El petrel de Bulwer, el ave que peligra en Tenerife por la superpoblación de palomas

La superpoblación de palomas en Tenerife por la actividad humana se ha convertido en una amenaza para el petrel de Bulwer (Bulweria bulwerii), ave marina de pequeño tamaño con la que compiten para nidificar en los roques marinos y acantilados.
Así lo revela un estudio realizado en las colonias del petrel en la isla canaria, en el que han participado Airam Rodríguez, investigador en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), y miembros del Grupo de Ornitología e Historia Natural de las Islas Canarias (GOHNIC) y SEO/BirdLife.
Las palomas, que han aumentado su número gracias al alimento y refugio fácil que obtienen de los humanos, están desplazando a esta ave marina de las zonas acantiladas, islotes y roques marinos de la isla, una suerte de santuarios que habitan huyendo de depredadores como gatos o ratas importados por el hombre, cuenta Rodríguez.
A su vez, las palomas han empezado a buscar refugio igualmente en estas zonas relegadas donde hay menos depredadores.
Los resultados del estudio muestran esa competencia de las palomas por los nidos como la causa más frecuente del fracaso reproductor de los petreles de Bulwer (7,3 %), un punto por delante de la depredación de ratas (6,3 %).
“Aunque parezca poco, un 7 % es un porcentaje relativamente grande teniendo en cuenta que estas aves están relegadas ya a sitios muy arrinconados”, anota el investigador.
Rodríguez explica que, durante el monitoreo, encontraron petreles incubando nidos que, en la siguiente visita, estaban ocupados por una paloma.
Este hallazgo “implica que ese nido está perdido”, pues los procelariformes, el grupo de aves marinas al que pertenecen petreles y pardelas, “se emparejan de por vida y quedan en un mismo nido por muchos años”, hasta 40.
También observaron que aquellos roques en donde no había palomas cuando realizaron el estudio, contenían una mayor densidad de petreles, lo que evidencia de manera indirecta su hipótesis.
El problema va más allá porque las palomas podrían ser transmisoras de enfermedades para estas aves marinas y sus excrementos podrían provocar cambios en la vegetación de la zona, alerta el experto.
Factor humano
Entre las razones que favorecen el incremento de las palomas y su potencial amenaza en Canarias, Rodríguez menciona la gran disponibilidad de alimento, tanto el presente en ciudades, como el que obtienen de forma colateral de actividades agrícolas o ganaderas, así como el fácil refugio que hallan, principalmente en edificios abandonados donde pueden establecer sus nidos.
Otro factor sería la colombofilia, el conjunto de técnicas y conocimientos relativos a la cría de palomas, una “actividad muy arraigada en Canarias”.
Entre sus prácticas, figura la liberación de ejemplares a cientos de kilómetros de distancia, desde otra isla o incluso desde mar abierto, para cronometrar cuál regresa más rápido al palomar.
De estas palomas que se liberan, “hay una proporción que acaba estableciéndose en la naturaleza”, indica.
Desafíos de conservación
Rodríguez destaca la complejidad que conlleva estudiar aves marinas, entre otras razones, por el difícil acceso a zonas como los roques o por la falta de financiación y resalta que con este estudio se quiere llamar la atención de que esto puede ser un problema y que “vale la pena investigarlo”.
Entre las actuaciones que se deberían realizar para mejorar la situación, figura la posibilidad de hacer descartes de palomas o la de colocar cajas nido donde no puedan entrar, al ser de mayor tamaño que los petreles.
“(Que aumente la población de palomas) dependerá principalmente de los humanos, que somos quienes estamos llevando a cabo alteraciones en el medio para que haya estas explosiones de especies”, concluye el investigador.
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