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‘Fajanas’ versus ‘isla baja’ o ‘delta lávico’

18 de diciembre de 2021 21:38 h

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En La Palma, hasta ahora, le guste a quién le guste y lo diga quién lo diga, no hay ni una sola isla baja y ni un solo delta lávico, pero si existen innumerables fajanas. El volcán que ha reventado en La Palma el 19 de septiembre de 2021 ha provocado infinidad de destrozos e incontables sufrimientos fundamentalmente entre los moradores del Valle de Aridane. Desde el mismo momento de su nacimiento ha habido una serie de cuestiones que han suscitado cierta polémica como, por ejemplo, el nombre de la montaña o el de los nuevos terrenos ganados al mar. En ambos casos se nos intenta imponer, tanto desde la Península, como desde otras islas, unos topónimos, a nuestro juicio, poco rigurosos que indican un desconocimiento profundo de la historia, la orografía, la geografía y la toponimia de la antigua Benahoare. Y lo más triste de todo es que aceptamos, sin rechistar y agachando la cabeza, esas imposiciones foráneas ante la creencia, como siempre nos han inculcado, de que lo que viene de fuera es mejor. Y eso, ni muchísimo menos, es así. En esta Isla existen numerosas personas, muy bien formadas y preparadas, que pueden opinar, con conocimiento de causa, sobre estas cuestiones. Da la impresión de que debemos callarnos porque lo dicen catedráticos de universidad, aunque nosotros también nos consideramos científicos, estudiamos y defendimos tesis doctorales en las universidades canarias.

La toponimia forma parte del acervo cultural de los pueblos, en muchos casos, desde tiempos inmemoriales. Por tanto, no puede ni debe ser alterada o manipulada. Los topónimos no son un capricho y, todos ellos, aunque se haya perdido con el transcurrir del tiempo, tienen un significado para los habitantes de ese territorio. Son puestos por el pueblo, por las gentes que viven en esos lugares y se han transmitido, hasta nuestros días, de generación en generación. Nos hablan del mundo indígena, de acontecimientos históricos, de sucesos cotidianos, de antroponimia, de las características del relieve o del paisaje, de flora y fauna, de colores, de formas, etc. Estamos hablando de nombres que, en muchos casos, han pervivido en La Palma durante más de 2.000 años, desde la etapa benahoarita, que han pervivido hasta nuestros días porque su significado define, perfectamente, las características del territorio. Otros vocablos son más recientes si bien, en muchos casos, como el de fajana, pueden tener más de 500 años. Para la mayoría de ellos se desconoce su significado porque su memoria se ha ido perdiendo con el transcurrir del tiempo, sobre todo tras la desaparición de aquellas personas que habían ido transmitiendo esos conocimientos. El desarraigo, el desarrollismo y el abandono del campo han significado la pérdida de un ingente caudal de información que, en muy poquitos años, caerá en el olvido más absoluto, en cuanto desaparezcan nuestros ancianos. En este sentido, el volcán reventó en la Hoya de Tajogaite, topónimo benahoarita que significa terreno rajado y, qué casualidad, al ladito nos encontramos con Montaña Rajada, prácticamente sepultada por coladas lávicas de 70 metros de espesor, nombre impuesto en la época histórica por las personas que vivieron en sus inmediaciones bien sea de Tacande o Las Manchas, porque durante cientos de años permaneció en la memoria colectiva que ese lugar, como vemos en las últimas fotos del volcán, lleno de grietas o rajaduras, presentaba unas características orográficas que permitían conocerlo de esa manera.

Ni somos ni pretendemos ser especialistas en esta materia, aunque se trata de un tema que conocemos de primera mano, por vivencias personales, especialmente en la zona de El Paso, y al que le hemos dado mucha importancia a lo largo de nuestra trayectoria investigadora recogiendo los datos que nos aportaron infinidad de informantes. Por tanto, no queremos sentar cátedra, ni dar por zanjada ninguna cuestión, sobre el uso del término fajana para referirnos a los terrenos ganados al mar por el nuevo volcán aunque, desde luego, sí nos parece mucho más adecuado que el de isla baja o delta lávico, totalmente ajenos a la toponimia y el territorio de La Palma. Pero sí podemos aseverar que el nuevo espacio que ha nacido en los acantilados de Tazacorte tiene una tipología muy parecida a lo que siempre, nuestros mayores han denominado fajanas. Hay estudios magníficos sobre toponimia de La Palma como el de Carmen Díaz Alayón aunque mucho más accesible, al ser público, lo podemos consultar en GRAFCAN, donde solo hay que ir a cartografías básicas y activar la pestaña Rescates de Toponimia. Y, seguramente, muchos se sorprendan de la enorme cantidad de fajanas que existen en La Palma, desde la orilla del mar a los bordes de la Caldera de Taburiente. El origen del vocablo es portugués y no creo que nadie, a estas alturas, se atreva a discutir la presencia de portuguesismos en el habla, la toponimia y los apellidos palmeros, prácticamente desde el mismo momento de la conquista de Benahoare a finales del siglo XV.

En La Palma se conservan innumerables zonas, lugares y sitios conocidos como fajana. Y ello es así porque en el nombre va implícito su significado. Antiguamente, para la población palmera, cuando la ganadería y la agricultura de secano eran vitales para la supervivencia, una fajana no es otra cosa que una explanada o llano situado en la pata o el pie de un risco. Su tipología es muy variada. Pueden ser bastante grandes como las de Franceses (Garafía) o Barlovento, aunque también hay otras minúsculas, con apenas 30-40 metros de anchura. Respecto a su ubicación nos las encontramos junto al mar, en medianías, dentro de los pinares, en la laurisilva, en los precipicios de la Caldera de Taburiente, laderas de barrancos, etc., de toda la orografía insular. Puede aparecer solo como fajana, y sus variantes fajaneta, fajanita, etc., o con el añadido de las características que la definen (de Los Codesos, del Horno, del Cementerio, etc., etc.). Y, aunque algunos no lo crean, también encontramos el topónimo en medio de coladas lávicas, más o menos recientes como, por ejemplo, al norte de la erupción del Tacande-Montaña Quemada (1470-1490), donde se sitúa una fajana oscura, llamada así porque una mancha o manchón (así se conocen en La Palma los denominados kipukas hawaianos), rodeado por las lavas subhistóricas, está cubierto sido ocupada por un frondoso fayal-brezal tan espeso que apenas si deja pasar la luz del sol. En Garafía hay otra fajana oscura totalmente diferente por cuanto se sitúa sobre los 1.800 metros de altitud, a los pies de Siete Fuentes, y en medio de uno de los pinares de tea más bonitos y grandes de La Palma, cuyas copas mantienen el suelo en una permanente penumbra.

Incluso, si no queremos usar el término fajana para denominar a los nuevos terrenos ganados al mar, aunque pensamos que este vocablo es correcto, tenemos otras alternativas típicas de la orografía palmera. Un simple vistazo a la toponimia insular nos deja meridianamente claro que la costa está llena de puntas (algunas personas mayores también las denominan salientes) que, cuando son muy grandes pierden esa referencia y pasan a denominarse Las Hoyas, El Remo, Martín Luis, etc., que, por el contrario, si mantienen en las más pequeñas que, en muchas ocasiones, suelen estar separadas por caletas y caletones. En La Palma, en contadas ocasiones, también se utiliza la expresión baja (de Los Colores, de Los Chochos, etc.), que se confunde con los nombres anteriores. De cualquier forma, al final, será el pueblo palmero quien le ponga un topónimo a estos nuevos terrenos y será la tradicional oral la que los haga pervivir en el tiempo por muchos que organismos públicos, medios de comunicación, etc., se empeñen en llamarlos isla baja o delta lávico porque, esencialmente, se trata de términos que nos son totalmente ajenos y están completamente alejados del sentir palmero.

*Felipe Jorge Pais Pais es licenciado en Geografía e Historia y doctor en Arqueología

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