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Ansiedad y depresión: la salud mental de los palmeros, en jaque tras 43 días a la sombra del volcán

Varios vecinos pasan el cruce de La Laguna para desalojar sus viviendas

Natalia G. Vargas / Andrea Domínguez Torres

Los Llanos de Aridane —

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A la sombra del volcán de La Palma convive una población de más de 80.000 personas que “se ha roto por completo”. La erupción no da tregua y después de 43 días, el estado de ansiedad y estrés convive en una rutina que ha desaparecido para todas, damnificadas o no. Muchos niños han cambiado de colegio o han regresado a sus países de origen. Algunos comercios han cerrado, otros plantean hacerlo por cansancio, y más de mil familias llevan ya seis semanas refugiadas en casas de seres queridos o albergadas en establecimientos turísticos o sociosanitarios. Mientras la erupción no cese y el sonido de las explosiones siga envolviéndolo todo, los vecinos seguirán sonámbulos, en una especie de pesadilla que no se sabe cuándo terminará.  

Rosa lleva cinco años viviendo en La Palma. Se mudó allí desde Madrid por amor, pero la catástrofe la ha sobrepasado. Ella no ha perdido nada. Conserva su negocio y su vivienda, pero desde su casa en Los Llanos de Aridane puede ver cada día el volcán. “De noche y de día, cuando voy a mi habitación, paso por el pasillo y miro a ver qué está haciendo”, cuenta. Desde el 19 de septiembre siente cómo ha aumentado su ansiedad y le es imposible conciliar el sueño.

La psicóloga Estefanía Martín lleva desde que comenzó la erupción ofreciendo acompañamiento gratuito a todas las personas que hayan sufrido de forma directa o indirecta el impacto del volcán. No es necesario haber perdido nada para poder recurrir a la asistencia psicológica gratuita que se ofrece en la Casa Massieu de Los Llanos de Aridane tanto de manera presencial como telefónica. “Hay personas que nos llaman por haber perdido su vivienda, pero también hay muchas otras a las que les supera el constante ruido del volcán”, cuenta la especialista.

A Rosa a veces también le invade la frustración cuando se da cuenta de que no puede ayudar a todo el mundo. Sin embargo, la peluquería que tiene en la zona comercial del municipio sirve como espacio de terapia para muchísimas palmeras. “Algunas clientas cuentan que perdieron la casa, y otra les responde que ella ha perdido la finca. Otras veces ponemos algo de música o vemos Sálvame y nos distraemos”, afirma. En otras ocasiones, no puede ni siquiera ir a trabajar. “Yo no estoy acostumbrada a esto. No he crecido con historias de otras erupciones”.

En estos 43 días, Martín ha detectado un aumento de la ansiedad y la depresión entre las personas que asiste. En el caso de los niños, algunos han dejado de hablar o solo quieren hacerlo con sus madres, y otros sufren ataques de pánico cuando escuchan la palabra volcán. Yomaira, una vecina de Todoque que ha perdido su vivienda, tiene un hijo de dos años, y ha visto cómo ha cambiado de actitud desde que tuvieron que ser desalojados por la amenaza de las coladas. Al principio, ella y el padre del niño intentaron normalizar la situación, mostrándole incluso imágenes de la erupción. Sin embargo, el menor ya no quiere saber nada del volcán. Al pasar cerca de él con el coche prefiere mirar hacia otro lado: “Ya no quiero verlo”. Mientras tanto, su madre trabaja en una farmacia, y ha detectado un incremento de las compras de pastillas para dormir o para el dolor de cabeza entre personas de todas las edades.

Mónica y Ana son maestras en el CEIP La Laguna, pionero en España en trabajar la educación emocional. Su colegio, al igual que otras tres escuelas, ha sido sepultado por la lava. En seis días han tenido que habilitar en un espacio sociocultural un nuevo centro. Todas las familias que envían allí a sus hijos e hijas están desalojadas y muchas de ellas han perdido su vivienda. Ambas docentes han detectado un apoyo desbordante entre el propio alumnado. “Se echan la mano por encima y se dicen: ”Siento mucho lo que te ha pasado“, cuentan. Además, el trabajo de tantos años permite que los niños y niñas sean capaces de expresar cómo se sienten y de identificar sus emociones.

Si bien, la psicóloga Estefanía Martín alerta de un nuevo tipo de acoso, en el que muchos menores llaman “huérfanos” a sus compañeros de clase que han perdido la casa. “Estamos trabajando también con profesoras para que estén atentas a estos comentarios”, cuenta. 

Suicidio

La psicóloga ha detectado entre todas sus asistencias un incremento de los pensamientos suicidas. “Hay mucha gente que viene y confiesa que ya no le ve sentido a vivir”. Con datos del 9 de octubre, el Teléfono de la Esperanza (928/922 33 40 50) ha afirmado que las llamadas aumentaron un 20% durante las tres primeras semanas de la emergencia en La Palma. La especialista en salud mental cuenta que desde el primer momento en el que se detecta la ideación suicida es importante que su entorno esté en alerta para “no llegar tarde”. 

La ideación suicida es el instante en el que una persona comienza a tener pensamientos suicidas y a planear cómo llevarlos a cabo. En contra de la creencia popular, Martín afirma que cuando alguien planea quitarse la vida y lo expresa es un aviso o una forma de pedir ayuda.

Yomaira tiene un trastorno psiquiátrico, y una medicación para controlarlo, pero ha decidido prescindir de la atención psicológica. “Desde hace unos meses hice un curso de crecimiento personal en Málaga y es la herramienta que estoy utilizando para enfrentar esta situación”. Sin embargo, la moda del coaching ha sido puesta en duda por los expertos. La decana del Colegio Oficial de Psicología de Santa Cruz de Tenerife, Carmen Linares, ya ha señalado que “el mejor coach es el psicólogo”.

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