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Errores de cálculo

Me parece gravísimo y poco serio intentar construir los cimientos de ese nuevo eje estratégico sobre una tecnología cuyas ventajas no están nada claras desde el punto de vista energético y que puede dar lugar a consecuencias imprevisibles desde el punto de vista de la seguridad de las personas, el medio ambiente así como la estabilidad y la paz a escala global. En primer lugar, hay que considerar la baja eficiencia de las centrales térmicas nucleares que apenas aprovechan el 30% de la energía producida. Además tampoco está muy claro que las reservas actuales de uranio puedan abastecer a medio plazo la demanda, sobre todo si se terminan construyendo las centrales previstas en China o Sudáfrica. Y no olvidemos la clara vinculación entre la tecnología nuclear civil y la militar: el hecho de que la guerra fría pertenezca al pasado no debe hacernos olvidar que los arsenales nucleares siguen existiendo. Creo que no me equivoco si digo que una hipotética escalada de la amenaza nuclear en el futuro será directamente proporcional a la extensión y difusión de dicha tecnología, puesto que la línea que separa el uso civil del militar es difusa, por no decir que se confunde claramente.

Resulta desalentador observar cómo otras alternativas más seguras, saludables y pacíficas no han sido reivindicadas como fundamento de la política exterior de ninguna alianza estratégica. Parece como si nuestra civilización y su forma de contemplar el mundo no pudiese ir más allá del crecimiento desbocado que está provocando la esquilmación compulsiva de nuestros recursos. Estoy seguro de que si se inviertese la misma cantidad de dinero en ahorro y eficiencia energética que la que se dedica a investigar y construir centrales atómicas de cuarta generación, lograríamos frenar o, al menos, mitigar el calentamiento global que sufre nuestro planeta. Y puestos a elegir, creo que sería mucho más razonable apostar en una transición hacia las energías limpias por la cogeneración, es decir, por las centrales térmicas de ciclo combinado en la medida en que son mucho más eficientes que las nucleares. Harina de otro costal es debatir por el lugar donde se deben situar las instalaciones de regasificación en Canarias, aunque con lo duro de oído que es el consejero de industria y energía, no sé yo si se sacara algo en claro. O conjeturando todavía un poco más, imagínense ustedes una suerte de coalición internacional cuyos cimientos fuesen la defensa, promoción y desarrollo de las energías renovables.

Claro que esto no sería más que un sueño irrealizable. El concepto de energías renovables tal y como se entiende en la actualidad implica un nivel de democratización energética difícil de concebir con el actual estado de cosas. Diversificar la producción energética, ya sea a escala doméstica o de centrales termosolares, implicaría la pérdida del control de la columna vertebral de nuestra civilización. Piensen en cómo se reduciría el poder de muchos gobiernos o de corporaciones energéticas y petroleras. Así que habrá que esperar a algún think tank de turno encuentre la manera de domesticar las energías renovables y su distribución. Entonces, sin lugar a dudas, las energías renovables se convertirían en el sólido cimiento de ejes, alianzas y acuerdos internacionales.

En resumidas cuentas, la nueva ofensiva nuclear -disfrazada ahora de sostenible y necesaria para cumplir con los objetivos de Kyoto- es una huida hacia adelante inconsciente y un ataque directo al más que razonable desarrollo sostenible. Hace años pensaba que en el siglo XXI se abriría paso un modelo de civilización más sensato y más justo, pero no contaba con tanto Sarkozy suelto por ahí. Todo un error de cálculo, aunque supongo que ellos tampoco contaban con una conciencia ecológica global tan extendida. Lo comido por lo servido: esto no ha hecho más que empezar.

Raúl García Brink

Me parece gravísimo y poco serio intentar construir los cimientos de ese nuevo eje estratégico sobre una tecnología cuyas ventajas no están nada claras desde el punto de vista energético y que puede dar lugar a consecuencias imprevisibles desde el punto de vista de la seguridad de las personas, el medio ambiente así como la estabilidad y la paz a escala global. En primer lugar, hay que considerar la baja eficiencia de las centrales térmicas nucleares que apenas aprovechan el 30% de la energía producida. Además tampoco está muy claro que las reservas actuales de uranio puedan abastecer a medio plazo la demanda, sobre todo si se terminan construyendo las centrales previstas en China o Sudáfrica. Y no olvidemos la clara vinculación entre la tecnología nuclear civil y la militar: el hecho de que la guerra fría pertenezca al pasado no debe hacernos olvidar que los arsenales nucleares siguen existiendo. Creo que no me equivoco si digo que una hipotética escalada de la amenaza nuclear en el futuro será directamente proporcional a la extensión y difusión de dicha tecnología, puesto que la línea que separa el uso civil del militar es difusa, por no decir que se confunde claramente.

Resulta desalentador observar cómo otras alternativas más seguras, saludables y pacíficas no han sido reivindicadas como fundamento de la política exterior de ninguna alianza estratégica. Parece como si nuestra civilización y su forma de contemplar el mundo no pudiese ir más allá del crecimiento desbocado que está provocando la esquilmación compulsiva de nuestros recursos. Estoy seguro de que si se inviertese la misma cantidad de dinero en ahorro y eficiencia energética que la que se dedica a investigar y construir centrales atómicas de cuarta generación, lograríamos frenar o, al menos, mitigar el calentamiento global que sufre nuestro planeta. Y puestos a elegir, creo que sería mucho más razonable apostar en una transición hacia las energías limpias por la cogeneración, es decir, por las centrales térmicas de ciclo combinado en la medida en que son mucho más eficientes que las nucleares. Harina de otro costal es debatir por el lugar donde se deben situar las instalaciones de regasificación en Canarias, aunque con lo duro de oído que es el consejero de industria y energía, no sé yo si se sacara algo en claro. O conjeturando todavía un poco más, imagínense ustedes una suerte de coalición internacional cuyos cimientos fuesen la defensa, promoción y desarrollo de las energías renovables.