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Malo como un perro

Llevo unos días con la digestión demasiado pesada. Ya hoy, en el día de reflexión, puro eufemismo de necesarias horas completas de descanso, he logrado desatar mi nudo en la boca del estómago. El hecho de que haya sido este sábado y no otro día de las dos últimas semanas, más las muchas 24 horas previamente encadenadas de eso que llaman precampaña, demuestra con nitidez y sin opción alguna de haber metido la pata que el origen de mis males estomacales ha estado en el empacho de bazofia exhibicionista con tanto amago de ideología verdadera, tanta palabrería y tanto compromiso tras compromiso sin que importe nada más. Hueco...

Y claro que en la necesidad de tener que masticar cómo la gran mayoría se apunta a tanta bajeza sin la obligatoriedad de que el discurso cuelgue de la rama de la sensatez, para que así no levite hasta que tarde o temprano se descubra que todo fue un tal vez, un algo conscientemente amontonado y eficazmente aglutinador de espacio de renombre analógico o digital, con tinta, píxeles, audios o voz-imagen. Hueco...

Las precampañas electorales me producen la misma alergia que el pelo de los gatos con demasiado pelo, los que van dejando huella de que por tal sitio han transitado. El estómago se me enrolló estos días como una manguera larga y estrecha ya solo utilizada para el juego de perros inmaduros y niños arquitecto. Así de apretado, de torcido y de estrangulado me he sentido. No lo pude evitar, que existen las indigestiones de lentejas y pucheros, y más de garbanzas con todos sus colores y espesores, y también de racimos ácidos rellenos de verborrea, de antipalabras, de ritos y de muchas y muy seguidas estupideces. Hueco...

A los aspirantes a escaño, sueldo y otras ventajas, yo les prohibía hacer precampaña sin descansar lo suficiente; sin parar, callar, enmudecer y arrodillarse a lo dictado por el médico de cabecera de la política, que seguro que de esta manera se evitarían muchos tropiezos, esguinces, chichones y falsas esperanzas. De todo lo que se ha dicho en estos días no recuerdo nada de interés extremo, sustancial, vital o central. En ese tiempo solo han hervido en mi cabeza listados de animaladas, tonterías, banalidades, mentiras y desvergüenzas. Hueco...

La verdad es que no he podido rememorar, pese a remover mucho la azotea y ya estar con mi pesadez de estómago en tránsito hacia la levedad, qué alimento a modo de mensaje político ha merecido la pena; ha sido verdadero y original, capaz de resucitar confianzas y lealtades. Hueco...

No recuerdo nada; no he visto, leído ni escuchado algo útil. Sé que alguno me tachará de cabrón o raro por todo esto, y lo admito, aunque a regañadientes, que bastante ya he tenido con tremenda intensidad de negro infinito. Hueco...

Todo esto fue lo que me puso pocho, malo como un perro. A partir de mañana, los días caerán de otra manera para voltear hacia idéntica cara. Hueco...

*Texto publicado en el libro de cuentos y artículos llamado PolicromíaPolicromía

Llevo unos días con la digestión demasiado pesada. Ya hoy, en el día de reflexión, puro eufemismo de necesarias horas completas de descanso, he logrado desatar mi nudo en la boca del estómago. El hecho de que haya sido este sábado y no otro día de las dos últimas semanas, más las muchas 24 horas previamente encadenadas de eso que llaman precampaña, demuestra con nitidez y sin opción alguna de haber metido la pata que el origen de mis males estomacales ha estado en el empacho de bazofia exhibicionista con tanto amago de ideología verdadera, tanta palabrería y tanto compromiso tras compromiso sin que importe nada más. Hueco...

Y claro que en la necesidad de tener que masticar cómo la gran mayoría se apunta a tanta bajeza sin la obligatoriedad de que el discurso cuelgue de la rama de la sensatez, para que así no levite hasta que tarde o temprano se descubra que todo fue un tal vez, un algo conscientemente amontonado y eficazmente aglutinador de espacio de renombre analógico o digital, con tinta, píxeles, audios o voz-imagen. Hueco...