Fernando Clavijo se pone a repartir collares

El presidente de Canarias, Fernando Clavijo, durante el pleno del Parlamento de Canarias celebrado este martes. EFE/Ramón de la Rocha

Carlos Sosa

11 de mayo de 2024 10:35 h

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Hacía muchos años, diez en concreto, que el Gobierno de Canarias no se acordaba del Collar de la Orden Islas Canarias, una distinción anacrónica e innecesaria creada a principios de este siglo por el presidente Román Rodríguez. Pero Fernando Clavijo ha repescado los collares ahora, quizás porque ha decidido inaugurar una nueva temporada de entendimiento con todas las fuerzas políticas coincidiendo con las investigaciones sobre mascarillas, el traslado de menores migrantes al resto del país, la elección de un director o directora para Radio Televisión Española en Canarias o, mejor aún, la inminencia del Día de Canarias, vergel de belleza sin par.

La última vez que Canarias regaló uno de sus collares fue a Adolfo Suárez a título póstumo unos meses después de morir, en 2014. Se le distinguió por su sensibilidad con Canarias. Es el único, de momento, que lo ha recibido fuera del listado de premiados natos, o sea, que reciben el collar sin acumular méritos distintos al de ocupar la presidencia del Gobierno canario, del Parlamento canario o la del Tribunal Superior de Justicia de Canarias. Es decir, que hasta ahora ya lo han recibido personas tan merecedoras de una distinción como Fernando Fernández, Lorenzo Olarte o Manuel Hermoso, que al menos fueron elegidos por el cuerpo electoral.

Pero también figuran como premiados natos personajes tan detestables como Fernando de Lorenzo, que alcanzó la cumbre de su carrera como magistrado al ser nombrado presidente del Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) tras saltar a la fama por dirigir una investigación de casi catorce años contra el socialista Carmelo Padrón. 

El de Carmelo Padrón puede considerarse el primer caso de lawfare de esta ultraperiferia asirocada. Su pecado fue ser el diputado del PSOE que se ocupó de afear al presidente Lorenzo Olarte por el escándalo de la montaña de Tindaya, donde el Gobierno de Canarias enterró 12 millones de euros con los que se pretendió el muy loable objetivo de vaciar tan señero monumento natural para hacerle hueco a una escultura de Chillida. Lo malo es que no se movió una piedra y todos los contribuyentes de las islas vimos volar ese dinero.

Fernando de Lorenzo reaccionó casi de inmediato contra los ataques socialistas e imputó a Padrón por el llamado caso Guillén, unos 40 millones de pesetas de entonces, finales de los años 90. No había caso, pero el magistrado logró lo que parecía un imposible: alargar la instrucción casi 14 años y llamar a declarar al socialista cada vez que se acercaba una cita electoral.

El caso quedó en nada porque tanto Padrón como los demás acusados fueron absueltos, del mismo modo que quedó en nada la querella de De Lorenzo y de la Fiscalía por las críticas que, tras la absolución, vertió el ya fallecido diputado socialista contra aquella diabólica cacería que sufrió desde el TSJC.

Premiado nato con el mismo collar que ha rescatado ahora Fernando Clavijo es el penúltimo presidente del TSJ de Canarias, Antonio Doreste, que no renovó al frente de ese órgano tan importante por la pésima gestión que hizo del llamado caso Alba, ya saben, el de otro lawfare, el del juez corrupto y delincuente Salvador Alba contra la también magistrada Victoria Rosell.

Doreste fue el que colocó al frente del juzgado de Rosell a Salvador Alba para que levantara alfombras y buscara algo, lo que fuera, incluso delinquiendo, cuando la jueza pidió una excedencia para presentarse a las elecciones generales de diciembre de 2015. “Me lo pidió mi presidente”, declaró Alba a algunos medios informativos cuando se le preguntó qué hacía un chico como él en un juzgado como ese. 

Lo cierto es que Doreste puso a Alba a hacer una sustitución en el juzgado de Rosell cuando ya tenía cumplidos los seis meses reglamantarios que tiene cada juez al año para hacer sustituciones. Pero daba igual.

A Doreste lo grabó Alba en una conversación casi clandestina en los aparcamientos de la Ciudad de la Justicia. En esa grabación, que el juez corrupto divulgó urbi et orbi, se le escucha a Doreste sugerir a Alba que retirara su querella contra el empresario Miguel Ángel Ramírez por la famosa grabación que dio origen a todo el proceso porque “ese es capaz de encontrarte un novio italiano”.

También va a recibir su collar el próximo día 17 el actual presidente de la Audiencia Nacional, José Ramón Navarro Miranda, tan solo por haber sido presidente del TSJC durante un año. Pero fue un año muy fructífero, al menos para el PP, que fue el que lo promovió a tan altas dignidades.

Durante ese año a Navarro Miranda le tocó presidir el tribunal que juzgó al portavoz de Economía del PP en el Parlamento canario, Jorge Rodríguez, acusado por la Fiscalía de tráfico de influencias por haber intermediado entre una empresa peninsular y ayuntamientos gobernados por el PP para hacer negocio con las viviendas públicas.

El magistrado, en compañía de dos jueces de adscripción territorial (JAT), es decir, unos recién llegados, absolvió a Rodríguez no sin reconocer en su sentencia que tráfico de influencias, lo que venía a ser tráfico de influencias, claro que hubo, solo que fue chiquitito. La puntita, no más. Fue en medio del juicio cuando le comunicaron que en cuanto lo terminara se iba a la Audiencia Nacional. En ese puesto ha sido protagonista de algún otro escándalo, como sus mensajes de WhatsApp con el famoso secretario de Estado de Seguridad y jefe de la policía corrupta.

Nada que objetar a que el Collar de la Orden Islas Canarias se otorgue a personas que realmente hayan hecho contribuciones extraordinarias a la mejora de la calidad de vida de Canarias, algo imposible teniendo en cuenta el decreto de su creación, en el que se premia aunque el premiado no quiera. 

Pero Clavijo desempolva ahora esta distinción, primero, para otorgársela a sí mismo, que ya está bien de ser ese sufrido presidente que ha pasado dos procesos penales de los que se libró aforándose ante el Tribunal Supremo; y luego para presentarse ante el resto de los distinguidos (compañeros desafectos de Coalición Canaria, socialistas y populares en su mayoría) como el presidente de la concordia que no lo fue en su primer mandato (2015-2019) que ha aprendido a ser conciliador.

Teniendo en cuenta que a Soria le dieron la gran cruz de la Orden de Carlos III (la máxima distinción en España) solo por haber sido ministro y después de haber tenido que dimitir por sus empresas en paraísos fiscales, o que el muy mencionado juez Alba está en la cárcel luciendo en el pecho la Cruz de la Orden de la Guardia Civil, quizás sea urgente revisar los honores y distinciones en todo el país. Empezando por los collares que Clavijo acaba de rescatar del olvido.

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