancia de esas dos palabras, “en ratones”, es una de las cosas que aprendes rápido —o deberías— cuando te dedicas al periodismo de ciencia y salud. Debes distinguir aquellos anuncios de grandes hallazgos que son importantísimos para la vida de tus lectores… solo si tus lectores tienen bigotes y cola.
Hay un truco para conseguir clics, que consiste en olvidarte de añadir “en ratones” en el titular de la noticia. El efecto es espectacular. Una píldora masculina segura y eficaz con efecto reversible es breaking news para la salud reproductiva de millones de hombres y mujeres en todo el mundo; si le añades “en ratones” solo le afecta a Mickey Mouse y al público especialmente interesado por la investigación básica.
No mientes del todo, aunque tú sabes que en realidad estás mintiendo cuando relegas el pequeño detalle de los ratones al segundo párrafo porque con eso bastaría, ¿o no? La respuesta está en la película sobre periodistas Primera plana de Billy Wilder. En ella, Walter Matthau le pregunta a Jack Lemon dónde ha escrito el meollo de la noticia y este le responde “en el segundo párrafo”, a lo que su jefe le espeta “¿quién demonios leerá el segundo párrafo?”. Pues eso.
Que se declare el ámbito de aplicación de los avances biomédicos es una petición clásica en comunicación de la ciencia, hasta el punto de que existe una cuenta de X que lo reivindica con el nombre “just says in mice” y que tiene más de 70.000 seguidores —una cantidad que no está mal para un tema tan de nicho—. Echarle un vistazo ayuda a hacerse una idea de la frecuencia con la que los medios cometen este error. Con mucha sorna y sin escatimar en gifs, la cuenta recoge titulares sobre resultados de investigaciones a los que les falta decir que solo se han probado en animales. A veces, ni siquiera en animales, sino incluso en células sobre una placa Petri.
Parece un tema de nicho, pero no lo es. En los medios la gente se informa de temas relacionados con su salud sobre los que debe tomar decisiones, y por eso los titulares exagerados, que extralimitan el alcance de una terapia o que engañan sobre el estado de una investigación, son peligrosos. Muchos de los ensayos preclínicos —los que aún se están estudiando en animales de laboratorio— no derivan en ensayos clínicos —los que se hacen en personas—; y una ínfima minoría llega a convertirse en una terapia validada.
Tenemos datos nuevos: de los posibles tratamientos estudiados en animales, solo el 5% se acaba aprobando para su uso en humanos, es decir, solo el 5% da lugar a algo que se puede encontrar en una farmacia, según un nuevo estudio publicado esta semana en PLoS Biology. ¿Por qué esta tasa es tan baja? Como explica Lluís Montoliu al Science Media Centre, hay dos posibles explicaciones: o bien los requisitos para los ensayos clínicos son muy estrictos, o bien hay limitaciones en el diseño de los experimentos, que deberíamos intentar mejorar “para así incrementar el porcentaje de estudios con animales que llegan a confirmarse en seres humanos”.
En cualquier caso, ese pequeño 5% nos está diciendo que, cuando un titular sobre un éxito biomédico nos oculta que es en ratones, nos está engañando con una altísima probabilidad.
¿Quién tiene la responsabilidad? No solo los periodistas despistados o en busca del clic a toda costa. También los departamentos de comunicación de centros de investigación y de revistas científicas. Recuerdo un centro de investigación que emitía sus notas de prensa añadiendo “en modelo murino”, en lugar de decir claramente que su estudio estaba hecho en ratones. Las instituciones científicas también deben asumir su rol en este juego cuando, aun sabiendo que una investigación está en una fase muy básica, deciden lanzar notas de prensa que engorden la maquinaria informativa.
Sé cuál es la siguiente pregunta, porque yo también me la hago: ¿acaso no deberían comunicarse los resultados de la ciencia básica? Sí, claro que se debe contar la ciencia básica o fundamental. Es difícil contarla porque los medios nos empeñamos en saber para qué servirá y eso aún no puede saberse. Tenemos que hablar de la ciencia fundamental, pero no echar las campanas al vuelo con resultados en un estado aún preliminar que pueden confundir al público.