Las lluvias de récord en marzo y abril son incapaces de sacar al país de las alertas por escasez de agua

Raúl Rejón

30 de mayo de 2022 22:11 h

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Las lluvias, en muchas zonas de récord, en marzo y abril han sido incapaces de apagar las múltiples alertas por escasez de agua para satisfacer la alta demanda instalada en España.

Las precipitaciones combinadas de ambos meses en la península han estado un 155% por encima de la media histórica, según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Pero unas reservas exprimidas combinadas con un otoño e invierno secos han hecho imposible que el sistema se recuperara. La tercera semana de mayo estaba a la mitad de su capacidad, 13 puntos inferior al promedio de los últimos cinco años.

Ya en la primera semana de mayo cambió la tendencia: las reservas marcaron un pico y comenzaron a descender –muy lentamente, eso sí–. En esta coyuntura han llegado las altas temperaturas, adelantadas, al tiempo que se disparará la demanda de agua para la agricultura. Una de las principales amenazas constatadas del cambio climático en España es la irregularidad de las lluvias y disminución del agua disponible. A eso se le añade el recalentamiento que eleva las temperatura media y aumenta las olas de calor severo.

“El agua es la primera víctima de la crisis climática”, analizan en la Comisión Global de la Economía del Agua creada la semana pasada en la OCDE. “Las sequías, las inundaciones y la escasez empeorarán si no hay respuestas urgentes debido al cambio climático”.

Semáforo de ámbar a rojo en la mitad del territorio

Así que, cuando el país se adentra en la época de las altas temperaturas y el estiaje fluvial, es decir, camina hacia la máxima demanda de agua, la mitad del territorio aproximadamente permanece en diferentes grados de alerta.

Casi toda la cuenca del Guadalquivir mantiene la declaración de alerta o emergencia por escasez. No por sequía meteorológica, ya que, por ejemplo, las precipitaciones en abril fueron un 25% superiores a la media, lo que hizo remontar los datos de lluvia del curso hidrológico.

También en Andalucía, la cuenca Guadalete-Barbate está casi toda en prealerta o alerta. La demarcación Cuencas Mediterráneas Andaluzas –que va desde Gibraltar a Almería– tiene problemas graves (nivel de emergencia) en la Axarquía malagueña (donde se ha multiplicado el cultivo de variedades tropicales muy demandantes de agua) y el Levante de Almería.

Una situación similar a la del Guadalquivir atraviesa la cuenca de otro de los grandes ríos atlánticos de la península ibérica: el Guadiana. A pesar de que más del 90% de su territorio está libre de sequía en cuanto a precipitaciones, 16 de sus 21 territorios presentan problemas de escasez, según el último informe de situación de la Confederación: cinco están en emergencia, cuatro en alerta y el resto en prealerta.

En la cuenca del Segura, también en el sureste, una primavera de récord en cuanto a lluvias no ha bastado para que la demarcación entera esté en una situación de normalidad. Las precipitaciones de marzo y abril han sido las más copiosas en 62 años, según la Aemet, pero la mitad de la demarcación está todavía en prealerta.

Los fenómenos extremos relacionados con el agua son cada vez más intensos y frecuentes, lo que, combinado con el rápido crecimiento de las demandas sobre el suministro, hace que las políticas actuales hayan quedado obsoletas

¿El norte se salva? No enteramente. Toda Galicia-costa está en prelaerta. En la demarcación Miño-Sil, que sí tiene problemas de lluvias, más de la mitad tiene algún grado de escasez. En la vertiente noreste, más de las tres cuartes partes de la Cuencas Internas de Catalunya presentan prealerta o alerta.

Completa la panorámica el sistema del trasvase Tajo-Segura, que este mes ha entrado en situación de excepcionalidad, el nivel 3 de cuatro, que ya no permite bombeos automáticos sino que hay que autorizarlos mes a mes revisando la coyuntura.

Más calor, reservas disminuidas y más sed

Así que en España se dibuja un imagen de menos agua disponible, más calor y más sed. Las confederaciones hidrográficas que gestionan los recursos hídricos han decidido en sus comisiones de desembalse cuánto líquido podrán dedicar este verano al principal consumo hídrico: el riego. En el Guadalquivir, por ejemplo, han debido rebajar el agua disponible un 70% por hectárea respecto de los permisos teóricos.

“Estamos cambiando rápidamente el ciclo hidrológico debido a la crisis climática y la degradación de los ecosistemas”, ha explicado Johan Rockström, director adjunto del Instituto Potsdam para el estudio de los impactos del cambio climático. “Los fenómenos extremos relacionados con el agua son cada vez más intensos y frecuentes, lo que, combinado con el rápido crecimiento de las demandas sobre el suministro, hace que las políticas actuales hayan quedado obsoletas”.

En este sentido, el secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, sostiene que “o anticipamos las medidas de adaptación al cambio climático o el cambio climático nos dejará sin tiempo para adaptarnos. O redimensionamos el regadío o no tendremos agua para regar”.

Porque este verano la cantidad de líquido disponible, en términos generales, está bastante por debajo de lo habitual en muchas zonas que ahora prevén abrir las compuertas para regar. A eso se le une que, a mayor calor, los cultivos reclaman mayor consumo. Un estudio del Instituto de Políticas Públicas de California de abril de 2022 ha calculado cuánto más: “Estimamos que con temperaturas unos dos grados centígrados por encima de la media del siglo XX, la demanda de agua de los cultivos ha aumentado un 8%”.

En ese sentido, y para corroborar las conclusiones de los estadounidenses, durante la ola de calor en España de agosto de 2018, la comunidad de regantes Alto Aragón calculó que su demanda creció un 15% en siete días de temperaturas inusualmente altas. La Agencia Europea de Medio Ambiente ya ha advertido desde hace años de que la demanda de agua de los cultivos ha aumentado “debido al cambio climático”, lo que conlleva “un mayor déficit hídrico” en “grandes aéreas del este y el sur de Europa”. “España presenta la mayor necesidad neta de agua para el riego de la Unión Europea”, concluía.