Educadoras infantiles migran a Alemania ante la precariedad en España: “Tenemos que irnos para tener un sueldo digno”

Tras graduarse de Magisterio de Infantil, Mónica empezó a preparar oposiciones a maestra de esta etapa educativa mientras compaginaba varios trabajos. Lo pasaba “bastante mal” y no veía el final cerca: con la situación actual de su profesión “podría tardar mucho” en conseguir “el trabajo y las condiciones” para llegar adonde quería verse, cuenta. Así que, cuando a su pareja, también maestro, se le acabó el contrato, migraron a Alemania. Como últimamente hacen muchas personas tituladas en Magisterio de Infantil o Técnico Superior en Educación Infantil, acudieron a una empresa que facilita los traslados al país centroeuropeo. Lo que en España es paro y precariedad allí es trabajo, mejores condiciones y una metodología diferente que seduce a más de uno.

Mónica y su pareja, Javier, llevan ya dos años en Múnich. Lo que más valoran de su nueva vida es la tranquilidad y que ahora puede hacer planes de futuro. “No tienes el problema de no llegar a fin de mes”, asegura. Con su salario, la pareja aprovecha para algo que en España ni se habrían planteado: viajar. El trabajo es otra fuente de satisfacción. Lo que más valora Mónica es la metodología basada en juego libre y proyectos. Javier, sentirse valorado: “Cuando llegas, te hacen saber que eres muy necesario y eso me hace trabajar más contento”, cuenta el madrileño.

En 2013, el gobierno alemán aprobó una ley que prometía una plaza gratuita en una escuela infantil para cada criatura. El circuito formativo del país, sin embargo, no estaba preparado para producir suficientes educadores.

Por ello, varias empresas facilitan el traslado de España a Alemania, además del gestionar el viaje o la escuela de destino, ofrece un curso intensivo de alemán, convalidación de los títulos, ayuda con el papeleo y seguimiento durante un año, explica Magdalena Uhländer, directora de comunicación de una de ellas, Helmeca.

De acuerdo con la experiencia de la compañía, acuden a ella mayoritariamente mujeres entre 24 y 35 años, sobre todo tituladas en el grado superior, aunque también de la carrera universitaria. Buscan unas condiciones dignas, un “salario que dé para vivir” y les atrae mucho la metodología que se usa en Alemania, basada en el juego libre, detalla Uhländer.

En España las maestras de Infantil ganan poco más que el salario mínimo, que puede subir hasta 1.400 para quien tenga el Magisterio de Infantil y mucha suerte. En Alemania, el sueldo medio de un educador supera los 3.000 euros brutos al mes. Además, la mayoría de las educadoras resaltan las ratios bajas o la metodología como factores diferenciales

Tres de las cinco profesionales de la educación infantil con las que ha hablado elDiario.es proceden de Madrid. En esta comunidad, donde no se han revertido los recortes en Educación de 2011, una persona con titulación de grado superior que trabaje en las escuelas de 0 a 3 años cobra 10 euros más que el salario mínimo. Si es graduada de Magisterio de Infantil podrá llegar a los 1.400 euros mensuales. En Alemania, el sueldo medio de un educador de infantil —no existen figuras diferenciadas de técnico y maestro— supera los 3.000 euros brutos al mes, aunque depende del Länder (estado). Más allá de la tranquilidad que da esa cifra, la mayoría de las educadoras resaltan las ratios bajas o la metodología de aprender a través del juego como lo que más les gusta de su trabajo.

Preparando las maletas

Aunque no hay cifras oficiales del éxodo, solo los datos de Helmeca cuentan más de mil educadoras y educadores con origen español trabajando en Alemania desde 2012. La compañía hispanoalemana calcula que se deberán cubrir 308.800 vacantes en los próximos cinco años.

Una persona titulada en Magisterio de Infantil o en el grado superior de Educación Infantil que quiera viajar al país centroeuropeo no tiene que someterse a un proceso difícil, aunque sí largo. Las empresas ayudan a confirmar sus títulos y suelen invitar a los potenciales migrantes a sesiones informativas. El proceso de selección, que dura unos dos meses, termina con una entrevista para que la compañía conozca a la educadora o educador. A partir de ahí comienzan los seis meses del curso intensivo de alemán, pensado para que las personas candidatas alcancen el B2 de la lengua germánica que exige el Estado federal.

No todo termina al coger el avión. La capacitación en educación infantil alemana es una Formación Profesional (FP) dual donde el 80% de las horas son prácticas en escuelas. Para reconocer la titulación, las personas recién migradas deben alcanzar ese tiempo, así que las compañías las contratan durante un año en escuelas infantiles con las que tienen convenio. Una vez conseguido ese requisito, son educadores de pleno derecho a ojos del Estado. Eso sí, no cualquier titulado español podría trabajar en toda Alemania; algunos Länder no reconocen el certificado del grado superior en Educación Infantil.

Ratios y horas

El cambio de país no fue tan drástico como Javier lo esperaba. Se echa de menos a la familia, las costumbres y los horarios, admite, pero llegaba con su pareja y recibieron mucho apoyo. Tampoco lo pasó “tan mal” Leticia, que llegó a Múnich desde un pueblo de Navarra hace un año. Pudo “hacer piña” con el grupo de recién llegadas, que además se conocían del curso intensivo de seis meses de alemán que ofrece la empresa antes de partir. “Y además hacía muy buena temperatura”, recuerda.

La navarra es técnica superior de Educación Infantil. Ha pasado de vivir con sus padres a hacerlo sola en el centro de Múnich y cerca del trabajo. Allí, lo que más aprecia son las ratios: “Igual somos 13 niños y cinco educadoras”, asegura. Como sus compañeras, alaba la metodología alemana de juego libre, que consigue que “el niño sea autónomo desde pequeño”. Pero le duele tener que ejercer lejos de su país: “Es una pena que España no valore nuestra profesión y tengamos que irnos fuera para independizarnos y tener un sueldo digno”, denuncia. Y compara la situación: la oposición en España, para la cual puede que no saques plaza, frente al contrato indefinido tras seis meses de prueba que suelen ofrecer en Alemania.

La carga lectiva —número de horas en clase del total de horas trabajadas— es una de las reivindicaciones básicas en Educación en España. Actualmente, quienes peor lo tienen son las profesoras de 0 a 3 años, cuyas horas lectivas se sitúan entre 32 y 39. En Alemania la situación no es muy diferente: las entrevistadas reportan entre dos y cinco horas para preparar la clase dentro de su jornada laboral, que es de 39 horas. La única que las ve insuficientes es Leticia, pero asegura que sus horas “se respetan”. “Si tienes que trabajar más son horas extra y o las recuperas o las cobras”, asegura. La educadora afirma que nunca le pusieron ningún problema por pedir más margen para preparar las clases: “En mi anterior escuela me decían ‘¿Necesitas más tiempo? Toma más tiempo’”.

Migrar enseguida o a regañadientes

Al igual que Leticia, varias educadoras resaltan la facilidad con la que conseguían que la dirección de los centros les aprobasen proyectos. Una de ellas es María, que con 22 años cogió el vuelo Madrid-Frankfurt y no se plantea volver “por ahora”. “Lo que más me gusta de mi trabajo es que aquí se me escucha. Digo ‘los niños se interesan por esto’; me responden ‘lo hacemos’”. En un principio, la falta de currículum le saturaba, cuenta, pero ahora ha abrazado la proactividad.

La madrileña no buscó trabajo en España antes de irse a Alemania. Estudió el último año de carrera en el extranjero y quería conocer mundo, así que nada más graduarse empezó a cribar los portales de empleo en busca de oportunidades fuera de España. A pesar de que su motivación para ir al país teutón era principalmente conocer otras culturas y aprender idiomas, considera que la situación en su ciudad natal era complicada: “Con 21 años no quería opositar porque no sabía lo que quería”, dice en referencia a la opción de la educación pública. Sobre la concertada, todas las ofertas que encontró y lo que le contaba la gente de su entorno eran contratos de poca duración para sustituciones donde además se demandaba experiencia previa. Tras dos años en Frankfurt, María asegura tener la vida con la que soñaba cuando era pequeña: pasa mucho tiempo con sus amigas, hace deporte y viaja cuando puede.

Quien sí trató de opositar antes de dar por imposible su carrera laboral en España fue Gloria. Lo hizo nada más terminar la carrera y en ello invirtió cinco años de su vida. Descontenta, le preguntó a un excompañero de la universidad que ya trabajaba en Alemania: llevaba dos años y estaba encantado. Hizo balance: a sus casi 30 años, vivía con su madre y sentía que no tenía “ningún tipo de futuro”. Se decantó por mudarse de Almería a Alemania. Su llegada fue un poco dura, pero “nada que no se vaya superando. ”No te sientes tan sola porque vienes con gente que ya conoces de los seis meses del intensivo“, asegura.