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Los héroes españoles que lucharon contra el nazismo ya no tienen quien cuente su historia

“Soy un hombre sencillo, no tengo pretensión de notoriedad, pero en las calles de Annecy el prefecto se para a saludarme y los vecinos me tienen como a una personalidad que representa a la resistencia española”. Estas sinceras palabras corresponden a Miguel Vera, un malagueño de Nerja que, con solo 11 años, se exilió junto a su madre a la capital del departamento francés de Alta Saboya en 1948. En Annecy aguardaba Miguel Vera padre, héroe de la resistencia española que había liderado la lucha antifascista junto a los franceses, con una estrategia clave para convertir la Alta Saboya en la primera región del país galo en liberarse del yugo nazi en 1944, un año antes del final definitivo de la II Guerra Mundial.

Durante décadas, los últimos de aquellos resistentes —hoy todos fallecidos— y sus familias han salvaguardado el recuerdo de los republicanos que tuvieron que abandonar España al finalizar la Guerra Civil y que, ya en Francia, soportaron durísimas condiciones de vida y se vieron obligados a combatir a un nuevo enemigo, la Alemania nazi. Tanto en Annecy como en el resto de la región alpina, han participado en numerosos actos de homenaje, dando voz a la gesta de sus familiares.

A los 87 años, Miguel Vera hijo continúa con la labor registrada en los estatutos de la asociación Amicale de la Résistance Espagnole, creada en 1968, que consiste en “preservar la memoria de quienes lucharon por la libertad y transmitirla a los jóvenes”. El primero objetivo se ha cumplido, pero el malagueño lamenta no tener opciones de hacer calar el segundo con mayor fuerza: “Los hijos de los resistentes son de mi edad o incluso mayores, mientras que los jóvenes han perdido el afán por difundir lo que hicieron sus antepasados”, reconoce. 

En tanto llega (o no) ese relevo, Miguel Vera sigue a lo suyo con la misma pasión: mantener vivo el espíritu de los luchadores españoles, narrando la vida del héroe que mejor conoce. “Mi padre siempre luchó por mejorar las duras condiciones laborales de los trabajadores. No podía soportar que un obrero que cogía un saco de carbón por necesidad fuera denunciado a la Guardia Civil, que le requisaba y destrozaba la mercancía y la emprendía a bofetadas con él”, relata Miguel Vera hijo desde su casa en Annecy. Aquella defensa de los trabajadores en tiempos oscuros lo enemistó con el terrateniente que reclutaba a los operarios en condiciones indignas, el marqués de Larios. Esta circunstancia, unida al estallido de la Guerra Civil, le obligaría a dejar su tierra. 

Un calvario tras la Guerra Civil

“Cuando Franco entró en Madrid, en marzo de 1939, mi padre se encontraba en Puertollano. Cada día, las camionetas iban recogiendo a los denunciados y los fusilaban. Él sabía que acabaría tocándole, así que huyó hacia los Pirineos, pero las abundantes lluvias que cayeron durante una semana hicieron que tardara más de 15 días en cruzar la frontera hacia Francia”. Finalmente, lo consiguió a mediados del mes de abril de 1939. Y cuando creyó encontrarse a salvo se presentó a la policía francesa. Lo que ignoraba entonces era que le aguardaba un nuevo calvario: la reclusión en los campos de concentración de Argèles-sur-Mer y Saint-Cyprien junto a decenas de miles de compatriotas. 

En vísperas de la ocupación nazi, Francia creó las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE), destinadas a realizar los trabajos más duros, desde la reparación de carreteras a la construcción de fortificaciones. El malagueño Miguel Vera acabó entrando en una de estas formaciones, dedicada a la fabricación de carbón, que entonces se utilizaba como combustible para vehículos, sustituyendo a la gasolina. Al fin y al cabo, fue un golpe de fortuna.

Mi padre consiguió hacerse con las llaves de las oficinas de los oficiales franceses, que recibían las cartas con la identidad de las personas que serían deportadas; así podían alertarlas y facilitar su huida

“Era mejor quedarse en esta compañía que acudir a reforzar la Línea Maginot (una muralla construida por Francia para prevenir ataques de Alemania e Italia), cuyos trabajadores cayeron prisioneros de los alemanes tras su ataque relámpago”, reflexiona Miguel Vera hijo. Se refiere al inicio de la Ocupación francesa, en junio de 1940, y al trágico final de aquellos operarios, muchos de ellos exiliados republicanos. A unos 8.000 les aguardaba la pesadilla de Mauthausen, el “campo de los españoles”, y a más de la mitad de estos, cerca de 5.000, la muerte, en el infierno de Gusen. 

Maquis en la resistencia

Dos años más tarde (1942), Alemania creó el Servicio de Trabajo Obligatorio (STO), ante la necesidad de proveer a las fábricas germanas de trabajadores procedentes de los países ocupados. Esta circunstancia suponía un enorme riesgo de deportación que los españoles querían evitar a toda costa. La Alta Saboya, una región de montaña limítrofe con Suiza, se convertiría en un emplazamiento idóneo para organizar la resistencia.

Desde Annecy, Miguel Vera comenzó a organizar un movimiento que permitía luchar contra el reclutamiento forzoso hacia Alemania, lo que lo convirtió en uno de los principales cabecillas de los grupos de guerrilleros republicanos, los célebres maquis. “Mi padre consiguió hacerse con las llaves de las oficinas de los oficiales franceses, que recibían desde Vichy (capital de la zona colaboracionista, en el sur francés) las cartas con la identidad de las personas que serían deportadas; es así como podían alertarlas y facilitar su huida”, detalla el hijo del exiliado republicano.

La organización y eficacia de los maquis españoles comenzó a causar admiración entre los franceses, quienes valoraban de los republicanos su experiencia en la guerra civil española y su capacidad para sobrevivir al franquismo. En 1943, Miguel Vera, ya como jefe de los guerrilleros españoles en la zona de los Alpes, contactó con Tom Morel, miembro del Estado Mayor de la Resistencia en la Alta Saboya, y decidieron trabajar de forma conjunta contra la Alemania nazi, el enemigo común.

Las armas obtenidas en Plateau de Glières permitieron que la Alta Saboya se independizara por sus propios medios el 19 de agosto de 1944, mientras que el resto de departamentos franceses fueron liberados por los aliados. Ahí el papel principal fue español

La confianza en los españoles era tal, que cuando en 1944 Reino Unido decidió suministrar armamento a la resistencia francesa lanzándolo a través de sus aviones en las montañas de los Alpes, la defensa de uno de los emplazamientos más complicados, el Plateau de Glières, fue encomendada a un grupo con fuerte presencia española: allí Miguel Vera estaba al mando de 56 compatriotas.

La derrota inicial frente a los alemanes que querían impedir la recepción de los envíos—saldada con numerosas muertes— fue interpretada como una “victoria moral” que, finalmente, posibilitó que la Alta Saboya se convirtiera en la primera región francesa liberada de la Ocupación nazi, meses antes de la expulsión completa de los invasores.

“Las armas obtenidas en el Plateau de Glières permitieron que la Alta Saboya se independizara por sus propios medios el 19 de agosto de 1944, mientras que el resto de departamentos franceses fueron liberados por los aliados (una maniobra que terminó el 8 de mayo de 1945). Ahí el papel principal fue español”.

Miguel Vera hijo no deja de insistir tanto en la decisiva intervención de los republicanos, como en el reconocimiento de los franceses a esta contribución capital. “No hay un aniversario sobre la liberación de la guerra o de los campos de concentración nazis donde no estemos invitados por las autoridades”, asevera, todavía hoy, después de decenas de actos, un tanto emocionado.

Un recuerdo muy especial

Los actos públicos de reconocimiento no se quedaron solo en eso. De la gesta republicana, de su lucha antifascista en Europa tras la derrota frente a Franco, debía quedar una sustancia material. La Alta Saboya está sembrada de monumentos que lo recuerdan. Pero hubo un recuerdo labrado en piedra muy especial. “El alcalde de Annecy tomó la decisión de homenajear a los españoles por su papel en la resistencia y en la liberación de Francia a través de las Fuerzas Francesas de Interior (FFI), para conseguir la liberación total”, relata Miguel Vera. En 1946, el representante de Annecy comenzó a colaborar con su padre para reservar un terreno en la ciudad donde poder situar un futuro monumento. 

El ayuntamiento decidió abrir una suscripción popular para costear la obra, una recaudación que se suspendió tras aparecer en escena un empresario español al que Miguel Vera padre había ayudado a sostener su empresa durante los difíciles años de la Ocupación. José Calviño no solo se ofreció a financiar íntegramente la escultura, sino que su residencia en París fue clave a la hora de elegir el artista que pondría su firma al monumento. Calviño sugirió a los promotores del homenaje la participación del artista Baltasar Lobo, otro republicano exiliado en París y estrechamente ligado a Pablo Picasso. El zamorano Baltasar Lobo tallaría una obra de estilo vanguardista en su taller parisino, con la condición de viajar a Annecy para realizar, en persona, la inscripción sobre el pedestal, fabricado en piedra del lugar: “A los españoles muertos por la libertad en las filas del ejército francés de la Resistencia”, fue el texto estampado por el propio Lobo.

La custodia del monumento de Annecy, del que Miguel Vera destaca su originalidad —“es el único cuyo protagonista no es un soldado”, señala—, se convirtió desde su inauguración en 1952 en una de las funciones asumidas por los republicanos supervivientes y sus herederos. Pese a todo, ocho décadas más tarde de aquella gesta con sangre española, la extrema derecha que puso en jaque a todo el planeta resurge en la actual Unión Europea. Sin embargo, sea por su dilatada experiencia o por los valores que le inculcó su padre, Miguel Vera ni se inmuta al hablar sobre el futuro inmediato: “Aquí en Francia, aunque la popularidad de Macron ha caído, no hay riesgo de que la ultraderecha acceda al Gobierno; los partidos moderados gobernarán después de Macron”, pronostica, mientras repasa la documentación legada por su padre, cuya hazaña y la del resto de republicanos españoles frente al fascismo precisa de relevo, un relevo que aún no ha llegado.