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¿Una orquesta sinfónica permanente en La Palma? Sueño cultural frente a realidad económica

26 de enero de 2025 10:39 h

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La posibilidad de fundar una orquesta sinfónica con vocación de permanencia en la isla de La Palma vuelve a encender la imaginación de numerosos amantes de la música clásica. El proyecto, cargado de entusiasmo artístico, suscita también un debate sobre su viabilidad económica en un territorio que ronda los 85.000 habitantes empadronados —aunque, de hecho, la cifra real de residentes apenas supere los 50.000—, con una economía basada principalmente en la agricultura y un turismo aún en desarrollo.

Las cuentas que no cuadran

Mantener una plantilla estable de entre 50 y 70 músicos, además de personal administrativo, director, técnicos, archiveros y gestores de eventos, supone un gasto multimillonario difícil de sostener únicamente con la venta de entradas. A modo de comparación, la Orquesta Sinfónica de Tenerife acarrea al Cabildo insular un coste superior a los seis millones de euros anuales. En el caso palmero, incluso contando con subvenciones públicas, la inversión para sostener una formación de este nivel se antoja excesiva para un presupuesto insular que debe atender múltiples frentes.

La escasez de infraestructuras agrava el problema. La isla no dispone de un gran auditorio capaz de acoger con frecuencia conciertos sinfónicos; tampoco se garantiza una afluencia de público suficiente para compensar la inversión. Algunos eventos puntuales o festivales concretos podrían tener éxito, pero mantener una orquesta estable exige una demanda regular que, a día de hoy, no está clara.

¿Confundir educación y cultura?

Otro aspecto que aflora en el debate es la tentación de nutrir una posible orquesta con profesores y alumnos de la escuela de música insular. Sin embargo, quienes conocen de cerca la realidad educativa advierten: su objetivo principal es formativo, no la programación constante de espectáculos abiertos al público general.

1.    Función pedagógica. La escuela de música se dedica a enseñar y guiar a los alumnos en su aprendizaje instrumental. Aunque pueden ofrecer conciertos didácticos, su naturaleza no es la de un conjunto profesional.

2.    Limitaciones de personal y repertorio. Los profesores, con responsabilidades docentes, difícilmente podrían asumir la exigencia de ensayos y actuaciones propias de una orquesta sinfónica permanente. Además, para abordar un repertorio sinfónico completo, harían falta refuerzos artísticos y técnicos externos de manera constante.

Un símil futbolístico: el talento que escapa

Entre los defensores de la orquesta sinfónica, uno de los argumentos más repetidos es la necesidad de retener el talento local y evitar que los jóvenes músicos con proyección emigren en busca de oportunidades. No obstante, algunos comparan esta situación con el fútbol: un jugador prometedor se marchará a un club mayor tan pronto reciba una oferta interesante. Del mismo modo, un instrumentista de alto nivel buscará sumarse a orquestas consolidadas fuera de la isla, con mejores condiciones artísticas y salariales.

Además, en caso de que la orquesta se financiara con fondos públicos, el acceso a las plazas debería realizarse mediante oposición libre. Por ello, nada garantiza la presencia mayoritaria de músicos palmeros en una agrupación profesional financiada de forma estable por el Cabildo.

¿Qué podemos tener en la isla?

Ante este panorama, surgen alternativas más realistas que, sin renunciar a la calidad, se adapten mejor a las dimensiones y recursos de La Palma:

1.    Orquesta de cámara o ‘ensemble’

-Una formación de menor tamaño (entre 15 y 20 músicos) sería más asumible en términos económicos. Permitiría ofrecer conciertos de forma regular en distintos municipios y, aunque el repertorio sinfónico quedaría fuera de su alcance, resultaría viable para un público reducido.

-Los ‘ensembles’ (tríos, cuartetos o grupos algo más amplios) son otra opción flexible, capaces de adaptarse a diversos estilos y espacios, si bien no cubrirían las obras de gran formato.

2.    Acuerdos con orquestas de Tenerife y Gran Canaria

-Establecer convenios de colaboración con formaciones ya consolidadas, como la Orquesta Sinfónica de Tenerife o la Filarmónica de Gran Canaria, permitiría programar conciertos semestrales o anuales en La Palma.

-En esos eventos, se podría invitar a estudiantes avanzados y profesores de la isla a tocar junto a músicos profesionales, creando un valioso intercambio educativo y cultural. Esta fórmula, ensayada ya en actos puntuales, reduciría significativamente los costes de mantener una plantilla fija y, al mismo tiempo, garantizaría la presencia de música sinfónica de calidad.

3.    Potenciar y financiar la orquesta de la Escuela de Música

-De este modo, los alumnos de la isla contarían con una gran orquesta educativa donde formarse adecuadamente.

Desde una visión práctica, lo más adecuado sería contar con una orquesta vinculada a la Escuela de Música, de carácter formativo, y establecer acuerdos con la Sinfónica de Tenerife y la Filarmónica de Las Palmas para que, con el respaldo del Cabildo o del Gobierno de Canarias, se programen conciertos entre dos y cuatro veces al año. Así se garantizaría el acceso estable a la música sinfónica sin poner en jaque las arcas públicas.

Cultura y realidad

Para los defensores de una sinfónica propia, la música clásica trasciende el número de butacas ocupadas y fortalece la identidad cultural, además de beneficiar tanto al turismo como a la oferta educativa. Sin embargo, quienes analizan la cuestión con un prisma más pragmático consideran preferible emprender iniciativas ajustadas a la realidad presupuestaria y demográfica, evitando grandes desembolsos difíciles de justificar.

La duda que se plantea hoy en la sociedad palmera es si merece la pena invertir en un proyecto de alto coste y mantenimiento continuo —potencialmente superior a las capacidades de la isla— o si, por el contrario, convendría apostar por formaciones de cámara y reforzar la colaboración con orquestas de otras islas. Mientras las cifras y los recursos disponibles sigan sin cuadrar, la partitura de la orquesta sinfónica insular continuará sin sonar ante el juicio inapelable de la realidad.

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