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El monumento a Franco en el Teide que no fue y el que todavía se mantiene en Tenerife

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El franquismo quiso imponerse con el uso de la fuerza y la violencia, pero también creando una legitimidad basada en la victoria militar y la humillación de la población vencida, creando nuevos símbolos. Los monumentos en honor a los “muertos por dios y por España”, a los líderes del golpe o el yugo y las flechas, se repartieron por todos lados.

En Tenerife las nuevas élites fascistas quisieron casi desde el primer minuto ser el máximo exponente del franquismo, que les devolvía su poder absoluto sobre la economía insular y las vidas de las personas, eliminando cualquier foco de resistencia social. Apenas tardaron un mes en nombrar al dictador “hijo adoptivo de Tenerife” en el Cabildo (1). En octubre de 1936, la Guerra Civil seguía avanzando y todavía no estaba claro cuál sería el final de la misma. El Ayuntamiento de Santa Cruz fue el primero en hablar de un monumento a Franco, concretamente en el pleno del 3 de octubre de ese año, donde el alcalde, Juan Vara Terán, anunció la intención de hacer un monumento dedicado al dictador en la “parte baja de la ciudad, frente al mar, en el espacio libre entre la plaza de la Constitución y la Avenida Marítima”, para el que aportarán las primeras 50.000 pesetas (2).  Parece que de esta propuesta derivará el monumento a los caídos, ubicado en el lugar que los franquistas deciden denominar Plaza de España.

En la misma etapa una idea tomará fuerza, la construcción de un monumento dedicado a Franco en las laderas del Teide, propuesta para la que se creó una comisión técnica presidida por Teódulo González Peral (3). Esa fue la idea que el primer franquismo consideró más adecuada, aunque algún vecino planteaba otras ubicaciones más arriesgadas, como la cubierta de la torre de la Concepción santacrucera (4). 

La prensa de la dictadura no dejó de agitar la idea, mientras daba cuenta de los avances franquistas ante la República, manifestando “¿qué mejor que una tosca, robusta y sobria columna de piedra volcánica, con un medallón de bronce sobre el cual el perfil de Franco miré hacia la tierra africana, que vio su bautismo de sangre?” (5). Otro comentario rimbombante decía que “a las sombras del Teide gigante, el Monumento ofrecerá a las futuras generaciones del mundo el recuerdo del heroísmo español” (6). La propuesta de ubicación final se ofreció en el mes de noviembre de 1936, que tras la visita a la zona de la comisión, se planteó ubicar en “el punto central de al Cañada del Montón de Trigo, en la base misma del Teide” (7).  

Algunas de las familias de más rancio abolengo de la Isla se irán turnando en las tareas de recaudación de fondos para este monumento. En agosto de 1937 se suma al mismo a Ramón González de Mesa, señalado como uno de los principales ideólogos de este proyecto, delegado de Prensa y Propaganda del Movimiento, mientras que Carlos Hamilton y Monteverde, armador y consignatario de buques, que también llegó a ser hermano mayor del Cristo de La Laguna, fue nombrado tesorero (8). En La Laguna uno de los promotores será el deán de la Catedral, el futuro obispo, Domingo Pérez Cáceres, al que le acompañarán el alcalde del momento, Emilio Gutiérrez Salazar y el Marqués de Celada (9).

Si seguimos la hemeroteca histórica, la tarea de esta comisión se mantuvo activa hasta 1938, sin lograr los fondos necesarios a pesar de los múltiples eventos desarrollados, como los conciertos celebrados en el Teatro Guimerá y en el Teatro Leal. La calamitosa situación económica y social de la posguerra parece que, afortunadamente para el futuro Parque Nacional, acabó con la iniciativa. En el entorno, según la tradición popular, los franquistas sólo dejaron a las víctimas de los asesinatos del Llano de Maja.

La idea del monumento pervivió en el ideario del régimen. En la década de los sesenta las élites franquistas reanudaron la tarea de recaudar fondos a través de aportaciones populares y actos donde lograr ingresos. Es el caso del partido de fútbol “a beneficio de la suscripción para el Monumento al Caudillo” jugado entre el líder de primera regional del momento, el Real Unión, y el Hércules de Alicante, de segunda división (10). 

En 1965 Juan Pablos Abril, gobernador civil y jefe provincial del Movimiento en Tenerife, destacó entre los retos de ese año “...el Monumento al Caudillo, que pronto se levantará por iniciativa del jefe provincial del Movimiento y acuerdo del Consejo Provincial” (11). A finales de enero de 1965 ya se sabía que el escultor Juan de Ávalos, que también participó en las esculturas del Valle de los Caídos, sería el responsable principal de la obra, que “simbolizará la partida del Generalísimo para iniciar la Cruzada” (12). El escultor parece que usó de referencia una obra suya de 1964 en la que diseñó para una obra franquista en Valdepeñas, un “ángel de la victoria y de la paz”, muy similar al de Santa Cruz. El 17 de marzo de 1966 se realizó la inauguración oficial del monumento, del que no había duda que era en honor a Francisco Franco y que se dedicó a la salida desde Tenerife en las primeras horas del golpe militar. El NODO se hizo eco de esta noticia, como es natural, dando una crónica donde vuelve a decir que el monumento dedicado a la “partida del Generalísimo Franco, cuando Capitán General de Canarias, salió de aquí para acaudillar el Movimiento Nacional” (13).

Con este nombre y con esa idea se anunciaba esta obra en las revistas turísticas de los años siguientes, que cuando hablan de la capital indican que es “donde se alza el moderno monumento al Caudillo obra del escultor Juan de Avalos, en forma de fuente luminosa con un vistoso juego de aguas y una alegoría de la partida de Franco, desde esta isla, para iniciar la Cruzada de Liberación” (14).

El monumento franquista ha permanecido en una de las principales entradas de la capital tinerfeña durante casi sesenta años, mientras en otros lugares desaparecían o se trasladaban estos elementos. A pesar de la Ley de Memoria Histórica y de la Ley de Memoria Democrática, los gobiernos locales e insulares han tratado de proteger a capa y espada este elemento. Tal vez el destacado papel de algunos viejos líderes del movimiento que después pasaron al insularismo, como Galván Bello, presidente del Cabildo cuando se inauguró el monumento, o el tradicionalismo que habita en las filas del poder haya tenido que ver. 

En algún caso se ha querido jugar dándole otros nombres o significados (seguramente el más surrealista el de Ángel Caído) a algo que significa lo que significa. El penúltimo episodio, después de que el TSJC abra la puerta a su posible  protección, es que se inicie un proceso de declaración como Bien de Interés Cultural, publicada en el boletín oficial el 13 de marzo. Si esta operación prospera, será el segundo monumento de este tipo en conseguir esta protección, tras el de la pirámide dedicada a los militares fascistas italianos, en Castilla y León, gracias a la obra conjunta de PP y VOX. El plazo de alegaciones está abierto y es necesario participar, con datos y con corazón, por un simple ejercicio de higiene democrática.

La alegoría de Franco y su régimen sigue ahí, mirando justo al lugar del océano donde decenas de tinerfeños, poetas, maestros, políticos, intelectuales, médicos, etc, fueron arrojados a una tumba oceánica que sigue ignorada y olvidada.

Fuentes utilizadas

  1. Medina Sanabria, Pedro. Honorificación de Franco
  2. Gaceta de Tenerife, 4 de octubre de 1936, p8
  3. Gaceta de Tenerife. 18 de octubre de 1936 p1
  4. Idem
  5. Gaceta de Tenerife. 31 de octubre de 1936. p1
  6. Gaceta de Tenerife. 7 de noviembre de 1936. p1
  7. Gaceta de Tenerife. 15 de noviembre de 1936. p1
  8. Gaceta de Tenerife. 19 de agosto de 1937. p1
  9. Gaceta de Tenerife. 4 de septiembre de 1936. p1
  10. Aire Libre. 19 de octubre de 1964. p2
  11. El eco de Canarias. 3 de enero de 1965. p5
  12. El eco de Canarias. 28 de enero de 1965. p12
  13. NODO. Edición del 28 de marzo de 1966
  14. Costa canaria. 30 de marzo de 1970. p182

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