
Paapa Essiedu y Alan Rickman.
Buenas razones (narrativas) por las que no tiene sentido que Snape sea negro en el remake de Harry Potter
Están ganando los gilipollas que todos llevamos dentro. Triunfó nuestra parte más flácida cerebralmente. Más literal. Aquella que se niega a hacer esfuerzos por comprender.
RTVE va a poner un rótulo para advertirnos de que Cine de barrio emite películas que no son del tiempo presente y que debemos contextualizarlas. Anagrama extingue el contrato de El odio de Luisgé Martín, su libro sobre Bretón. Están ganando los gilipollas. Los gilipollas que todos llevamos dentro.
Triunfó nuestra parte más flácida cerebralmente. Más lerda. Más timorata. Más literal. Aquella que se niega a hacer esfuerzos por comprender. Todo se ha llenado de carteles sobreexplicativos, de disculpas preventivas y de flechas luminosas que nos marcan el camino recto.
La cultura es paternalista y es débil y nos la dan de comer en papilla, como a los recién nacidos. No se nos presupone una dentadura crítica para expurgar o asimilar. Esto es lo que hay, está regulado, está institucionalizado, ya ha sido decidido sin ti, está ordenado por los mercados. Trágatelo. Trágatelo.
Hay muchos espacios en la vida donde es conveniente la amabilidad, pero, desde luego, la cultura no es ese espacio. La cultura se ensancha en la pelea. Una cultura amable es una cultura muerta.
Extraño el barro y los jardines.
Extraño discutir.

Alan Rickman, como Severus Snape
Lo último ha sido leer que Snape, mi personaje favorito de Harry Potter, va a ser interpretado por Paapa Essiedu, actor británico de origen ghanés, en el remake de la saga para HBO. Veamos:
1. Lo esencial es que estoy en contra de los remakes. Y lo estoy por la misma razón por la que estoy en contra de volver con un ex: porque es una cutrez que denota pereza afectiva e intelectual.
Es la asunción del fracaso de nuestra vida, de nuestro inmovilismo. Tenemos la cultura que creemos merecer igual que tenemos el amor que creemos que merecemos. Es tan mórbida la nostalgia. Con este tipo de decisiones escuálidas y vagas reconocemos que estamos agotados creativa y sexualmente. Que somos reaccionarios. Que lo mejor ya fue.
Sólo hay algo más enfermizamente capitalista que la glotonería y el estrés de estar atento a la sucesión de productos infinitos (o a la sucesión de nuevos cuerpos, por seguir con la analogía romántica): que nos den siempre el mismo perro pero con un nuevo nombre o collar.
Es mierda reciclada hasta la náusea. Es el mercado más tramposo y triste. Me niego a comer de mi propia basura mental y a volver a hacer ricos a otros con ella.
En Harry Potter ya había personajes negros: es cierto que no en primera plana. ¿Por qué no emplean esta energía en crear nuevas ficciones emblemáticas con protagonistas originalmente racializados? Es así como se construye un marco verdaderamente plural. Con historias nuevas. Con conflictos nuevos. Con héroes nuevos. Las personas negras tienen el derecho a verse representadas en el audiovisual con entidad propia y genuina, sin vivir de las migajas de los blancos.
Las personas negras necesitan la creación de papeles, no su cesión. Claro que para eso hace falta algo muy serio y escaso: imaginación y dinero.
2. La cara y la historia son indisolubles. Esto es de primero de configuración afectiva: si te piden amar ahora a tu madre con una cara y un cuerpo nuevo, por mucho que te insistiesen en que es ella, la de siempre, en que si la buscas por dentro la encontrarás, sentirías que la has perdido para siempre. Uno ha colocado en un fenotipo concreto una biografía común: un relato que es nuestro. Tú eres quien vivió eso conmigo y nunca nadie podrá sustituirte.
La memoria es un don muy exigente no apto para tibios, ensimismados ni inconsistentes.
No quiero a otro que no sea Morgan Freeman haciendo de Ellis Boyd 'Red' en Cadena Perpetua. No quiero a otra que no sea Whoopi Goldberg haciendo de Oda Mae Brown en Ghost. No quiero a otro que no sea Samuel L. Jackson haciendo de Jules Winnfield en Pulp Fiction y recitándome un versículo inventado de la biblia.
Y, por supuesto, no quiero a nadie que no sea al difunto y extraordinario Alan Rickman haciendo de Snape en Harry Potter. No es que no quiera a un actor negro: tampoco quiero a otro blanco con aura sospechosa. No quiero a nadie más que a él, para siempre, en mi tejido memorialístico y sentimental. Amo la cara que amé incrustada en la historia que amé y eso es innegociable. Aquí no caben ejercicios de fe.
3. No es sólo que en los libros se describa a Snape con "tez pálida y amarillenta", con "cabello negro y grasiento, nariz aguileña y dientes amarillos desiguales". No es una cuestión étnica (porque la raza de Snape no estaba definida en la narración): es una cuestión de la naturaleza particular de este personaje.
El espíritu es una cosa que, por lo que sea, siempre acaba asomando en la cara. Acaba dejando huella en ella.
Esto es, ante todo, un pésimo trabajo de cásting.
Paapa Essiedu es demasiado hermoso y joven. Demasiado sensual. Tiene unos labios extremadamente besables. Tiene ternura en el gesto. Tiene amabilidad de fondo. Quieres vivir con él, tenerlo siempre al lado, mirarle a la cara, ensimismarte en su belleza. No está podrido. No está roto. No está cansado. No es meditabundo. No tiene las dobleces de Rickman. No tiene su rictus de desprecio. No resulta sospechoso. Despierta más confianza, más deseo, más viveza. Tiene candor.
Su rostro es de ganador. El de Snape, el antagónico: es el rostro de un derrotado.
Snape era un marginado. Era feo, hostil, antipático, oscuro, ambiguo, impopular. Daba la sensación de que no olía a limpio. Era alguien sin candor, sin estrella. Sin amigos, sin aduladores. Gélido, cínico, irónico, obsesivo, brillante, déspota. Cerrado al amor y al sexo.
Era un soldado. Un infiltrado. Alguien que no vive su propia vida, sino que se encomienda a una promesa más grande que él mismo, a una lealtad más larga que el tiempo.
Para mí, y sin ninguna duda, es el personaje más interesante de la saga, más importante, más vertebrador. Harry Potter sólo vive porque Snape existió para protegerle: porque amó a su madre más allá de la muerte (con patronus de cierva plateada incluido), porque trató de insonorizarse del bullying que le hizo el idiota engreído de James Potter.
Me pregunto si el hecho de que un actor negro vaya a hacer de Snape afecta al relato: ¿le marginan de adolescente en Hogwarts por sus rarezas, por su carácter inteligente y reservado, altivo a su distante manera, niño friki de alquimias insólitas, o por su color de piel? ¿Quizá todo a la vez? ¿Confunde eso al espectador? ¿Le hace pensar en opresiones que no existen en un mundo mágico... o sí?
Es cierto que no recuerdo en la saga alusiones al racismo clásico, al referido a la pigmentación. Hay otro tipo de jerarquías dependiendo de la condición nativa de la criatura: ser mago parece el escalafón más alto, los centauros son cuestionados (pienso en Firenze), los elfos son esclavos.
También es cierto que en los puestos de poder del mundo mágico (institucionales o de prestigio) no hay personas racializadas (lo que ya denota cierta marginación), y que, en los libros, el mundo muggle y el hechizado son colindantes y se afectan mutuamente entre sí. Lo que se hace en uno tiene un efecto en el otro, aunque sus legislaciones sean diferentes. ¿El racismo del mundo real se trapasa, inevitablemente, al mágico? ¿Lo gotea? Yo creo que sí.
¿Cómo es posible que Snape fuera negro y perteneciese a la casa de Slytherin, la más xenófoba de todas, la más engolosinada con la pureza blanca, con la sangre acuosa y con el pársel, chalados auténticos de las serpientes y de la hegemonía cultural aria? Aunque parece que su enemigo a abatir son los muggles, no hay ningún personaje racializado en Slytherin en siete libros: esto es un dato relevante.
Y, por otra parte, ¿cómo elegiría este nuevo Snape negro ser mortífago siguiendo a un líder como Voldemort, un verdadero nazi de lo suyo? ¿Es Snape Bertrand Ndongo: un masoquista? Jajá. Le hacía más listo.
Qué sé yo.
Lo veremos en la serie.