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21 de marzo de 2025 20:02 h

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Cuando Federico García Lorca desembarcó en La Habana en marzo de 1930, su viaje estaba previsto para una semana. Pasó allí 98 días que fueron, con bastante probabilidad, los más felices de sus últimos años de vida. Esa es la premisa del documental Lorca en La Habana, codirigido por el cineasta, productor y guionista, José Antonio Torres y por el escritor y profesor Antonio Manuel, estrenado el pasado viernes en el Festival de Cine de Málaga.

Un documental forjado en Córdoba, gracias al impulso de Antonio Manuel, que vio claro su viabilidad a raíz de la oportunidad que tuvo de prologar el libro Lorca y Cuba, todas las aguas, del investigador cubano Urbano Martínez Carmenate, reeditado hace unos años por Utopía Libros. Aquellos textos despertaron en él la necesidad de contar la historia poco conocida de un Federico distinto, el que encontró luz y vitalidad en la isla caribeña después de asistir a la crudeza del capitalismo estadounidense.

“La estancia de Federico en Nueva York y en Cuba son la cara y la cruz de la misma moneda,” explica el escritor cordobés en una entrevista con Cordópolis, días antes del estreno en el Festival de Málaga. Antonio Manuel, que ha codirigido y guionizado la cinta, apunta que, mientras que Estados Unidos, el poeta contempló la devastación del crack del 29 y la dureza del capitalismo, en La Habana, en cambio, se encontró con un mundo lleno de vida, una realidad que le recordaba a la Andalucía que dejó atrás, con un trasfondo político y social similar.

Porque, frente a la soledad y la barrera del idioma que le impedía relacionarse en plenitud en Nueva York, en Cuba se rodeó pronto de intelectuales de primer nivel que combatían la dictadura de Gerardo Machado. Allí, Lorca conoció a figuras como Juan Marinello, Nicolás Guillén, la familia Loynaz y Lezama Lima, con quienes compartió largas noches de diálogo y arte. Pero sobre todo, vivió. Apenas escribió en esos meses porque se dedicó a disfrutar de la cultura, la música y el ambiente bohemio de la isla.

Una Cuba que habla de Lorca

Para plasmar esta experiencia en imágenes, Lorca en La Habana ha buscado un enfoque distinto. “Queríamos que fuera Cuba la que hablara de Lorca,” comenta Antonio Manuel. Por ello, el documental está protagonizado por voces cubanas que evocan su recuerdo, acompañadas de un actor que interpreta al poeta en una obra de teatro dentro del film.

Así, la ficción y la realidad se entrelazan en la película a través de entrevistas dramatizadas con personajes que conocieron a Lorca, mientras que el actor Javier Jiménez Noia encarna al poeta también en una escena clave, presa ya de la mitología popular: la noche antes de su último viaje a Granada.

“Lorca necesitaba 250 pesetas si quería ir a Granada. Y esas 250 pesetas se las presta el diplomático cubano José María Chacón. Esa carga de culpa la tuvo toda la vida. Es decir, él viaja a Granada con el dinero que le dio José María Chacón. Y en la película, se plantea el debate que pudo haber en esa habitación. Sobre si se viste con el traje blanco y con ese dinero se va a Cuba y salva la vida, o si se viste con el traje negro y viaja a Granada a morir”, relata Antonio Manuel sobre una película que, a la vez, rescata imágenes de archivo que muestran al poeta tremendamente feliz en La Habana.

La ucronía de la huida a Cuba

Esa ucronía, esa posible historia alternativa, es uno de los interrogantes más relevantes surgidos a partir de la película. En este ámbito, el escritor cordobés recuerda que, mientras en España, el nombre de Lorca fue censurado durante cuatro décadas, en la isla caribeña su legado se mantuvo vivo. “El pueblo cubano reivindicó a Federico cuando en España estaba silenciado,” afirma Antonio Manuel.

Por eso mismo, la película algunos episodios que demuestran el amor de Cuba por Lorca, como la reacción del público habanero al enterarse de su muerte, que tuvo lugar tras una representación de Bodas de sangre, en la que el teatro entero aplaudió en su honor y recitó sus versos en las calles. O su llegada la isla, en la que lo primero que escuchó al bajar del barco fueron los versos cantados de La morena trinidad, una melodía que le era familiar gracias a su madre, que amaba esa habanera.

La máscara rota

Anécdotas de un viaje que también le sirvió para desprenderse de la máscara y mostrarse en plenitud sexual. Es otro aspecto clave de la cinta para Antonio Manuel, que relata que Federico vivió la homosexualidad en Cuba con una libertad inusitada que no tenía en España. “De hecho, hay una anécdota fabulosa de cuando sale de Cuba: Federico vuelve a España a través de Estados Unidos y allí van a recibirlo unas periodistas amigas que, al verlo, le comentan que parece más masculinizado. Y lo que estaban diciendo es justo lo contrario, que volvía incluso más afeminado”, sonríe el intelectual.

Por encima de todo -continúa-, Lorca en La Habana es una exaltación del humanismo. “En tiempos de barbarie, defender el humanismo es una bandera libertaria y rebelde”, reflexiona Antonio Manuel, quien insiste en que tanto la poesía como la propia vida de Lorca siguen siendo hoy algo revolucionario.

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