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El túnel que separa la rutina del caos en La Palma

Natalia G. Vargas

Santa Cruz de La Palma —
8 de octubre de 2021 22:45 h

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Desde Santa Cruz de La Palma el volcán ni se ve ni se escucha. Cuando los vehículos atraviesan el túnel de la Cumbre desde El Paso, dejan atrás la nube de ceniza que tiñe el cielo y los estruendos incesantes provocados por la erupción de la zona de Cabeza de Vaca. Susana trabaja en el mercado municipal de la capital. A ella, la división de la isla le recuerda a Juego de Tronos. ''Esto parece Roca Casterly, y después del túnel llegas a Invernalia''. A pesar de que desde su casa no se ve el cráter, ella y su familia sí sienten las consecuencias de la catástrofe. “Hemos sentido algunos temblores, y en mi trabajo veo que la gente prefiere no gastar dinero. Antes en un día podía facturar 600 euros, y estas semanas hemos caído a 200'', confiesa.

En el puesto de al lado trabaja Patricia, que coincide en que el trasiego de visitantes en el mercado ha caído desde el pasado 19 de septiembre. ''Hoy ha estado aún peor porque el aeropuerto está inoperativo'', añade. El aumento de azufre y ceniza en el ambiente ha provocado el cierre del espacio aéreo en La Palma este viernes. Además, en las últimas horas se ha acumulado ceniza volcánica también en el aeropuerto de Tenerife Norte, afectando a su operatividad durante la mañana.

Tal y como ha explicado la portavoz del Comité Científico del Plan de Emergencia Volcánica de Canarias (Pevolca), María José Blanco, no se descarta la caída de ceniza en el aeropuerto de Tenerife Sur y de La Gomera durante esta noche. La aerolínea Vueling también ha anunciado este viernes que cancela todos los vuelos previstos a la isla para este fin de semana ''ante las dificultades para la navegación aérea''.

Las calles comerciales de Santa Cruz de La Palma están llenas y los trabajadores de los bares no se ven obligados a liberar sus mesas de la ceniza cada pocos minutos. La calidad del aire ofrece una pequeña tregua y el sonido de los coches sustituye a las explosiones del volcán que hacen temblar las viviendas de Los Llanos, El Paso y Tazacorte. En estos municipios reina el desorden. ''Esto es inaguantable. El aire que se respira te deja un sabor metálico en la boca y ya noto dolor en la garganta'', cuenta una trabajadora de la gasolinera Shell de El Paso. María José Blanco ha insistido este viernes en que las condiciones meteorológicas son desfavorables para la calidad del aire, aunque se prevé que comience a mejorar a partir de mañana.

El director técnico del Pevolca, Miguel Ángel Morcuende, ha explicado que todos los parámetros que se monitorizan para el seguimiento de la erupción volcánica indican que la erupción sigue en una fase estable o ''valle''. La lava cubre ya una superficie de 471,8 hectáreas, después de que se produjera una bifurcación cerca de la costa. Según las últimas mediciones, 120 hectáreas se han visto afectadas. De ellas, 59,39 son plataneras, 33,43 viñedos y 7,36 son aguacates. Susana trabaja en el mercado de Santa Cruz de La Palma y reconoce que las ventas de plátanos y aguacates de La Palma han caído. ''Algunos clientes me hacen abrir la fruta par comprobar que no está dañada por la ceniza'', cuenta.

Mientras tanto, la fajana ha alcanzado ya el límite de la plataforma insular y es previsible que continúe su avance. Si lo hace a profundidades mayores en el mar, el delta lávico podría generar un derrumbe de su frente, que podría estar acompañado de la liberación brusca de gases, con explosiones magmáticas y olas, han explicado desde el Comité Científico.

A punto de que se cumplan tres semanas de erupción, los vecinos y vecinas se vuelcan en ayudar al resto, incluso aquellos que se han quedado sin nada. ''Es una forma de mantener la cabeza ocupada. Si no, te vuelves loco'', cuenta un vecino desalojado del barrio de Jedey.

La decana del Colegio Oficial de Psicología de Santa Cruz de Tenerife, Carmen Linares, resalta que aunque la vida siga su curso ''al otro lado del túnel'', en los municipios que no se han visto afectados por el volcán ''la población se siente culpable por querer ir a ver un fenómeno de la naturaleza que daña a sus vecinos''.

Los días pasan y los palmeros están cada vez más cansados. Mientras el volcán ruge, siguen sin despertar. Solo esperan que cuando se haga el silencio, nadie se olvide de ellos. Un residente de El Paso bebe a toda prisa su café de la mañana. Cuando termina, se protege con unas gafas y una mascarilla FFP2 y sale a la calle. ''A ver cómo salimos de esta'', resopla.