Espacio de opinión de Canarias Ahora
Los gestos impropios
Empecé el día con un recuerdo mágico: una primera comida en Las Palmas de Gran Canaria recién estrenada mi vida profesional en la ciudad atlántica. Se trataba del restaurante “Porto Vigo”, de mucho postín entonces, 1997, repleto de políticos, empresarios y algunos periodistas. Le pregunté al taxista que me condujo hasta allí desde el aeropuerto si en Gran Canaria se tiraba al plato. Me parece insólito hoy que no tuviera un tema de conversación tan impropio como ese. En justa respuesta, el taxista permaneció callado. Ya en el restaurante, en el comedor principal de la primera planta, me esperaban mis primeros clientes y la persona que me había contratado en Barcelona desde San Sebastián.
El restaurante ya no existe, se fue con la crisis, una de las muchas, y con las modas. Hay otro que me gusta más en la capital grancanaria y que sobrevive a vientos y mareas: el “Rías Bajas”. A los seis meses de mi llegada, celebré allí la superación del tiempo de prueba de mi contrato con ostras, cigalas y champán. Cené solo ante el asombro de los camareros. Me habían dado plantón, uno de los muchos que me esperaban en cierta relación. Todavía se podía fumar y di cuenta de un Montecristo nº 4 que no asustó a la concurrencia.
Todo esto no viene a cuento de nada. O quizás sí: hoy se inaugura Fitur en Madrid, en su 45ª edición, la feria internacional de turismo más importante del mundo, dice la ignorancia. Será que una cosa me llevó a otra. Porque las autoridades municipales de Las Palmas de Gran Canaria, y otras muchas autoridades, se vienen a Madrid a trabajar estos días para promocionar sus respectivos lugares. ¿Promocionar más? Pues sí, parece necesario pasearse por el foro de las multitudes y de las inutilidades, ya está contemplado en sus respectivos presupuestos y en sus agendas previas. Después vendrán los balances, tan fieros como inapropiados: tantos contactos, mucho interés, visitantes garantizados… Triste falacia: no hay cosa más inútil que una feria de vanidades y más si es de turismo. Los hoteleros madrileños no opinan lo mismo a la vista de los precios de estos días.
En el “Porto Vigo” se comía un excelente arroz con lubrigante. Después, previo estreno de “Binter”, cené con mi contratador en el Hotel Mencey de Santa Cruz de Tenerife, aunque me hospedé en un hotelito muy modesto al final de la calle Castillo. En un alarde de pleonasmo para mis entendederas, se llama “Atlántico” y te regalaban el zumo de naranja en el desayuno, “cortesía de la casa” repetía el camarero-cocinero ataviado con un gorro blanco. Bebí cuatro. Como habría hecho ayer en el Hotel Ritz si hubiera podido asistir al desayuno informativo de la presidenta de Madrid: “No entres” me dijo severo el ectoplasma de Durruti al tiempo que me agarraba el hombro. “¿Y mi zumo, y mis cruasanes, y mi café con leche?” protesté. “Te invito yo. Hay un camarero ectoplasmático que puede verme.” Así fue. Por eso decidí no acercarme hoy a la inauguración de Fitur. Demasiadas caras y rostros impenetrables conocidos que seguro habrían pasado una mala noche por la dura cama y el frío. Qué pena.
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