Los problemas de salud que causa el calor empiezan por no poder dormir

Las muertes por golpe de calor son la consecuencia más fulminante de las olas de altas temperaturas como la que vive España esta semana. Sin embargo, apenas suponen el 2% del total de fallecimientos que se producen cuando el mercurio sube. Se trata de casos muy graves pero contados. Lo que hay por debajo en esa pirámide imaginaria de impactos sobre la salud es mucho más invisible y, en ocasiones, difícil de medir.

“Todo aquello que no nos lleva al hospital o no es enfermedad aguda pasa desapercibido. Por ejemplo, llevar una semana sin pegar ojo probablemente no te lleve a urgencias pero implica que tu organismo está teniendo una respuesta inadecuada”, dimensiona Javier Camiña, neurólogo y vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

Cuando el cuerpo está luchando para estabilizar su temperatura –a través del sudor fundamentalmente, que activa otras muchas funciones–, otras tareas quedan más comprometidas. Una, quizá la más básica y universal, es el sueño: se interrumpe más, cuesta conciliarlo y es menos reparador. El resultado es que estamos más irritables, más impulsivos y más estresados. “Es un problema que puede desembocar en otros. Aumenta el riesgo de dolores de cabeza, de confusión y desorientación”, añade Camiña.

“Ese disconfort que tenemos después de una noche toledana sin descanso se nota, pero todavía a los científicos nos cuesta demostrar eso porque, a no ser de que sigamos a las personas durante años, solo nos podemos valer de indicadores de salud como los ingresos hospitalarios y la mortalidad”, explica Julio Díaz, investigador del Instituto de Salud Carlos III y uno de los mayores especialistas en el estudio de la mortalidad asociada al calor.

El científico compara el funcionamiento del cuerpo ante el calor con un botijo. “Para bajar la temperatura necesitamos sudar y el mecanismo es el mismo que el del botijo: con la transpiración hacemos que las moléculas con más temperatura (más energía) pasen al ambiente y se quedan en nuestra piel las de menos”.

Qué pasa cuando sudamos

Pero sudar tiene mucho más impacto para algunas personas que para otras porque exige poner el cuerpo a trabajar en la tarea. Se multiplica la cantidad de sangre que circula para que la evaporación sea la máxima posible. Eso eleva el ritmo cardiaco, así que si hay un problema cardiovascular, puede haber una deficiencia. A más ritmo, más tensión arterial también. “O si la dolencia es respiratoria también puede verse afectada porque tu corazón se activa más”, desgrana Díaz. A las enfermedades renales tampoco les viene nada bien el calor porque hay más riesgo de deshidratación. Tampoco a las neurológicas, añade el experto, como el párkinson o el alzhéimer, que inhiben la sensación de sed.

Nadie es invulnerable al calor, pero en las personas que ya tienen alguna patología –habitualmente las más mayores– se concentra la mayor afectación. Investigadores del Instituto de Salud Global de Barcelona diseccionaron 11 millones de admisiones en urgencias en 48 provincias españolas entre 2006 y 2019 para poner sobre el papel qué enfermedades son las que acusan más el calor. En primer lugar están los trastornos metabólicos y relacionados con la obesidad (subieron casi un 98%, es decir, se duplicaron); y detrás la insuficiencia renal (77,7%), la infección de tracto urinario (74,6%) o la sepsis (54,3%).

“Los mecanismos por los que el calor genera efectos perjudiciales en la salud parecen estar todos relacionados con que el cuerpo no es capaz de termorregularse y eso repercute en algunos sistemas, dependiendo de factores como la edad o las condiciones de salud que hay antes”, indica Hicham Achebak uno de los responsables del estudio. “Cada vez se está estudiando más porque vamos a un escenario de subida de grados por el cambio climático, pero todavía hay relaciones entre la exposición a la temperatura ambiental y la salud que no se han descifrado”, añade.

El científico habla también de “efectos indirectos” del calor que terminan repercutiendo en los ingresos: “Se organizan más fiestas al aire libre, reuniones donde se bebe alcohol normalmente. Así que las urgencias por consumo de sustancias repuntan”, describe. Otro ejemplo son los ahogamientos. Al hacer más calor, las personas se bañan más y hay más probabilidad de que ocurra un suceso de este tipo.

Cada vez se está estudiando más porque vamos a un escenario de subida de grados por el cambio climático, pero todavía hay relaciones entre la exposición a la temperatura ambiental y la salud que no se han descifrado

Según el estudio MoMo, en España 3.000 muertes en 2023 se asocian al efecto de las altas temperaturas. “Aquí está el meollo del asunto, lo que hay que entender, aunque en su certificado de defunción no pongan que fallecieron por calor”, resume Díaz. Siguiendo la analogía de la pirámide, este grupo numeroso se situaría en la zona central. “Es donde tenemos más margen para actuar porque hay mucha gente vulnerable que se muere por esto y se podría evitar”, afirmaba el responsable de Salud y Cambio Climático del Ministerio de Sanidad, Héctor Tejero, en una entrevista con elDiario.es la semana pasada.

A la hora de afrontar el calor, el estado basal de salud es fundamental pero también las condiciones de vida, remarcan los expertos. “No es lo mismo vivir en un chalé con piscina de 250 metros cuadrados y aire acondicionado que en una habitación con un ventanuco y cuatro personas. El mayor impacto se produce en las zonas más pobres”, indica Díaz, que hace unos años realizó un estudio que medía precisamente esas diferencias en los distritos de Madrid. La variable de tener climatización, continúa, no es tan significativa como tener dinero para ponerla en marcha.

De vuelta a la pirámide, en la base está la mayoría de personas sanas (y jóvenes, por lo general). El calor compromete el bienestar aunque no suele haber riesgo para la vida. “Afecta al estado de ánimo y al rendimiento porque estamos funcionando en condiciones que no son óptimas. Es como un piloto que se activa en nuestro cuerpo que repercute en el bienestar”, sostiene el neurólogo Javier Camiña.

En el caso del cerebro, los estudios dicen que por encima de 24 grados ya hay una afectación en la velocidad para hacer tareas o rendir en exámenes. “Es una temperatura que las personas incluso no percibimos como desagradable, pero el cerebro es un órgano que necesita las mejores condiciones posibles y su margen de bienestar es muy estrecho. Cuando no las tiene, prioriza las funciones más básicas sobre otras”, ilustra el médico.

En las últimas 24 horas, 36 provincias de España han registrado una temperatura mucho más alta de lo habitual para el mes de julio. Las noches tampoco dan tregua: son tropicales –superiores a 20 grados– en muchos territorios.