Ley de Murphy y el baile de la coruja

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¿Te suena de algo aquello de que “si una cosa puede salir mal, saldrá mal”? Pues lo dijo Edward Murphy, ingeniero estadounidense fallecido en 1990. No sé si esa idea se le ocurrió echando café en el kiosco o cogiendo lapas en donde tú sabes que se puede pero no se debe, pero es una hipótesis reconocida a nivel internacional, aunque tiene pinta de que ese día discutió con la piba.

Aunque tengas a alguien en tu entorno que piense de esa forma tan negativa, que incluso te revuelva las tripas, seguro que te ha tocado vivir situaciones como: dejar la chamarra en casa pensando en que no hará frío después, cuando te cambias de cola en la caja del súper creyendo que saldrás más rápido y ocurre que al de delante no le funciona la tarjeta del banco, cuando siempre que terminas de barrer el patio viene viento, cuando...en fin. Según Murphy, estas cosas pasan cuando dejamos cabos sueltos y seguro que a cualquiera se le ocurrirían más ejemplos parecidos, los cuales hubiese sido bueno saberlos antes, para mandárselos a este artículo, y escribirlos con martillo y cincel para que no se borren. El asunto es que las leyes de la física son muy poco conocidas, pero las hemos experimentado en numerosas ocasiones y a veces sin darnos cuenta.

¿Qué pasaría si cogemos esa ley tan negativa y le diésemos un marronazo para romperla, como si de un pedrusco de risco vivo se tratara?, ¿qué es más importante?, ¿partirla o querer partirla? Ahí está la clave, porque lo que marca la diferencia es la actitud. Yo no entiendo mucho de leyes ni de ciencia, tampoco conocí a Murphy, pero sé de gente que es previsora hasta el punto de llevar una toallita húmeda en el bolso por si te caga una paloma en la calle. Verídico. Una cosa es no hacer algo porque piensas que saldrá mal, y otra muy diferente es ser precavido, arriesgar, atar todos los cabos posibles para evitar contratiempos, tener preparado un plan B, o simplemente ser conscientes de que no podemos controlarlo todo.

Hace pocas semanas, esta cuestión la experimentaron muchos agricultores de plátanos cuando recibieron el azote de fuertes vientos que no dejaron títere con cabeza, mientras ahora esperan que el seguro les abone en el mejor de los casos el 70% del valor de la producción perdida. En este baile entre peritos y agricultores, se encuentra el que ayuda, el que estorba, el que recomienda que construyas un costoso invernadero para evitar futuros destrozos, también el que se arriesgará a hacer la inversión para ver si no hay que depender tanto del seguro, el que prefiere perder los plátanos antes que el invernadero y, por último, el que dice que “basta con que lo haga para que no llegue viento ninguno”. Como se puede apreciar, es una verbena de actitudes y de puntos de vista en la que nadie elige la música, pero sí la forma de bailar.

Podemos pensar que al igual no hay mala suerte ni negatividad, sino que todo es cuestión de probabilidad, estadística, física, tiempo y que en un mundo repleto de átomos en movimiento siempre habrá interacciones, choques, reacciones y acciones. En conclusión, delante de un congreso, juzgado o incluso misa si fuese necesario, podría sostenerse la idea de que al igual Murphy estaba un poco tenso, porque no nos dio tiempo a enseñarle que en cuanto a lo que no depende de ti, no te esfuerces por controlarlo y que llegue lo que tenga que llegar, para que la dichosa ley te pille en donde quiera, pero siempre bailando.

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