Los dos años seguidos con precios de ruina aceleran la venta de plataneras en Canarias
Malos tiempos para la lírica en el plátano. El principal cultivo de Canarias, aún a la espera de soluciones regulatorias que puedan redirigir el futuro de esta actividad agrícola exportadora a través del control de la oferta, no las tiene todas consigo y ya son casi dos años con casi todos sus meses (menos tres de este 2024, en la primavera) soportando bajos precios de transacción en verde (primera transacción al por mayor) y con ello liquidaciones no remunerativas a los plataneros locales, en una horquilla promedio de entre 0,40 y 0,50 euros por kilo, solo para la fruta con calidad superior en cultivo convencional.
Los ingresos que las cooperativas u otras entidades comercializadoras realizan a los productores isleños por la venta de su género, que se hacen por meses, no cubren, de forma general, los costes de producción por kilo y, en muchas ocasiones, eso no se consigue ni sumando la ayuda directa que paga la Unión Europea (UE) a través del programa Posei, en torno a 0,30 euros por kilo y con pagos en dos semestres y mitades (diciembre, para el primer semestre del año en curso, esta vez, 2024, y junio de 2025, para el segundo semestre del año anterior, 2024). El coste de producción por kilo, en términos medios, puede estar entre los 0,70 y los 0,80 euros por kilo, y no todas las producciones obtenidas en las fincas son de calidad superior. Como se ve, todo muy muy justo.
Llegados a este punto, conviene explicar que del precio obtenido por la venta en verde y al por mayor al madurador peninsular las entidades comercializadoras (cooperativas y otras, como las SAT) restan por múltiples costes (transporte, logística, empaquetado; entregas a Asprocan -0,01 euros/kilo para fondo de compensación por pica y 0,013 para gastos de publicidad-; a las OPP -entre 0,006 y 0,01-, y para la póliza única de Agroseguro, con 0,006-…) entre 0,35 y 0,45 euros por kilo, lo que reduce muchísimo el ingreso que llega a la cuenta bancaria del cosechero canario cuando las cotizaciones no se estabilizan ni son elevadas para las calidades convencionales más altas, lo que significaría estar bastante por encima del euro por kilo en aquella venta en verde.
La situación descrita para el mercado del plátano, que cada vez resulta menos coyuntural y más estructural, es una de las razones, junto con otras (envejecimiento y falta de relevo generacional, aparcería, herencias, escasez y calidad del agua, mano de obra…), que están arrastrando a muchos propietarios de plataneras en Tenerife y La Palma a vender sus fincas. Así se observa, algo que antes nunca mostró tan intenso comportamiento, en los principales portales web de anuncios sobre ventas de propiedades inmobiliarias, terrenos y fincas (Mil Anuncios, Idealista…), en los que, si se realiza una búsqueda para fincas de plátanos en traspaso en Canarias, salen cientos, tanto en la principal isla productora del archipiélago, Tenerife, como en la segunda, la Isla Bonita.
Una de las razones de la existencia de esa oferta tan abrumadora es que el cultivo del plátano, al menos para muchos, ya no resulta rentable o, como señalan muchos agricultores plataneros isleños: “Llevamos dos años con precios de ruina”. Cunde la desesperación en el sector y esta sin duda conduce, previa suma de otros tantos problemas, a poner en venta los terrenos en explotación, también por las dificultades advertidas para que estos sean atendidos bajo el régimen de medianería. Si no da dinero la finca, el medianero nada quiere saber, y es lógico. No se trabaja por gusto.
Mientras esto ocurre en el ámbito platanero de las islas, la Consejería de Agricultura va a su ritmo, lento o muy lento, y sin soluciones efectivas a las guerras políticas internas que dejen hacer ajustes regulatorios en el cultivo (que se esperan en la línea de la PNL aprobada en julio de 2024), que se retrasan y retrasan como si no estuviera pasando nada en la cancha de juego. Lo que se cocina en la casa de los plataneros no es muy distinto, pues hay disputas en el seno de Asprocan: la unidad entre las seis organizaciones de productores de plátanos (OPP) en asuntos vitales brilla por su ausencia, y a ello, por si fuera poco, se une el hecho de que los que gestionan y deben poner orden en la venta de la fruta, con el punto de partida también en Asprocan, pocas medidas adoptan. Si lo hacen, nadie las conoce.
Entretanto, los agricultores andan muy atentos a que se cumpla el designio de la recuperación de los precios, algo que ya se espera con desesperación y que Asprocan anuncia una y otra vez para el pasado mañana. A día de hoy, solo se ha recibido una alegría: el pago del 50% de la ayuda directa de la UE correspondiente al ejercicio 2024, un total de 70 millones de euros, algo así como unos Reyes adelantados (es un ingreso reglado), y la sonrisa que algunos no han evitado tras el otro regalo dejado por el temporal de viento en determinadas fincas al entender que la indemnización del seguro agrícola (existe una póliza colectiva que cubre ese riesgo en todo el plátano canario, la del consorcio Agroseguro) y la posibilidad de cobro de la ayuda de la UE por la fruta destruida siempre dará más que comercializarla en la actual coyuntura de cotizaciones a la baja en la Península. Así se está: sin soluciones claras a la vista… Y ya son dos años de esta manera, con casi todos sus meses.
Del máximo jolgorio a la mayor de las tristezas
El plátano canario vivió en 2021 y 2022 sus años recientes de máxima gloria, con precios liquidados al agricultor muy buenos (daban ganancias antes de la ayuda) y con unas expectativas que hoy en día se han desvanecido por completo, sobre todo tras el inicio hace dos años de los precios ruinosos del plátano canario, algo que, salvo tres honrosos meses de 2024 (para algunos hasta cinco), se ha mantenido casi de forma lineal, no sin reconocer que la liquidación media por kilo en este 2024 será un poquitín mejor que la de 2023. Ha sido un bienio de extendida ruina y ello sin duda ha llevado a muchos productores a pensar en tirar la toalla, que es justo por lo que cada vez hay más fincas en venta y anuncios de traspaso en los portales especializados en estas tareas en internet.
La gran diferencia entre lo ocurrido en los años 2021, el del volcán en La Palma, y 2022, el del postvolcán, está en la oferta comercializada por Canarias en su casi único mercado de venta, la Península, con producciones isleñas por debajo de los 400 millones de kilos en 2021 y por debajo de los 420 millones en 2022. Sin duda, se notó el efecto de las coladas y de la erupción en la producción de fincas del Valle de Aridane.
Después de esos dos ejercicios, y seguro que motivado por las excelencias de años tan apetitosos, las decisiones adoptadas por muchos productores en las islas, sin la Consejería poner freno legal alguno (todo lo contrario, dejando hacer), han sido las de crecer y crecer (en productividad y en superficie de cultivo), y así, no sin descartar otros factores que hayan podido influir en los bajos precios generales de la oferta anual canaria (competencia de la banana, influencia del tiempo meteorológico en el corte de más kilos…), se llegó en 2023 a nada menos que 467 millones de kilos (con una destrucción de fruta, pica, de 26 millones de kilos). Esta es, por ahora, la marca histórica de producción en el archipiélago.
Tras ese récord absoluto, este 2024 también se estará muy por encima de los 420 millones de kilos. Según el avance de Asprocan, hecho antes del temporal de viento de este diciembre, se preveía cerrar el año en torno a los 450 millones de kilos. Ese cálculo seguro que se aminorará por el efecto del viento en la fruta que estaba para cortar dentro de 2024 y además tendrá sus efectos en 2025 por la platanera ya nacida que iba a parir en el nuevo año.
Las consecuencias del viento en el final de este 2024 también amortiguarán la presión existente de kilos en la oferta semanal, que estaba por encima de los ocho millones, lo que evitará la destrucción o inutilización de fruta (con destino a Banco de Alimentos, envíos a Marruecos u otros usos) con el objeto de solo conducir al mercado marcas por debajo de los ocho millones de kilos semanales.
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