La temporada del CD Tenerife ha sido grandiosa. El rendimiento de la plantilla es para quitarse el sombrero. Lo hecho por Ramis y sus jugadores desafía a la lógica. El undécimo tope salarial de la categoría se ha colado en la final por el ascenso. Por detrás han quedado presupuestos superiores y en algunos casos muy superiores.
Llámenme romántico, pero estas cosas forman parte del lado más bonito de este juego llamado fútbol, una ‘fábrica’ de emociones como pocas existen. Por eso mismo asisto con esperanza a este final de campeonato. Lo hago con la esperanza de ver otro ascenso de los míos, pero lo hago siendo consciente de que el rival no es menor.
No nos engañemos: la dificultad es máxima. Enfrente está algo más que un equipo de fútbol llamado Girona. Estamos hablando de una de las piezas del proyecto a nivel mundial del Manchester City. El de Montilivi es un club ‘satélite’ que tiene la misión de convertirse en uno de los grandes del fútbol español. Es el mensaje que emiten Ferran Soriano (City Football Group) y Pere Guardiola (Girona Football Group). La misión es convertir al Girona en un referente del desarrollo del talento futbolístico. O dicho de otra manera, un herramienta para captar talento.
Por si esto fuera poco, hace dos años entraba en el accionariado de la sociedad el empresario boliviano Marcelo Claure, buscando experimentar en España tras su aventura en la liga norteamericana. En septiembre pasado, este club, en una nueva muestra de su poderío, ampliaba capital en 20 millones de euros.
Este es fútbol globalizado de los nuevos tiempos. El fútbol del PSG, del City, del Newcastle y del Mundial de Qatar. Por todo esto digo que la empresa del Tenerife es enorme. Es por eso que digo que eso de que la final está al 50% no es cierto. Y creo que eso nos da una ventaja.