Entrevista
Jaime Coello, ambientalista: “Canarias se dispara un tiro en el pie cada vez que permite proyectos que destruyen su patrimonio único”
Jaime Coello Bravo, titulado en Derecho y máster en Política y Gestión Medioambiental, es natural de Puerto de la Cruz, municipio del norte de Tenerife, y lleva muy dentro, y desde chico, se puede decir, lo del activismo vinculado a la conservación de la naturaleza en Canarias. Su abuelo materno fue el prestigioso científico y geólogo Telesforo Bravo y su padre, Juan Coello, también sobresalió en el mismo ámbito profesional. Ambos ocuparon, abuelo y padre, puestos en los patronatos de los parques nacionales de Caldera de Taburiente, el Teide y Garajonay, y a ambos se les recuerda como grandes defensores del medioambiente y la naturaleza en las islas.
En la actualidad, Jaime Coello es el director y portavoz de la Fundación Telesforo Bravo-Juan Coello, función no remunerada y que desarrolla tras su paso por la política: fue concejal del grupo de Gobierno de Puerto de la Cruz (2007-2009), mandato que inició en el PSOE y terminó como edil no adscrito. Luego, se presentó a las siguientes elecciones con un nuevo partido local: Vecinos por el Puerto.
En esta entrevista, Coello responde a preguntas muy directas relacionadas con los principales acontecimientos ocurridos en 2024 con impacto en el medioambiente de las islas, y a la vez reflexiona sobre lo no conseguido (o lo logrado) en este año ya finiquitado en el ámbito de la sostenibilidad, de manera central en su vertiente ambiental. El balance no puede ser más preocupante: “Estamos ante un claro retroceso en la situación ambiental del archipiélago. El último indicio de este desastre es la aprobación por todos los grupos políticos del Cabildo de Tenerife del circuito del motor, lo cual demuestra dónde están las prioridades de nuestros gestores públicos”.
Hace poco más de un año, en septiembre de 2023, tras el gran incendio forestal del verano de ese año en Tenerife y en una conversación para este mismo periódico digital, usted analizó con cierto detalle la situación de esta misma isla y de Canarias en general en lo que respecta a la conservación del patrimonio natural y a algo muy relevante de cara al futuro medioambiental de este archipiélago: la apuesta real por una sostenibilidad integral. Aparte de la recuperación, poco a poco, del territorio incendiado, ¿qué otras cuestiones usted destacaría, tanto para bien como para mal, o sea, los avances en la línea correcta y los retrocesos?
Respecto a los incendios, me preocupa lo rápido que nos olvidamos de que estos se producen y la falta de políticas activas de sensibilización dirigidas a la población en general y de trabajo específico con las personas que viven en las zonas rurales de Canarias, las que están en contacto con nuestros montes. Las medianías están abandonadas y muchas personas que habitan en ellas ven las políticas de protección ambiental como enemigas de su legítimo deseo de satisfacer sus necesidades y tener calidad de vida, pero no se hace nada para revertir esa percepción porque falta la presencia de los cabildos en esos ámbitos.
Una vez ocupadas las costas, el abandono de la agricultura, generado por múltiples factores, pero agravado por la falta de apoyo público, está sirviendo de vía para la ocupación del suelo rústico, con caravanas, contenedores, yurtas y, una vez pasa el tiempo suficiente, por edificaciones. Los ayuntamientos normalmente miran a otro lado, incluso cuando observan que terrenos destinados a la producción agrícola son construidos y un número significativo de estas construcciones se dedican al turismo vacacional.
“Nuestros gobernantes pregonan mucha sostenibilidad, pero practican políticas de tierra quemada y especulación pura y dura”
Si añadimos a esa ocupación del suelo agrario, los numerosos proyectos turísticos en marcha plagados de irregularidades, sin que las administraciones públicas encargadas de defender nuestro patrimonio natural hagan nada por evitarlo; los vertidos al subsuelo y al mar, que siguen sin solucionarse, y el modelo elegido de renovables, basado en la implantación indiscriminada y extensiva en suelos de alto valor natural, en muchos casos… Todo eso nos indica que estamos ante un claro retroceso en la situación ambiental del archipiélago. El último indicio de este desastre es la aprobación por todos los grupos políticos del Cabildo de Tenerife del circuito del motor, lo cual demuestra dónde están las prioridades de nuestros gestores públicos. Pregonan mucha sostenibilidad, pero practican políticas de tierra quemada y de especulación pura y dura.
Parece claro, y así lo muestran muchos datos objetivos y oficiales que se sirven días tras día, que el crecimiento continuo del turismo en Canarias en los dos últimos años (2024 se va a cerrar con otro récord histórico, tras el de 2023, y con casi dos millones más de visitantes, hasta alcanzar quizá los 18 millones anuales), sobre todo en las islas más acaparadoras de llegadas, las cuatro ya bien conocidas, poco contribuye a la conservación del patrimonio natural, pero sí, y mucho, a superar la capacidad de carga de determinados espacios naturales, rurales, costeros e incluso urbanos. Cualquiera que se mueva por las islas sufre esa situación con claridad. En este aspecto, ¿qué es lo que más le preocupa: que poco o nada de interés y de forma estructural, por ahora, se haya hecho para contener tal masificación, al menos parcial, y su impacto real en el deterioro de las islas, y/o que no existan proyectos político-administrativos en curso, con acciones a corto o medio plazo, que pongan freno a esa dinámica, lenta pero observable ya en muchos rincones, también en el parque nacional del Teide?
No me sorprende que hasta ahora no se haya hecho nada para frenar ese desatino, que se está llevando por delante lo más importante que tenemos: nuestro patrimonio natural. Los grupos políticos que han gobernado en Canarias y en las diferentes islas han favorecido y siguen favoreciendo intereses muy particulares, totalmente alejados del interés general. Ha primado, además, el insularismo y el municipalismo frente a una idea equilibrada de archipiélago basada en su esencia y realidad. Las islas son territorialmente pequeñas, están aisladas entre sí y del continente y sus ecosistemas son frágiles. Todas estas circunstancias se resumen en la idea de un territorio limitado. Pero nuestros gobernantes han actuado como si no tuviéramos límites, generando una verdadera tormenta perfecta de superpoblación, destrucción del patrimonio natural, ocupación extensiva de suelo, dependencia de una actividad turística que se ha convertido en casi la única y dependencia absoluta de los productos que proceden del exterior.
La pandemia de la COVID supuso una oportunidad perfecta para reorientar nuestra actividad económica y equilibrar nuestra excesiva dependencia del turismo. Esa oportunidad se aprovechó en lugares con problemas similares a los de Canarias, pero no aquí. Por lo tanto, tampoco me sorprende la ausencia de proyectos político-administrativos para revertir esta situación. Nuestros políticos, de los partidos actualmente representados en la mayor parte de las instituciones públicas, no creen en otro modelo diferente del actual, basado en el cortoplacismo y la explotación de nuestros recursos naturales hasta el colapso. De este colapso, no estamos muy lejos en algunas islas de Canarias: ya se ha alcanzado en algunos ámbitos, como, por ejemplo, el parque nacional del Teide. Lo único que puede contribuir a cambiar las cosas es una movilización masiva de las gentes que habitamos las islas, pero nuestras administraciones públicas se han preocupado de controlar y desarticular a la sociedad civil. Luego, la precariedad económica y social que se vive en Canarias hace el resto para mantener a muchas personas amordazadas y pasivas.
Algún proyecto regional hay, aunque no del todo desarrollado, como es el caso de la Agenda Canaria 2030. ¿Qué opina de este marco de actuación regional, qué implicación ha habido desde el sector conservacionista local en el avance de los objetivos de esa Agenda y qué logros, si los hubiera, ya se pueden reconocer en las islas? ¿Cree que las administraciones públicas canarias apuestan con fuerza y de verdad en este momento por una sostenibilidad integral?
La Agenda Canaria 2030 es un ejemplo más de cómo el marketing verde o greenwashing está enmascarando los graves problemas ambientales y sociales que tiene Canarias. Se trata de una iniciativa unidireccional, carente de contenido y realizada a espaldas del sector conservacionista. Con gran pena, tengo que decir que no veo logros ni avances, y no puede haberlos mientras sigamos apostando por incrementar el número de turistas y no hagamos nada para evitar el establecimiento de los miles de personas, ciudadanos comunitarios en su mayoría, que adquieren un altísimo porcentaje de las viviendas en venta en Canarias y provocan que la isla de Tenerife haya crecido en más de 10.000 habitantes en 2024. Solo basta con hacer una lectura superficial de las famosas 51 medidas adoptadas por el Gobierno de Canarias en el marco de lo que han venido a llamar “reto demográfico” para comprobar cuáles son estas prioridades.
“El último indicio del desastre ambiental en Canarias es la aprobación por todos los grupos políticos del Cabildo de Tenerife del circuito del motor”
El descontrol turístico, al menos en lo que respecta a la movilidad sin limitaciones de muchos visitantes en los espacios isla, implica muchas veces la expulsión del local de esos lugares, sobre todo porque la visita y el disfrute se hacen imposibles con tanta gente. Hay muchos ejemplos: el Teide, el macizo de Anaga, rincones del litoral hasta ahora no antropizados y hoy invadidos por coches de alquiler y gran número de personas. Usted, que seguro conoce las actuaciones en curso de las administraciones públicas para frenar esos desajustes, de manera especial las de los cabildos, ¿cuáles destacaría como interesantes?
A mi juicio, las únicas interesantes tienen que ver con el estudio de la capacidad de carga de cada lugar, con el establecimiento de un número máximo de visitantes acorde a esa capacidad de carga y con el cobro de una cantidad para acceder a esos espacios y que lo recaudado sea destinado a su conservación. Además, quiero destacar la necesidad de que haya una plantilla de informadores y vigilantes dimensionada en función de la cantidad de personas que visitan esos espacios. Hasta ahora no conozco lugar alguno en Canarias donde esto se haga. Existen iniciativas que adoptan algunas de estas medidas, pero no todas en su conjunto.
Si las soluciones no llegan, no son eficaces o, como ocurre a veces, ni se aplican o sencillamente no existen, ¿a qué nos atenemos; qué se puede esperar como resultado? ¿Puede usted mostrarnos algunos ejemplos claros de esos efectos negativos en Tenerife u otras islas, con propuestas que desde el sector conservacionista se hayan planteado para evitarlos?
El resultado es un deterioro progresivo de las islas, no solo ambiental, sino también social, que, como ya he dicho, puede conducir al colapso. En Tenerife, estamos muy cerca del colapso circulatorio y sanitario y, en algunos espacios naturales, del colapso ambiental. Un ejemplo claro es el parque nacional del Teide. Lo vivido estos días, con ocasión de la reciente nevada, es un síntoma más de la enfermedad que se padece y que desde el Cabildo quieren solucionar con parches. Las conductas incívicas quedan impunes, existe la percepción de que cada uno puede hacer lo que quiera arriba, la calidad de la visita es inexistente por los miles y miles de personas que acceden en vehículos privados, y colectivos como el de los alpinistas, respetuosos con el medioambiente, no han podido practicar su actividad por la adopción de medidas improvisadas.
Llevamos años esperando un Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) que ayude a solucionar este desastre de gestión, pero Gobierno de Canarias y Cabildo de Tenerife, gobernados por partidos de uno y otro signo en los últimos seis años, han retrasado su aprobación. Desde el sector conservacionista para el caso del Teide, hemos propuesto el establecimiento de un número máximo de visitantes por franja horaria y ámbito, intercambiadores de transporte en La Esperanza, La Orotava, Vilaflor y Guía de Isora (en las cercanías de los núcleos urbanos, no en la Corona Forestal), y el establecimiento de un sistema de guaguas que lleven a la gente arriba, de manera que se elimine el acceso del vehículo privado, además de un número máximo de guaguas de turismo. Parte de estas propuestas están planificadas pero no ejecutadas, y el resultado está a la vista.
El Cabildo de Tenerife, ahora con gobierno de CC-PP, tiene claro que el parque nacional del Teide, aparte de ser un espacio natural con el máximo nivel de conservación en España y el mundo (Patrimonio Mundial desde 2007), es, a su vez y de manera singular, un recurso clave para hacer política. ¿Piensa usted lo mismo? ¿Esto hoy está ocurriendo (o incluso ya había ocurrido) con el Teide, tanto por lo visto tras el gran incendio forestal como por la forma de actuar cuando se anuncian medidas coyunturales de control en el parque nacional, no siempre muy solventes?
La realidad es que, a día de hoy, el parque nacional del Teide, con la gestión actual, no merece ser Patrimonio Mundial ni Diploma Europeo, y no parece un parque nacional, sino un parque temático o recreativo. Sin embargo, nuestros políticos lo usan como bandera de enganche y recurren a él cada vez que pueden para hacer propaganda y usarlo con fines electorales. El “padre Teide” vende mucho y se les llena la boca diciendo que es la “joya de la corona” de los espacios naturales de Tenerife, cuando realmente es una vaca o cabra que solo sirve para ordeñar. El parque nacional del Teide es hoy un inmenso negocio, con el que unos pocos se están enriqueciendo, mientras que sus valores naturales se van deteriorando cada vez más.
La Ley de Parques Nacionales dice muy claro que la prioridad tiene que ser la conservación de la naturaleza en los lugares así declarados. Solo hace falta subir cualquier día, a cualquier hora del día o de la noche, para comprobar que eso en el Teide no se cumple. Las medidas de control son fuegos de artificio, improvisadas, muy localizadas en torno al Teide y Pico Viejo, pero no responden a una planificación integral. El Cabildo tampoco quiere reconocer que el teleférico del Teide es un gran problema y genera muchos problemas de uso público en el parque nacional porque obtiene un gran rendimiento económico por su explotación.
“En Tenerife, estamos muy cerca del colapso circulatorio y sanitario y, en algunos espacios naturales, del colapso ambiental. El Teide es un ejemplo”
La Fundación Canaria Telesforo Bravo-Juan Coello, que del Teide sabe mucho, y es obvio por qué, ¿qué camino considera que se debe andar de una vez para que el parque nacional del Teide no sea lo que es hoy: a veces, algo parecido a un circo; en otras ocasiones, lugares al que se accede sin controles y con quizá insuficientes medidas de seguridad, y casi siempre, un parque nacional con los lugares visitables masificados por vehículos y personas? ¿Qué modelo de gestión integral, el que incluya la conservación, la investigación, la divulgación y el disfrute de las personas defiende la Fundación?
Lo primero es poner la conservación en el centro de la gestión, y no la explotación económica. Esto supone ni más mi menos que cumplir con la normativa vigente. Creo que los gestores políticos de esta isla y del Gobierno de Canarias desconocen o prefieren ignorar los valores naturales, históricos, culturales y científicos del parque nacional. Hay enormes intereses económicos y sociales que confluyen en el parque nacional.
Muchas empresas turísticas y turoperadores quieren hacer un uso extensivo del parque; los que promueven carreras de montaña quieren convertirlo en un estadio de atletismo; los apicultores, aun contando con informes que hablan de que el exceso de colmenas está poniendo en peligro la vegetación de este espacio, quieren colocar más colmenas; los cazadores de muflones quieren que no se erradiquen para poder seguir pegando tiros arriba; muchos ciclistas quieren acceder a senderos donde hoy no se puede circular; los quads y las empresas que suben turistas para ver atardecer ocupan todos los miradores y apartaderos; el teleférico quiere explotar la instalación de día y de noche y tener cuanta más gente mejor; no hay una regulación de las empresas que suben a hacer observación de estrellas y algunas noches cada aparcamiento está ocupado por una de ellas... Hay quien incluso quiere que regresen los burros, mulos, caballos, cabras y ovejas al parque nacional y hace incursiones en él y en sus proximidades cada vez que puede.
Son muchos problemas y, ante ellos, las administraciones encargadas de la gestión se ponen de perfil o pretenden favorecer los intereses particulares de un determinado colectivo porque no quieren perder votos. Casos claros son los de los apicultores, para los que el Cabildo prefirió presentar alegaciones al PRUG y solicitar que se incremente el número de colmenas previsto, aun sabiendo que ese incremento va en contra de la conservación de la flora del parque nacional, y el de la carrera Bluetrail, promovida por el propio Cabildo contra el criterio del Organismo Autónomo de Parques Nacionales, que sostiene con razón que incumple el Plan Director que regula todos los espacios naturales del país con esa categoría. Si el Cabildo dejara claro que la conservación es lo más importante y actuara en consecuencia, mejoraría mucho la gestión del parque nacional y volvería a ser lo que nunca debió dejar de ser.
¿Canarias se puede seguir permitiendo el lujo de destrozar su entorno natural, de empeorar en algunos casos las condiciones de vida de sus residentes, de seguir construyendo en lugares donde quizá haya que proteger más el patrimonio natural, etnográfico y paisajístico? ¿Qué está (sigue) pasando y a quiénes beneficia esta dinámica, por ahora imparable? Y ya usted sabe a algunos de los casos polémicos que me refiero: Cuna del Alma, el hotel en edificación en La Tejita, el nuevo proyecto urbanizador para el litoral de Guía de Isora…
Desde luego que no. Canarias se dispara un tiro en el pie cada vez que permite nuevos proyectos que destruyen un patrimonio natural único y no renovable. Nuestros gobernantes nos están privando de nuestra riqueza, de nuestra identidad territorial, natural, etnográfica y cultural, y se la están robando a las generaciones futuras. Todos esos proyectos son un clavo más en la tapa del ataúd en el que están metiendo a nuestro archipiélago, pese a que los disfrazan de sostenibles, como Cuna del Alma, y además de interés general, como la colocación de 7.500 placas solares en las cercanías del barranco del Infierno por una empresa turística, cuando estas islas tienen una enorme superficie en las cubiertas de viviendas e infraestructuras que se pueden dedicar a ese fin.
Lo más trágico es que son nuestros gobernantes, los encargados de proteger ese patrimonio, los que promueven su destrucción o actúan en complicidad con sus destructores. A veces parece que quienes gobiernan Canarias son las patronales hoteleras y de la construcción porque las administraciones públicas responden únicamente a sus intereses. No entiendo tampoco como los hoteleros de Canarias, que se supone deberían estar interesados en mantener las islas en las mejores condiciones posibles, no se oponen a esos proyectos depredadores de nuestro medioambiente que también les perjudican a ellos. La única explicación que se me ocurre es que muchos de ellos, además de hoteleros, son constructores. Somos los que vivimos aquí los únicos que podemos hacer algo para no permitir esos desmanes y hacerle saber a nuestros políticos que deben cambiar el rumbo 180 grados.
El desenfreno turístico (y se debe entender con esta expresión que no hay límite alguno hoy en día, ni directo ni indirecto, a la presencia de visitantes, por muchos que estos sean o porque se supere la capacidad de carga de algunos espacios) puede terminar con la gallina de los huevos de oro, como se suele decir. Por ahora, esto no ocurre, pero sí es verdad que las oportunidades que este modelo desarrollista (turismo más cemento) concede a la población canaria son muy desiguales: hay una clara inequidad en el reparto de la riqueza, con presencia extensa de la pobreza, y ello se manifiesta además en la desigualdad de oportunidades. Los que nada hacen o nada conciben para mejorar esas cuestiones anteponen el crecimiento económico y la creación de empleo. ¿Seguimos igual?
La tendencia es que vamos a peor. Si bien es verdad que se han incrementado los sueldos mínimos (aunque siguen siendo de los más bajos del país), la inflación desbocada ha provocado que la población canaria sea cada vez más pobre. Si Canarias fuera un estado, seríamos el más pobre de la Unión Europea. Los niveles de exclusión social y de pobreza infantil y juvenil son insoportables, pero la mayor preocupación del Gobierno de Canarias es cómo recolocar a 6.000 menores migrantes que se han jugado la vida para escapar de la miseria. El turismo de masas genera miseria y lo seguirá haciendo mientras siga siendo de masas y el 70% de los ingresos generados por él se queden en el país de origen de los turistas. Nuestros gobernantes han fomentado que nos convirtamos en el resort de Europa y que nuestros habitantes sean los camareros y camareras de piso de Europa, pero en unas condiciones deplorables que hacen que la mayor parte de ellas vayan medicadas a trabajar.
Para cambiar esto hay que cambiar el rumbo. El turismo tiene que dejar de ser la única actividad económica de Canarias y eso solo se cambia invirtiendo muchísimo más en educación. Las personas, y no las infraestructuras o el turismo, tienen que pasar a ser el centro de las políticas públicas. La transformación económica de un país como Irlanda, con la renta per cápita más alta de la UE, se basó en gran medida en la fuerte inversión en educación.
Desde el punto de vista de la conservación medioambiental, de la conservación del patrimonio natural y otros, y de la mejor calidad de vida del residente, ¿qué decálogo de medidas propone para actuar sin más demora en el venidero 2025 y sucesivos años?
1) Las personas deben ser el centro de las políticas públicas.
2) Se debe incrementar muy sustancialmente la inversión en educación.
3) Se debe reorientar la política económica para que el turismo no sea la única actividad.
4) También se debe colocar la necesidad de preservar nuestro patrimonio y nuestros recursos naturales en el centro de las políticas públicas.
5) La conservación debe guiar la gestión de nuestros espacios naturales protegidos.
6) Hay que recuperar una planificación territorial regional e insular y evitar que los intereses municipales se impongan por encima del interés general.
7) Se debe instaurar una moratoria turística para evitar la excesiva ocupación de suelo y limitar el número de turistas que llegan a Canarias.
8) Se debe primar la rehabilitación y la puesta en circulación de viviendas vacías frente a la nueva construcción.
9) Se deben crear reservas estratégicas de suelo en las que no se pueda construir y evitar la progresiva pérdida de suelo rústico, con el objetivo de limitar la excesiva dependencia de productos agrarios del exterior.
10) Se debe implantar un impuesto turístico cuya recaudación hay que dedicar a cuestiones ambientales y sociales para paliar la negativa situación de nuestros espacios naturales y nuestras costas, el empobrecimiento de nuestra población y la crítica situación que vive la sanidad de estas islas.
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