El primer dirigente de una república aristocrática en la Península Ibérica fue cordobés

El primer gobierno de la taifa de Córdoba tras la caída del Califato fue una república de notables con Abū-l-Ḥazm Ŷahwar al frente. Tras la deposición del califa omeya Hišām III al-Mu‘tadd y la abolición del califato cordobés en noviembre de 1031, Abū-l-Ḥazm Ŷahwar se convirtió en el primer gobernante de la taifa de Córdoba. No obstante, no ostentó el título de rey. Su nombre completo era Ŷahwar b. Muḥammad b. Ŷahwar; nació en Córdoba en el año 974 y falleció en 1043.
Este período republicano en Córdoba es a menudo pasado por alto en la enseñanza de la historia, donde generalmente se presenta la Primera República de 1873 como el primer experimento republicano en España. Sin embargo, la experiencia de Córdoba se produjo más de ocho siglos antes, durante la época de Al-Ándalus.
Abū-l-Ḥazm Ŷahwar era el último eslabón de una familia de dignatarios. Se sabe que su antepasado Bujṭ b. Abī ‘Abda fue sirviente del califa omeya Abd al-Malik. Yusuf b. Bujṭ entró en Al-Andalus antes de la llegada de Abd al-Raḥmān I. Abd al-Gāfir fue chambelán de Hišām I y canciller de este emir y de al-Ḥakam I. La familia Banū Ŷahwar continuó desempeñando cargos importantes en el estado omeya, incluyendo chambelanes, visires y secretarios. El padre de Abū-l-Ḥazm fue secretario particular de Almanzor. Los Banū Ŷahwar se mantuvieron al margen de la guerra civil que condujo al fin del califato, sin tomar partido por ningún aspirante al califato.
Ibn Ḥayyān, historiador de Al-Andalus, relata que los principales de Córdoba delegaron el poder en Abū-l-Ḥazm Ŷahwar, reconociendo sus cualidades y capacidad. Abu-l-Ḥazm instauró un sistema de gobierno considerado “excelente, brindando protección a los habitantes de Córdoba”. Distribuía generosamente recursos a sus soldados a través de personas de confianza. Ante las peticiones, respondía que no le correspondía conceder o prohibir, sino a la comunidad, de la cual él era un hombre de confianza. En asuntos importantes, consultaba a los visires.
Abū-l-Ḥazm Ŷahwar inauguró un sistema de gobierno de apariencia republicana, aunque en realidad su poder era ilimitado. La asamblea de visires nunca se opuso a sus opiniones. Los visires actuaban como figuras decorativas de un gobierno democrático solo en apariencia. Abū-l-Ḥazm delegó las responsabilidades de gobierno en los visires, aparentando no tomar decisiones sin su conformidad unánime. Esta estrategia evitó disensiones y dio estabilidad a su gobierno, sin despertar la envidia de sus iguales, quienes continuaron con sus costumbres anteriores, mezclándose con la gente y participando en la vida social. Esta conducta incrementó su popularidad y reforzó su autoridad.
Sus 12 años de gobierno
Su gobierno paternalista duró doce años. Expulsó a la mayoría de los militares beréberes, reemplazándolos con una milicia urbana reclutada entre artesanos y comerciantes. Según al-Dabbī, sus soldadas se convirtieron en la base de su capital, generando beneficios e incrementando el nivel económico de Córdoba. Puso fin a los saqueos de palacios, encargando su custodia a la guardia palatina y a tropas mercenarias, sin trasladarse a vivir en ellos.
También prohibió el consumo de bebidas alcohólicas y desterró a los delatores y nombró testigos instrumentales con sueldo. Expulsó a los curanderos y ordenó que un consejo de expertos examinara a quienes pretendieran ejercer la medicina. Para garantizar la seguridad, ciertos visires eran responsables de los barrios, con fuerzas policiales disponibles día y noche. Se cerraron las puertas de barrios y mercados para evitar desórdenes nocturnos y robos, mientras patrullas recorrían las calles. Suavizó las penas de la ley islámica (šarī‘a), considerando que una política de moderación pacificaría la ciudad.
Simultáneamente, se aseguró de que los fondos del Estado no se malgastaran. Se asignó un salario mensual, al igual que a los visires, quienes cobraban del tesoro público sin derecho a suplementos. No convirtió su casa en almacén del erario, como hacían los califas, sino que ordenó que se custodiara en otro lugar por hombres de confianza con una contabilidad minuciosa.
Estas medidas resultaron en convertir a Córdoba en una ciudad pacificada y segura. Una política exterior amistosa con las taifas vecinas trajo prosperidad y nuevos habitantes a Córdoba. La inmigración activó la economía, con la compra de terrenos y la reconstrucción de barrios, aumentando el valor de los bienes y las casas. Se activó el comercio, se llenaron los zocos y hubo bienestar general.
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En 1036, Muhammad b. ‘Abbād, rey de Sevilla, proclamó a un falso califa Hišām II y exigió reconocimiento. Abū-l-Ḥazm Yahwar se vio obligado a reconocerlo por presión de los cordobeses. Envió emisarios para verificar la identidad del califa, pero no pudieron confirmarla. Cuando el rey sevillano intentó instalar a su califa en Córdoba, Abū-l-Ḥazm y los cordobeses le negaron la entrada.
La taifa gobernada por Abū-l-Ḥazm Ŷahwar se extendía más allá del alfoz de Córdoba. Intentó unificar el país dividido en taifas, pero sin éxito. Implementó una política exterior para evitar la absorción de Córdoba por taifas más poderosas, como Sevilla o Toledo, y reforzó las defensas.
Para prevenir conquistas, distribuyó armas entre la población civil. Dada la insuficiencia de la fuerza militar cordobesa, optó por una política de paz y moderación, empleando la diplomacia. Logró armonía con los beréberes y estableció relaciones económicas provechosas. Medió en disputas entre taifas. Mantuvo a Córdoba apartada de las rivalidades entre reyes de taifas y la convirtió en refugio para régulos y príncipes destronados.
Ibn Ḥayyān resumió la situación de Córdoba, destacando la modestia y sobriedad de Abū-l-Ḥazm. Abū-l-Ḥazm murió la noche de agosto de 1043. Abū-l-Ḥazm Ŷahwar no nombró sucesor. Sin embargo, los cordobeses entregaron el mando a su hijo Abū-l-Walīd Muḥammad b. Ŷahwar, quien mantuvo las políticas de su padre.
El hijo se mantuvo en el gobierno otros 21 años más. El cargo fue heredado por sus otros dos hijos, que se enfrentaron en una guerra. Esta lucha fratricida fue la que puso fin al periodo republicano islámico. La ciudad fue ocupada por el rey taifa de Sevilla, que la incorporó a sus posesiones.
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