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Un vivero de políticos

Ayer tuve una conversación muy entretenida con algunos de mis alumnos adolescentes. Como eran poquitos, porque el resto se había ido de excursión, los seis que quedaron en un principio plantearon que si podíamos poner una película. Y yo me niego a poner una película sin estar segura de que cada escena que veamos sea apta no solo para ellos sino para el grado de tolerancia de sus padres, quienes pudieran censurarme por poner alguna escena no apropiada para sus retoños.

Pues la pregunta del millón que les hice fue “¿de qué quieren hablar?”. Una contestó que mientras que no fuera de política... Y ahí empezó el debate, porque apenas hablamos de otra cosa que no fuera de política durante casi una hora. Según ellos, no servía de nada hacerle saber al alcalde y a los representantes del ayuntamiento que faltaban cosas por arreglar en el municipio. Yo, con conocimiento de causa, les contestaba que no siempre un alcalde puede hacer todo lo que desean los vecinos como si fuera tan fácil como agitar una varita mágica y ya está. Les comenté que no estaba justificando a los gestores del municipio ni mucho menos, porque muchas veces no depende de ellos, sino de otros de arriba.

Les pregunté si sabían con qué dinero hacía un alcalde las obras del municipio y contestaron que con el dinero de los impuestos. Les pregunté entonces cuánto dinero al año podrían pagar sus padres de impuestos, por ejemplo de recogida de residuos, y calculando nos salió una cantidad bastante pequeña. Les planteé para cuantos sueldos de operarios de limpieza podría dar esa cantidad que cada uno pagaba multiplicada por la cantidad de familias que aproximadamente hay en el municipio y al final de todas las cuentas nos salió que el servicio de recogida de basuras seguramente era deficitario, pues sería muy difícil abordar los sueldos y además el mantenimiento de vehículos, la reposición de contenedores y papeleras estropeados, la compra de otras herramientas, los uniformes, etcétera. Se quedaron pensativos. Y yo seguí dando con la picareta en el muro.

Les conté que un presupuesto municipal no es como el dinero del sueldo que nuestros papás traen a casa, que de ahí sale para pagar diversas cosas y seguimos sacando de una cantidad común, sino que los presupuestos suelen estar formados por partidas y cada una de ellas va destinada a una cosa diferente y si, por ejemplo, ponían una cantidad grande para cultura y una pequeña para reparar las instalaciones deportivas, en caso de necesitar más cantidad para la reparación, era materialmente imposible quitar del dinero destinado a los actos culturales y por eso había que esperar un poco más hasta confeccionar otro presupuesto.

Me preguntaron para qué servía la cultura. Los miré asombrada y la pregunta decayó por sí sola.

Después ellos me expusieron a lo que querrían dedicarse en el futuro. La verdad es que mis chicos tienen expectativas e ilusión, aunque alguno de ellos no lo tenía tan claro. Les dije que el momento de la decisión estaba más cerca que lejos y uno me comentó que, para poder costearse sus cosillas, se dedicaba a ayudar en un negocio familiar los fines de semana, que no le daban mucho a cambio pero al menos le estaba sirviendo para entender el valor del dinero.

Después los compañeros le propusieron a otra que no sabía muy bien lo que quería ser que por qué no se decidía por ser directora de instituto, ya que le gustaba tanto mandar. Otro expuso que una directora no se gobierna sola, que por encima de ella hay muchos cargos directivos y al final iba a ser una mandada más.

A todas estas, casi al final de la conversación, les comenté que, para no querer hablar de política, bastante que habían hablado del tema sin querer. Y estuvieron de acuerdo conmigo en que inconscientemente ellos también hacen política aunque “en la oposición” de momento. Ya les llegará el día de ser protagonistas si así lo deciden.

Aprendes tanto de ellos, de sus razonamientos... A ver si con un poco de esto podemos conseguir encauzar a las próximas generaciones de políticos. ¿Hay alguien dispuesto a concienciar?

Ayer tuve una conversación muy entretenida con algunos de mis alumnos adolescentes. Como eran poquitos, porque el resto se había ido de excursión, los seis que quedaron en un principio plantearon que si podíamos poner una película. Y yo me niego a poner una película sin estar segura de que cada escena que veamos sea apta no solo para ellos sino para el grado de tolerancia de sus padres, quienes pudieran censurarme por poner alguna escena no apropiada para sus retoños.

Pues la pregunta del millón que les hice fue “¿de qué quieren hablar?”. Una contestó que mientras que no fuera de política... Y ahí empezó el debate, porque apenas hablamos de otra cosa que no fuera de política durante casi una hora. Según ellos, no servía de nada hacerle saber al alcalde y a los representantes del ayuntamiento que faltaban cosas por arreglar en el municipio. Yo, con conocimiento de causa, les contestaba que no siempre un alcalde puede hacer todo lo que desean los vecinos como si fuera tan fácil como agitar una varita mágica y ya está. Les comenté que no estaba justificando a los gestores del municipio ni mucho menos, porque muchas veces no depende de ellos, sino de otros de arriba.