¿Cuánto es mucho sexo gay?
El lunes pasado Javier Milei posteó en su cuenta de Instagram un meme en el que comparaba a “la sociedad ideal progre” con una prisión:
Más allá de la sensación vergonzosa de que el presidente de la nación exprese estas ideas y de este modo (sentimiento que no terminamos de normalizar, para bien o para mal), hay que reconocer que el posteo tiene su ingenio. Se vale de un recurso común de muchos memes que consiste en listar similitudes, por lo general forzadas, entre dos cosas. Acá un ejemplo que circuló estos días en relación al escándalo de Alberto Fernández:
Comparativa de Alberto Fernández con un “músico indie genérico” (estereotipación de los músicos independientes como perpetradores de la violencia de género, producida por casos como el de Miguel Del Pópolo de La ola que quería ser chau o Cristian Aldana –también ex candidato a diputado por el Frente Para la Victoria– de El Otro Yo).
El escándalo de Alberto viene a colación por mucho más que la similitud de estos memes. La publicación de Milei es parte de un tándem de tweets y otras expresiones del Presidente y sus allegados sobre el fraudulento progresismo, tal como ellos lo ven, expuesto por este episodio que involucra al ex mandatario, tal y como ellos lo entienden.
Tweet de Javier Milei del 10 de agosto en el que aprovecha para meter todo en la misma bolsa: la violencia de género de Alberto Fernández, la interrupción voluntaria del embarazo, las críticas a su propio estilo cuasi-fascista de conducción política.
Este enfoque plantea que la impostura del expresidente descubre la de todo el progresismo –léase el conjunto de actores sociales y políticos, así como las ideas que promueven la perspectiva de género y políticas por la igualdad–. El meme anterior, de los músicos indie, recaba un poco más sutilmente y con ingenio en un imaginario similar, el del “aliado”, estereotipo del varón que imposta su apoyo a la causa feminista solamente para tener sexo (que si bien existen, este estereotipo sirve a la idea masculinista de que ningún hombre puede apoyar sinceramente al feminismo, de que toda colaboración con este es necesariamente deshonesta).
La construcción maniquea de Milei y los suyos va más allá, exaltando a su propio espacio e ideas como las “correctas”, un razonamiento que recuerda a aquel diálogo de Seinfeld en el que este le dice a su amigo George: “Si cada instinto que tenés está mal, entonces lo opuesto tiene que estar bien”. Sobre la misma lógica maniquea de un gag televisivo construye sus antinomias políticas el Presidente de la Nación.
En este nuevo posteo (el de la prisión), Milei apuntala esta idea de lo opuesto con la imagen de una cárcel, la antinomia de su concepto insignia “la libertad”. Si ellos (el Gobierno) encarnan la libertad, entonces el progresismo no puede ser otra cosa que una cárcel, consigna que se desglosa en los siguientes puntos, verosímiles para su público y detractores del progresismo en general (que están en alza, espantados por los sucesos recientes pero que ya venían tomando envión de antes):
- “No hay que trabajar” (alusión a los “planeros” y “ñoquis”)
- “Vivienda gratis” (quizás haga referencia a las tomas de propiedad privada por movimientos sociales y pueblos originarios, aunque es difícil de discernir. Tampoco ha habido mucho acceso a la vivienda que digamos en estos últimos gobiernos)
- “Salud gratis” (salud pública, o sea)
- “Educación gratis” (idem)
- “Servicios gratis” (se debe referir a las tarifas, que por pragmatismo él mantiene retrasadas para que no se dispare la inflación)
- “Mucho sexo gay” (a continuación hablaremos de este punto)
- “Todos reciben el mismo trato” (se referirá a la supuesta antimeritocracia que denunciaba el macrismo en 2016, quizás)
- “Todos son económicamente iguales” (un cliché sobre el comunismo que no está ni ha estado en el debate público local, ni siquiera en referentes del trotskismo)
- “Solo aquellos pertenecientes a las fuerzas tienen armas” (también vamos a desarrollar más en detalle de esto)
Pieza circulada durante el último tramo de la campaña, el año pasado, por referentes de La Libertad Avanza, cuando al parecer la salud y educación públicas no eran parte de un ideal carcelario de sociedad progresista. Las cosas cambian.
Desdecirse (o en el mejor de los casos, traer ambigüedad sobre cosas previamente dichas) es un privilegio que Milei parece ostentar como efecto del descrédito creciente del mainstream político, ese que Alberto representa mejor que nadie. En esta última expresión del presidente vemos, además del retorno de su repertorio anti-derechos –convenientemente suspendido en el final de la campaña–, la homofobia que caracteriza a muchos de sus seguidores más altisonantes y una sugerencia preocupante: la de que no sean “solo aquellos pertenecientes a las fuerzas” quienes puedan “tener armas”. O sea, la libre tenencia de armas (en la misma pieza en la que polariza con el “sexo gay”).
La libre tenencia de armas por parte de civiles es una de las demandas históricas del republicanismo en Estados Unidos, que continúa con la actual candidatura de Donald Trump, como nos recuerda desde su cuenta de Twitter (no le voy a decir “X”), Elon Musk, partidario del ex presidente yanqui y promotor de Milei:
Elon Musk, aliado internacional de Milei, expresó hace poco en Twitter que “lo primero que hace un dictador es prohibir la tenencia de armas” (en relación a Venezuela, pero lo expone como una máxima universal). Como en el meme de Milei, la portación de armas correlaciona con la libertad, en oposición a las dictaduras progresistas y sus ideales carcelarios de vida.
Usuarios del progresismo salieron a responder con ironía y reafirmar las maravillas de todo lo que el posteo del presidente presenta como un mal, recontextualizando el listado de la imagen de Milei:
Infaltable el meme del Chad que sirve para reafirmar con ironía y contundencia todo lo que un adversario político denuncia como inmoral o ilógico.
La reutilización irónica del contenido compartido por el Presidente tuvo su peak moment con la frase “Mucho sexo gay”, que fue objeto de muchas burlas. Aunque pronunciada con el sentido claramente homofóbico de que la homosexualidad es un placer impuesto a personas que no son libres (en otras versiones de este prejuicio que no han sido ajenas a funcionarios de este gobierno se pueden encontrar metáforas como la de la enfermedad o el mal gusto), la frase causó gracia a muchos usuarios que empezaron a usarla irónicamente.
También generó respuestas más serias, como la del periodista Luis Novaresio:
Aunque su mensaje y su reivindicación de una política más inclusiva sean muy loables no deja de ser una compartida de “la ocurrencia” del Presidente a un millón de seguidores, posiblemente más interesados –en este clima de opinión– por antagonizar con el progresismo, posiblemente propensos a opiniones del tipo “ok, no está bueno lo que dice de los gays, pero en todo lo otro algo de razón tiene”. Ahí es donde te agarran. Se trata de cadenas equivalenciales, como decía Ernesto Laclau: una serie de demandas que se concatenan al mismo punto nodal, en este caso la idea de libertad y la identidad antiprogresista, que se está poniendo cada vez más de moda, incluso entre gente del panperonismo. Lo gay estaría quedando del otro lado del cerco de alianzas ultraconservadoras que propone el gobierno, donde puede ser tolerable como identidad siempre y cuando no lo muestren públicamente. En ese sentido se expresaron usuarios en redes en relación a Novaresio, incluso retomando al propio Milei.
Quizás por eso la redacción de este punto haya sido con el cuantificador “mucho”. No es que el “sexo gay” esté mal, pero que no sea “mucho”. El clima de violencia que promueve el Presidente es notable y ya está mucho más allá de cualquier argumento sobre la representación de los humores sociales. Sí, es cierto que Milei canalizó la bronca preexistente de una ciudadanía muy empobrecida y deteriorada por el fracaso económico y político de los últimos gobiernos, pero ir en contra de minorías como la comunidad gay no tiene nada que ver con eso y simplemente busca avivar en su base masculina de partidarios y promotores intensos esa animosidad beligerante que los anima a dominar conversaciones en las redes sociales, a expulsar toda expresión de disenso y disidencia todavía existentes en Twitter, territorio que el gobierno peca de confundir con la realidad.
Como siempre, el humor y la reapropiación irónica son herramientas útiles para combatir la avanzada reaccionaria, conservadora y excluyente. Lo que pareciera perfilarse como valores contrapuestos en esta disputa es una antinomia entre la ética del deber ser (paradójicamente atada a la idea de “libertad” que promueve el gobierno) y la del poder ser, que aunque esté atravesando una notoria crisis de representación institucional y política sigue viva y vibrante en las bases de una sociedad que también afirma su derecho a tener todo el sexo gay que quiera.
NC/DTC
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