La portada de mañana
Acceder
La crisis de seguridad cambia el paso a Sánchez, sin una mayoría estable
El Constitucional evidencia las maniobras del PP para instrumentalizar el Senado
Opinión - El problema es que Ayuso sigue gestionando Madrid. Por Rosa María Artal

A todos los héroes invisibles de la pandemia: gracias

0

El mundo se detuvo. Las calles quedaron vacías, los comercios cerraron, los abrazos se volvieron peligrosos. Y, sin embargo, la vida siguió. No por arte de magia, sino porque miles de personas, con jornadas interminables, con miedo, pero sin descanso, sostuvieron el mundo mientras los demás nos confinábamos.

Mientras los aplausos resonaban para el personal sanitario—merecidamente—otras profesiones esenciales quedaron invisibilizadas, aunque sin ellas el confinamiento habría sido aún más devastador. Hoy, cinco años después, quiero detenerme a recordar a todos esos héroes invisibles, aquellos que estuvieron al pie del cañón sin aplausos, sin reconocimiento, pero con un compromiso absoluto.

Lo que vi y viví

Durante esos meses, vi el agotamiento en los ojos de muchas personas. Vi la desesperación de quienes no sabían si cobrarían su siguiente nómina, si su negocio sobreviviría, si podrían seguir adelante cuando todo esto acabara. Y, al mismo tiempo, vi a personas que trabajaron más que nunca, sin horarios, sin certezas, pero con un sentido de responsabilidad enorme.

En esos meses, ayudé a mujeres del mundo rural que, de un día para otro, tuvieron que reinventarse, aprender a moverse en lo digital, crear sus propias redes y adaptarse a un futuro incierto. Vi cómo muchas encontraron en las redes sociales un salvavidas y cómo profesionales del marketing, diseñadores web, community managers y formadores digitales trabajaban sin parar para que nadie se quedara atrás.

Pero también me ayudaron a mí. Personas que estaban al otro lado del teléfono o del correo electrónico a cualquier hora, asesorando, resolviendo dudas, explicando normativas confusas, buscando soluciones. Personas que, con paciencia y un esfuerzo titánico, fueron sosteniendo el tejido económico de tantas familias y empresas.

Jornadas interminables y sacrificios invisibles

Mientras la enfermedad se propagaba y los hospitales colapsaban, hubo quienes atendieron las heridas menos visibles: el miedo, la soledad, la incertidumbre. Desde el primer día del confinamiento, miles de trabajadores esenciales se levantaron antes del amanecer y terminaron su jornada bien entrada la noche. Muchas veces sin protección adecuada, con miedo a llevar el virus a sus familias, con la angustia de saber que su esfuerzo era imprescindible, pero sin aplausos en los balcones.

El personal de limpieza y desinfección, que trabajó sin descanso para mantener seguros los espacios públicos, muchas veces sin la protección adecuada.

Los transportistas y repartidores, que recorrieron carreteras desiertas para que en nuestras casas no faltara de nada.

Los trabajadores de supermercados, agricultores y ganaderos, que garantizaron el abastecimiento de alimentos en medio del caos.

Los docentes, que tuvieron que adaptarse a la educación digital con muy pocos recursos y con una presión enorme.

Los voluntarios en refugios de animales y centros de acogida, que siguieron cuidando de los más vulnerables mientras el mundo se encerraba.

Los técnicos de telecomunicaciones, que nos mantuvieron conectados cuando más lo necesitábamos.

Los creadores de páginas web y tiendas online, los expertos en marketing digital y redes sociales, que ayudaron a tantos negocios a sobrevivir en un mundo que de repente se volvió completamente digital.

Los coach y profesionales del bienestar emocional, que fueron un apoyo silencioso pero crucial para tantas personas que luchaban contra la ansiedad y la incertidumbre.

Los periodistas y medios locales, que informaron sin descanso, luchando contra la desinformación y el miedo. 

Pero hay un grupo de profesionales que, aunque no pisaban hospitales ni supermercados, fueron esenciales para evitar el colapso económico de miles de familias y negocios. Los graduados sociales y asesores laborales pasaron noches en vela, leyendo cada nuevo decreto, tratando de entender normativas que cambiaban de un día para otro, para poder asesorar a quienes dependían de ellos.

Desde el salón de sus casas convertidos en oficinas improvisadas, trabajaron sin descanso para que empresas y trabajadores pudieran acceder a los ERTE, a los ceses de actividad, a las ayudas que les permitirían seguir adelante. Cuando el SEPE colapsó, fueron ellos quienes se enfrentaron a trámites imposibles, reclamaciones y errores administrativos. Cuando un autónomo no sabía si podría sobrevivir otro mes, fueron ellos quienes encontraron la solución.

Sin estos profesionales, el golpe habría sido aún más devastador. No estaban en primera línea, pero fueron el pilar que sostuvo la economía de un país paralizado.

Un reconocimiento que aún debemos

Años después, seguimos recordando a quienes salvaron vidas en hospitales y UCI, pero ¿qué pasa con quienes sostuvieron el resto del mundo? ¿Qué pasa con los transportistas, los reponedores, los agricultores, los docentes, los cuidadores, los asesores, los expertos digitales?

Es hora de darles el reconocimiento que merecen. Porque sin ellos, la pandemia no solo habría sido más larga y dolorosa, sino también imposible de soportar.

Si me dejo a alguien, nómbralo tú

Hoy, cuando miramos atrás, seguimos recordando a quienes salvaron vidas en hospitales y UCI, pero ¿qué pasa con quienes sostuvieron el resto del mundo? ¿Con quienes nos permitieron seguir adelante, aunque fuera en la incertidumbre?

Es hora de reconocerlos. Porque sin ellos, la pandemia no solo habría sido más larga y dolorosa, sino también imposible de soportar.

Y si me dejo a alguien, discúlpame. Pero mejor aún, nómbralo tú. Porque aún estamos a tiempo de dar las gracias.

Etiquetas
stats