Escrito en el cielo

La teoría de la literatura tiene múltiples corrientes para llegar a entender un texto. Son, en realidad, perspectivas. Y cada cual puede estar más o menos de acuerdo según con cuál se siente más cercano pero no hay una limitación que decrete que una es mejor que otra.
Así que en este mundo en el que todo cambia a pasos agigantados y donde ya apenas hay teorías que valgan para aferrarse a ellas como una certeza inamovible, hay quien busca interpretaciones donde, en realidad, siempre hemos mirado, aunque quizás con el desdén propio de nuestra soberbia empírica, sin poner la atención suficiente: el cielo. ¿Y por qué no van a ser válidas estas nuevas perspectivas en un mundo roto?
Hay una autora argentina, Claudia Aboaf, que antes de ser escritora fue astróloga. Fundó Casa XI en Buenos Aires, un centro de formación dedicado a esta disciplina que lleva décadas funcionando con cada vez más éxito de público. No es una coincidencia: los humanos, sin brújula, estamos buscando otras señales que expliquen hacia dónde nos estamos dirigiendo.
En 2019-2020 pasaron cosas en el cielo, tal y como cuenta la autora en su libro Astrología y literatura, publicado por Lumen allá en el sur del mundo. Explica algo que pudimos ver con crudeza y tenemos delante cada día aunque no queramos mirar: que el mundo está roto, al menos el que conocíamos. Lo que pasó fue que Plutón y Saturno se juntaron en la constelación de Capricornio: es lo que se llama conjunción. El resultado fue “un espejo celeste que muestra el estado de nuestro rostro terreno: una sociedad desigual en un mundo roto”, según ella misma escribe. ¿No es así?, ¿no ocurrió algo, la pandemia, que puso al descubierto las costuras de un traje que ya no nos sirve como sistema social?
A partir de ahí la autora instala un nuevo método de análisis para la literatura y para quienes producen esa literatura, en un sentido expandido: no sólo de novelas vive el hombre. De hecho, el arte en un sentido amplio tiene que ver con abrir la mente y no hay nada más fuerte para lograrlo que instaurar nuevos lenguajes. Y eso en la literatura argentina es bastante frecuente. En todo caso, la autora aquí se centra en dos pares de creadores: Jorge Luis Borges y Xul Solar por un lado y, por el otro, Silvina Ocampo y Alejandra Pizarnik. A partir del análisis de sus respectivas cartas natales genera unos diálogos cósmicos interesantísimos que explican mucho del porqué de su manera de crear que, obviamente, está ligada a su manera de ser y estar en el mundo.
La relación tortuosa entre Pizarnik y Ocampo pone los pelos de punta y da grandes pautas de sus razones y sus consecuencias fatales. Pero también así descubrimos una amistad hermosa entre un Xul Solar casi desconocido en su época pero ampliamente admirado por el gran Borges: convencido, a pesar del silencio institucional, de que su amigo Xul Solar era un genio en potencia. Precisamente porque era capaz de crear mundos, algo que en este momento de retroceso imaginal en el que nos encontramos, es revelador:
“…nuestra cobardía y nuestra desidia tienen la culpa de que el mañana y el ayer sean iguales y que la imaginación y el amor podrían transformar el universo en el espacio de un segundo, si verdaderamente lo quisieran, y que el paraíso ya está aquí”.
Ya que estamos empezando un año nuevo tan brutal en lo político, yo pido que seamos capaces de abrir la mente y, como dijo Borges al hablar de su amigo Xul Solar, que sepamos transformar el universo en el espacio de un segundo porque, si quisiéramos, el paraíso podría ser nuestro. Pero hay que querer y, para querer, toca ser revolucionario. Como la lectura de este libro de Claudia Aboaf que ojalá llegue a España próximamente, aunque deberíamos ser capaces, antes, de chocar contra nuestro propio suelo y, como un reflejo lunar, mirar hacia arriba para entender por fin que en el piso no hay mucho más de lo que venimos machacando en los últimos tiempos. Y no crece la hierba. Hay que buscar otras vías o nuestra imaginación morirá en la tecnoutopía que ya nos atrapa.