Cotufas y aranceles
En una de estas tardes maravillosamente hogareñas que nos regala la Aemet, la lluvia cae copiosa y mansamente y me asomo a la ventana para verla con ojos de niño, en casa preparan una cotufas y ya se sabe, con las cotufas entran ganas de ver cine, precisamente busco la película Twister, sobre todo para no decepcionar a la borrasca Olivier, que no acaba de convencer a los catastrofistas, que esperan más, mucho más del cambio climático, como los madridistas esperan más, mucho más de su equipo en champions. Mientras en Twister el tornado se lleva coches, camiones y casas por el aire, aquí Olivier se limita, como buen chico que es, a llevarse algunas actividades extraescolares.
En Washington, capital del Imperio Intergaláctico de Occidente, el presidente dice una frase para la historia: “Los países que me piden rebajas arancelarias me besan el c…”. Y aprieta el botón que lanza miles de misiles arancelarios sobre la economía mundial, que responde con tímidas amenazas de represalias arancélicas, mientras los búnkeres nucleares son los únicos valores que suben realmente en Bolsa. Sólo China tiene capacidad de fuego arancelario para bombardear Washington, y mira, qué bien, quien nos iba a decir que la Tercera Guerra Mundial sería Arancelaria. En las escuelas de todo el mundo los profesores enseñan a los niños el verbo de moda, arancelar: yo no arancelo, Trump arancela, Xi arancela, nosotros pagamos los aranceles, vosotros pagáis los aranceles y ellos nos arruinan. En fin, más cotufas por favor, que voy a ver la nueva versión de Twister, más efectos especiales que la primera, pero menos emoción. Sé de buena tinta que lo aranceles acabarán inflándose tanto que estallarán en el aire como las cotufas.
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