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El caso Rubiales: el reforzamiento del machismo

¿Cuánto cuesta denigrar a una mujer? ¿Este acto tiene precio? ¿Se puede considerar lícito dentro de su ilegalidad? ¿Es moralmente aceptable en una sociedad como la española, que se considera democrática y moderna? ¿La igualdad de género es un concepto que acaba en papel mojado? ¿Por qué las mujeres siguen siendo objeto del desprecio, sometimiento y cosificación por parte de los hombres si, precisamente, hay más información y programas educativos para erradicar esas conductas? ¿Por qué un beso no consentido de un hombre a una mujer puede cambiar el rumbo social de un país?
Muchas veces, la mejor forma de comprender una noticia es alejarse de ella para analizarla con una perspectiva más amplia y sin el foco mediático del momento en que se produce, que suele condicionar todo a su alrededor. Al respecto, el caso Rubiales, por el cual la futbolista Jennifer Hermoso denunció al expresidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, por un delito de agresión sexual a raíz de un beso no consentido, ratifica, a mi juicio, que el machismo y la cosificación de la mujer siguen creciendo de manera alarmante.
La sentencia condenatoria a Rubiales es, en realidad, un triunfo de la violencia sexual y del patriarcado, aunque parezca lo contrario. El mensaje que se ha lanzado a la sociedad es el siguiente: un hombre puede elegir a la mujer que quiera, como si fuese ganado, y besarla o tocarla en público cuando le dé la gana y de la forma que quiera porque, en el hipotético caso de que aquella lo denuncie, una simple multa zanjará el asunto. A eso se reduce todo: a una cuestión monetaria, donde el causante del daño está dispuesto a pagarla, lo mismo que a jactarse del acto en cuestión, sin que importe para nada el daño sicológico o físico que pueda ocasionar a la afectada. En sí mismo, constituye el derecho a transgredir todo código ético.
Pero la proyección de este caso es mucho mayor. No es exagerado afirmar que conlleva un reforzamiento de la política machista entre los jóvenes, proyectándose muy negativamente incluso en los centros educativos, porque ahora tienen otro referente que les permite besar o tocar a una chica cuando a ellos les apetezca, sabiendo que no les pasará absolutamente nada. En primer lugar, porque son menores de edad; en segundo, porque recibirán una sanción ante la que se muestran indiferentes, ya que lo importante es que han impuesto una vez más su rol masculino sobre el femenino. Me imagino todo lo que se ha reído Rubiales por su condena, una migaja sabiendo que, gracias a su actitud corrupta durante los años que desempeñó su cargo en dicha Federación, amasó una fortuna personal de grandes magnitudes. Pues lo mismo pasará con esos jóvenes, aunque no tengan los millones que aquel posee: lo importante es hacerlo porque otros lo hacen, con lo cual se refuerza su actitud grupal, de manada, independientemente de que no se conozcan entre sí.
Además, también está relacionado con la expansión de la política de derechas y, sobre todo, la ultraderecha, a la cual se están sumando cada vez más jóvenes y familias de clase media-baja, basando su relato en la defensa precisamente de la familia tradicional, a través de la figura dominante del hombre, y donde la mujer debe asumir un papel de abnegada sumisión a unos valores que la condenan a vivir entre sombras y tinieblas.
Bien es cierto que el machismo no es una cuestión de izquierdas o derechas, sino un problema social que afecta a las personas en sí mismas, en este caso producto de la actitud de los hombres, y es algo intrínseco a la historia de la humanidad, ya que después de tantos siglos no solo no ha desaparecido, sino que sigue inserto con más fuerza y con mayor arraigo en la estructura socioeconómica y en la naturaleza masculina.
Da igual que la sociedad sea comunista o capitalista, desarrollada o subdesarrollada, occidental u oriental, cristiana o musulmana: en todas está instalado el machismo y las formas de violencia sexual como los besos no consentidos. La escritora Svetlana Aleksiévich cuenta en Los muchachos de zinc: voces soviéticas de la guerra de Afganistán cómo el Estado soviético envió a mujeres y hombres al conflicto encubierto de la invasión de Afganistán. Por entonces, la Unión Soviética seguía presentándose como el paradigma de la igualdad entre ambos sexos, donde todos eran camaradas y donde la bandera feminista ondeaba bien alta. La realidad era muy distinta. En esa guerra, mientras los hombres actuaban en el frente, las mujeres permanecían en la retaguardia del suelo afgano porque se consideraba que no estaban a la altura de aquellos para luchar, realizando trabajos como enfermeras, etcétera. A esto se sumaba que los mandos, dentro de su concepción patriarcal, promovieron que esas mujeres fuesen a sus alojamientos para utilizarlas con fines sexuales.
La lucha contra el machismo y la violencia sexual no responde a la aprobación de leyes por un Estado como tampoco a la concepción de una sociedad igualitaria promovida por la izquierda, sino a la condición humana, cuya base de ser el respeto de la mujeres como un ser vivo. No necesitamos políticas de ningún partido ni de ninguna ideología, sino un cambio de actitud global en nosotros, los hombres, aunque esto es totalmente imposible por la dinámica y la influencia que ejercen los distintos poderes, que siguen estando interesados en cimentar el patriarcado, y por el propio entorno cultural en el que se desenvuelven nuestras vidas.
Pensamos que en las sociedades democráticas, basadas en la convivencia en armonía de las personas dentro de unos parámetros que regulan sus decisiones y acciones, no tienen cabida esas conductas reseñadas, pero la realidad es totalmente opuesta. Rubiales, su beso, su acérrimo machismo, sus coacciones, son solo una pequeña muestra del sexismo que existe en el deporte español. El camino que queda por desandar es muy largo y tortuoso, pero todo comienza cuando mantienes tu integridad como mujer. El resto es una lucha personal contra el sistema, que a veces se vuelve colectiva.
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