Un viaje a la costa de Argentina en busca de las huellas del ‘primer’ americano
Imaginen que una simple huella de un pie desnudo derrumba todo lo que se sabía sobre la historia de un continente entero. La modestia del Caracolero, el lecho petrificado de una antigua laguna que ahora forma parte de la costa que se extiende entre las localidades de Reta y Claromecó (Argentina), no hace presagiar la trascendencia del lugar. Esta zona de la costa de la provincia de Buenos Aires es especial. Comparte con el resto de la Costa Atlántica muchas semejanzas: enormes campos de dunas que llegan hasta el mar en bajíos enormes que dejan bajamares gloriosas; pequeñas albuferas en las que desaguan los ríos pampeanos y que convierten a la playa en una explosión de vida vegetal y animal y bosques muy tupidos de pinos que compiten con la arena tapizando buena parte de los ‘médanos’ (como aquí llaman a los complejos dunares). Pero hay una gran diferencia. La temperatura del agua. Aquí la combinación de las corrientes marinas y la extensión de la plataforma de arena muchas millas hacia el interior del océano hacen que las aguas de estos parajes estén bastantes grados por encima de lo que suele ser normal en la costa atlántica argentina.
Cuando preguntamos en Reta por las huellas pocos supieron decirnos dónde estaban. Tuvimos que acercarnos al pequeño pero coqueto Museo Fototeca de Reta (Calles 25 y 46) que nos da la bienvenida a través de un curioso carromato Buffalo Pitts de la década de los 40 que llegó a la localidad tirado por bueyes y fue una de las primeras viviendas del lugar. Ahí descubrimos que el pasado del pueblo está ligado a emigrantes españoles y que tiene hasta un par de pecios curiosos que hasta podrían remontarse a los tiempos en los que la Armada española patrullaba estas aguas. Ahí nos comentaron que de las icnitas (así se llaman las huellas fosilizadas) apenas llaman la atención a un puñado de los turistas que llegan a Reta ara disfrutar, por ejemplo, de la única parte de la costa argentina desde la que se puede ver una puesta de sol sobre un horizonte de agua.
El Caracolero está a unos 15 kilómetros de Reta. Al principio de la calle 48 se encuentran las paradas de las empresas que hacen la excursión hasta allí en camiones especialmente habilitados para circular por la arena. El trayecto incluye la pequeña aventura de cruzar la Albufera y su pequeño riachuelo desagüe. El trayecto no es largo y permite ver la enormidad de las playas de la provincia de Buenos Aires que ofrece, casi sin interrupción, una línea de dunas que abarca varios cientos de kilómetros entre los límites del Río de La Plata y el arranque de las costas patagónicas. Todo aquí es desmesurado.
La mayoría de los que llegan hasta aquí lo hacen para ver El Caracolero, una curiosa formación geológica que se ha convertido en un verdadero cementerio de caracoles acumulados aquí durante milenios. Esta pequeña interrupción de rocas en el sinfín de arenas es un milagro geológico. Según parece, esta parte de la costa estaba a unos 30 ó 40 kilómetros del mar en los tiempos de la Glaciación Würm cuando los hielos cubrían buena parte del mundo (también los valles cercanos a la Cordillera de Los Andes). Aquí había un lago de aguas someras cuyos lodos se convirtieron en piedra (arenita con cemento carbonático que son proclives a la conservación de fósiles) guardando multitud de huellas de la megafauna americana del Pleistoceno. Dicen que el hallazgo de la huella humana fue fruto de una casualidad. Un concurso de pesca celebrado en 2007. Estudios posteriores han confirmado la existencia de otras dos huellas de seres humanos mezcladas con multitud de rastros de megaterios, tigres de dientes de sable y otras bestias de la época. Icnitas humanas hay muchas a lo largo y ancho del mundo. La importancia de estas tres humildes huellas es que han sido datadas en torno al 29.000 antes del presente.
Y eso ha puesto patas arriba las teorías sobre la población humana de América: hasta hace poco, la abrumadora mayoría de la academia consideraba que la llegada de los seres humanos al continente americano se había producido en torno al 14.000-12.000 antes del presente. Pocos eran los que apostaban por el poblamiento temprano (en torno al 30.000 antes del ahora). Y las huellas de la costa bonaerense vinieron a darles la razón. Sentarse junto a las huellas causa una extraña impresión. La huella más accesible se encuentra junto a la de un Megaterio, un enorme perezoso que se extinguió hace unos 8.000 años por la presión de las poblaciones humanas. La huella es perfecta. Se puede ver el talón, la silueta del arco y los cinco dedos perfectamente definidos. Es algo que sobrecoge. Muchos expertos aseguran que esas huellas no son humanas pero viéndolas a pocos centímetros cuesta creer que ese pie casi perfecto (calzaría un 35 actual) no es de un congénere de uno.
El lugar ha recibido el original nombre de Yacimiento Arqueológico de Las Patas. Patas del hombre más antiguo documentado en América que sería algo así como el argentino más antiguo de la historia. Sólo por ver las curiosas formaciones geológicas y los miles de caracolas que se acumulan en los huecos de las piedras ya merece la pena la visita. Pero plantarse ante esa ‘pata’ tan nuestra te hace sentir una conexión con todos los que nos han precedido. Lo único que no nos gustó es el poco control que hay en la zona. La gente pisa las huellas sin ningún problema. Y así lo comentamos unos días después en el Museo de Reta donde nos admitieron que la presión sobre el yacimiento puede hacer desaparecer ese tesoro. “Al final se la tendrán que llevar a Buenos Aires”, nos dijeron. Ojalá que no haga falta.
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