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Los grabados rupestres benahoaritas: símbolos de vida y fertilidad III: significado e incógnitas

Felipe Jorge Pais Pais

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Los grabados rupestres benahoaritas de motivos geométricos, ejecutados con la técnica del picado, constituyen, sin ningún género de dudas, la auténtica “joya” de la arqueología palmera, ya que no tienen parangón en el resto del Archipiélago Canario. En el estado actual de la investigación se conocen más de 500 yacimientos distribuidos por toda la orografía insular, desde la orilla del mar a las cumbres más elevadas. A todo ello hemos de añadir el preciosismo formal de los motivos, la complejidad y abigarramiento de algunos paneles y el espectacular entorno natural en que suelen emplazarse.

Desde el primer hallazgo, los petroglifos de la Cueva de Belmaco (Villa de Mazo), en 1752, estas enigmáticas inscripciones han hecho correr auténticos ríos de tinta intentando, sobre todo, desentrañar su posible significado, así como sus paralelos con otras culturas prehistóricas. Los grabados rupestres benahoaritas se convirtieron, hasta finales de la década de los 70 del siglo pasado, en un fósil en torno al cual giraban todos los intentos para conocer el origen y la procedencia de los aborígenes canarios. Estas primeras investigaciones, hoy superadas, tuvieron la virtud de fascinar a muchos arqueólogos y provocaron un incremento exponencial en los hallazgos de este tipo de yacimientos. Un número que, por otra parte, no deja de incrementarse  constantemente.

Sin embargo, y a pesar de que las prospecciones cada vez son más sistemáticas y productivas, estamos muy lejos de conocer la motivación que llevó a los antiguos palmeros a dejar su huella escrita en rocas de muy diferente morfología por toda la isla. Seguramente, nunca tendremos, con certeza, una respuesta clara y única que permita aglutinar todos los matices (motivos, soporte, técnicas, emplazamiento, interdependencias, etc) para comprender su significado último. Es muy probable que esa complejidad obedezca al hecho de que no tienen que ver con una única motivación sino que, más bien, representen circunstancias locales, temporales o de cualquier otra índole que formaban parte de su mentalidad y forma de vivir.

Y es que, en el estado actual de la investigación arqueológica, tenemos muchas más dudas que certezas. Por otro lado, no debemos olvidar que en los últimos años, tras la conquista de la isla, con lo que ello supuso de remodelación del entorno natural, han desaparecido un buen número de estaciones de grabados rupestres que podrían haber ayudado a esclarecer su significado. Estas pérdidas, además, han sido especialmente significativas en las zonas de ocupación permanente aborigen, que coincide con las costas y las medianías en las que, asimismo, se ha asentado la población en los últimos 500 años.

Las fuentes utilizadas para llevar a cabo este trabajo de investigación han sido de diversa índole y van desde la consulta bibliográfica específica a las prospecciones arqueológicas intensivas. Las crónicas de la conquista, por ejemplo, no ofrecen ni la más mínima referencia a esta cuestión. Los primeros trabajos de investigación, ya desde el siglo XVIII, aportan una información escasa, fragmentaria y  meramente descriptiva. A partir de los años 60 del siglo XX la situación comienza a variar con la aparición de inventarios, monografías de los yacimientos más emblemáticos y libros de síntesis de la arqueología palmera. En los últimos cuarenta años ha habido un incremento exponencial de nuevos hallazgos y trabajos científicos que han impulsado, sobremanera, el conocimiento sobre los benahoaritas, si bien también es necesario mencionar la proliferación de trabajos pseudocientíficos de supuestos investigadores que carecen de la formación y los conocimientos necesarios para llevarlos a cabo generando confusión entre el gran público, incapaz de discernir entre la información veraz y contrastada con meras especulaciones sin validez alguna aunque, eso sí, muy llamativas y sensacionalistas.

 

La cuestión más importante a resolver, aunque también la más espinosa, es abordar el posible significado de estas enigmáticas inscripciones rupestres. Es muy difícil adentrarnos en el mundo de las mentalidades y las motivaciones que movieron a unas gentes, cuya cultura fue erradicada hace más de 500 años, a dejar una huella indeleble en muchos rincones que, para ellos, debieron tener un especial sentido mágico-religioso, aunque para nosotros, salvo casos concretos, carecen de significación. En el libro hacemos un recorrido por las numerosas hipótesis que se han planteado sobre la interpretación de los petroglifos, desde las más antiguas (garabatos sin sentido, posible escritura, lápidas funerarias, etc) a las más recientes, en las que hacemos mayor hincapié, que podrían estar relacionados con ritos propiciatorios de lluvia y culto al agua, santuarios de bosque, delimitación de espacios, cultos astrales, ritos de fertilidad y fecundidad, mundo funerario, etc. En nuestra opinión, ninguna de ellas, por sí solas, pueden responder a este enigma que plantea una enorme cantidad de interrogantes de muy difícil y compleja resolución.

Entre las incógnitas más llamativas podemos destacar: 1) ¿Por qué más de la mitad de los yacimientos rupestres se sitúan en Garafía (cantón de Tagalguen), mientras que en los territorios colindantes de Puntagorda (Tixarafe) y Barlovento (Tagaragre), apenas si existen manifestaciones de este tipo, a pesar de que presentan unas características geológicas, vegetación, orografía, clima, etc muy similares?; 2) ¿Por qué las representaciones de motivos geométricos como espirales, círculos-semicírculos concéntricos, meandriformes, etc, salvo ejemplos aislados y de cuestionable autenticidad, solo se ejecutaron con la técnica del picado y no mediante la incisión?; 3) Ambas técnicas de ejecución ¿son coetáneas o responden a momentos culturales y temporales diferentes?; 4) Los autores materiales de los grabados ¿fueron personajes masculinos o femeninos? y, en este sentido, ¿fueron hombres o mujeres quiénes dirigían los rituales en los distintos yacimientos?; 5) ¿Cuánto tiempo perduraron los petroglifos (toda la secuencia cultural, centenares de años, responden a la arribada a Benahoare de nuevos grupos de gentes, etc)?; 6) ¿Por qué las fuentes etnohistóricas no hacen la más mínima mención a estas inscripciones rupestres?; 7) ¿Responden a la misma motivación una gran estación que otra que solo cuenta con un panel?; 8) El significado de cada motivo (espirales, meandriformes, etc) ¿es idéntico y se mantiene en aquellos paneles en que entremezclan unos con otros?; 9) La orientación y el soporte de los paneles ¿carecen de sentido?; 10) ¿se realizaron únicamente con piedras o tuvieron que usar metales?; 11) Si, como planteamos, una de las motivaciones principales eran los ritos de fertilidad y fecundidad, entonces ¿por qué la mayor concentraciones de estaciones se concentra, precisamente, en las zonas más húmedas de la isla, mientras que son testimoniales en aquellos parajes mucho más secos y sometidos, prácticamente todos los años, a sequías devastadoras?; 12) La aparición de petroglifos en otro tipo de vestigios de carácter mágico-religioso (amontonamientos de piedra y canalillos-cazoletas) a qué obedece o cómo se explica; etc, etc.

El día que seamos capaces de resolver todas estas cuestiones estaremos en condiciones de acercarnos al posible significado de los grabados rupestres. Mientras tanto, solo nos resta plantear diferentes hipótesis, más o menos contrastadas, con investigaciones arqueológicas profundas, rigurosas, realizadas por arqueólogos y no basadas en percepciones o elucubraciones que, a pesar de ser muy sugerentes, carecen de todo tipo de base científica. No hemos pretendido establecer dogmas incuestionables o resolver teorías antiguas o fuertemente arraigadas, si bien abundaremos en una serie de parámetros, pautas y datos que hemos ido recabando y acumulando durante una larga trayectoria de trabajos arqueológicos. Nos conformamos con abrir nuevas líneas de investigación que podrían ser perfiladas o resueltas, en ello confiamos, por los prehistoriadores del futuro.

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