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Qué pasa si llueve sobre las toneladas de cenizas acumuladas en La Palma

Canarias Ahora

4 de noviembre de 2021 15:45 h

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La lluvia llega este jueves a La Palma. En otro momento, esto no sería noticia precisamente en la isla más lluviosa de Canarias. Sin embargo, el volcán de Cumbre Vieja ha creado un ambiente que obliga a ponerse en alerta al más mínimo cambio. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) prevé lluvias débiles durante la tarde, que llegarán de máxima a dos milímetros por hora (mm/h), y también localmente moderadas que llegarán de dos a 15 mm/h. David Suárez, delegado de la Aemet en Canarias, explica que se esperan este tipo de precipitaciones en el norte y este de la isla. A priori, esto no generaría grandes daños en la parte oeste, la afectada por la erupción, si bien peligran los tejados o azoteas de las infraestructuras que tengan gruesas capas de cenizas.

El geólogo y portavoz del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), David Calvo, explica que cuando la ceniza se empapa “adquiere un peso bestial” y puede propiciar la caída de estructuras debilitadas donde haya acumulación del material compuesto por finas partículas de roca y mineral que escupe el volcán. También pueden alcanzar el alcantarillado si el agua corre por las calles, pero se trata de algo “secundario” en el escenario previsto por la Aemet. “No hay nivel suficiente para que se produzcan riadas”, añade Calvo, una situación que sería mucho más preocupante.

¿Qué pasaría si llegase una segunda Filomena?

La tormenta atlántica empapó La Palma por completo, con lluvias intensas e intermitentes; en algunos puntos alcanzó los 41 litros por metro cuadrado en una hora durante el pasado enero. En el hipotético caso de que llegase otra tormenta como durante la erupción volcánica, se generarían distintos episodios en función del suelo en el que caigan lluvias intensas. El ingeniero forestal y director técnico de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria, Federico Grillo, explica que en La Palma hay tres tipos: el de las coladas, las zonas forestales y el terreno sin vegetación. 

Grillo, respetado y aplaudido durante la gestión al frente del operativo que combatió el gran incendio forestal de Gran Canaria en 2019, detalla que en el suelo cubierto por coladas no se generarían problemas porque “es bastante robusto y permeable”, es decir, “drena muy bien y es muy difícil que se produzcan arrastres”. Las áreas con vegetación “son como una esponja”, es decir, una parte de la lluvia se queda en el suelo y el resto lo suelta “poco a poco” en forma de barrancos o escorrentías. En La Palma, la zona norte y noreste de la Isla “soporta 60 u 80 litros por metro cuadrado en una hora sin problemas”. 

Si ha caído ceniza, “puede ser movilizada”, pero a unos niveles muy distintos a los que se generarían en zonas descubiertas de vegetación, sobre todo en partes urbanas. “Cuando no hay vegetación, que protege el suelo del impacto de la lluvia, las gotas acaban rompiendo el terreno y generan una capa de tierra disuelta que se incorpora al agua, y eso le da un carácter agresivo”, especifica Grillo. La lluvia en este tipo de terrenos se concentra rápidamente e incide en el cauce por el que discurre, creando mayor profundidad y ensanchándolo. “Se vuelve un agua más dura, más pesada, que tiene capacidad abrasiva y erosiva y un poder destructor brutal”, añade Grillo. En apariencia, es como el lodo. 

Formación de lahares

Cuando adquiere estas características se denomina lahar, uno de los siete peligros volcánicos principales que define el Instituto Geográfico Nacional (IGN). Son avalanchas de material volcánico no consolidado que, además de por el efecto de lluvias intensas, puede formarse por la fusión de glaciares, desbordamientos o deshielo. Este fenómeno puede desencadenarse incluso después de que finalice la erupción en La Palma si cae una lluvia torrencial y debido a las características del suelo, que influye en el poder destructivo del lahar. 

En el supuesto de que se genere tras el final del proceso eruptivo, el director técnico del Cabildo de Gran Canaria lo explica mediante una analogía con el incendio que asoló 10.000 hectáreas en la isla. Tras las llamas, el suelo estaba “muy sensible, con laderas tremendas”. Antes de que llegaran las primeras lluvias, realizaron medidas correctoras para mitigar los posibles efectos, como fijar una especie de diques en zonas estratégicas del camino de las riadas para paliar su fuerza. Pero las precipitaciones “fueron muy tranquilas y el sistema tuvo tiempo de absorber; una parte a la infiltración del suelo, otra parte retenida y no soltó mucha agua. No tuvimos grandes problemas”.

Aunque se haya limpiado gran parte de la ceniza en las edificaciones de la isla, al caer constantemente, es relativamente fácil que se generen problemas en los alcantarillados, porque se produce una concentración de agua muy rápido que colmata y tapona el sistema de drenaje. La consecuencia, al igual que sucede en periodos de fuertes lluvias en Las Palmas de Gran Canaria, es la inundación.  

Por ello, Grillo advierte de que es muy importante limpiar las cenizas, sobre todo de los tejados o de los bajantes. “Si tengo una capa de 3 o 5 centímetros en la azotea y llueve, moviliza la ceniza al desagüe y lo tapona. Con 40 o 50 centímetros de agua se puede hundir el techo”, señala.