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De Blanca a Rosada

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Los ultraliberales proteccionistas (perdón por el oxímoron o, en su defecto, la redundancia) son mejores showmen televisivos que presidentes de gobierno.

Eso se ve en Donald Trump, que ha convertido la Casa Blanca en una teletienda vendiendo y comprando los coches Tesla de su amigo Elon Musk, al que deja pasear por el Despacho Oval en vaqueros y camiseta junto a uno de sus hijos pequeños mientras que se pone farruco e impertinente con la vestimenta del presidente ucraniano, olvidándose de que su país está en guerra desde hace tres años y no hay tiempo elegir vestuario ni de embutirse en un traje de Emidio Tucci. 

Musk es con diferencia el hombre más rico del mundo y se puede permitir el lujo de perder miles de millones de dólares, como está ocurriendo estos días por culpa de su alocada política empresarial y sus malas compañías de pelucas naranjas carnavaleras.

A la gente del mundo desarrollado y próspero no le gustan los saludos nazis. Mientras el presidente norteamericano ha montado la teletienda en la Casa Blanca, su homólogo argentino ha hecho lo propio en la Casa Rosada, animando a invertir en el negocio de criptomonedas a ritmo de estafas piramidales. 

Los dos presidentes se mueven como elefantes en una cacharrería pero desgraciadamente tienen su público en el mundo del espectáculo. Vivimos en una sociedad tan cutre y casposa que hay más gente que prefiere Sálvame que Salvados.

Santiago Obiscal (léase Abascal), el amigo español de los dos presidentes trastornados de América del Norte y del Sur, está perdiendo votos entre sus compatriotas ultras, que no entienden por qué apoya a un tipo lunático, jodelón y estrafalario capaz de poner aranceles al campo, además de puertas. 

Mientras los agricultores y ganaderos españoles empiezan a digerir malamente que las políticas del imperio americano les empiezan a hacer mucho daño, el líder de Vox aplaude a Donald Trump y a Milei hasta con las orejas, mostrándose sumiso, súbdito y practicando múltiples genuflexiones en la corte del rey faraón vestido de faralaes. Menos faroles, Caperucito. 

Mientras, en España, Feijóo sigue los pasos del otro gallego universal y maestro suyo, Manuel Fraga, ministro franquista que durante la campaña del referéndum de la OTAN prefirió no apoyar la integración en la Alianza Atlántica con tal de fastidiar al gobierno socialista de Felipe González, que había pasado del “OTAN, de entrada no” al OTAN mon amour. 

La postura de la derecha europea era claramente favorable a la OTAN mientras que la izquierda se mostraba más reticente, aunque finalmente pasó por el aro y vendió la moto con el voto favorable a la adhesión inquebrantable. 

Evidentemente Feijóo es totalmente partidario de la política de defensa, de ataque o de seguridad (táchese lo que no proceda) de la OTAN y es un fiel lacayo de Estados Unidos y del resto de los países más o menos occidentales. Sin embargo, se está haciendo de rogar por parte de Pedro Sánchez para apoyarle en el aumento del gasto militar en España. 

Feijóo tan solo pretende incordiar al Gobierno de España, como hacía Fraga en su época, y por eso no lo respalda públicamente en el presupuesto de defensa o seguridad. Vale cualquier eufemismo. 

El gallego se deja querer pero critica la política europeísta de Sánchez no porque sea un pacifista declarado o un antibelicista convencido sino por joderle un poco la pavana al madrileño. Si estuviera gobernando haría lo mismo que el presidente, lo cual no dice nada bien de ninguno de los dos. 

La reunión de ayer entre Sánchez y Feijóo en La Moncloa fue tan disparatada y predecible que el líder de la oposición salió del palacio poniendo a parir al presidente de España de manera falsa y poco espontánea ya que su respuesta la llevaba escrita antes de la reunión y la leyó en el atril después de ella. Sabía de antemano lo que tenía que decir, ocurriera lo que ocurriese en la reunión con Sánchez. Es como la réplica artificial e impostada de los portavoces parlamentarios que leen lo que escribieron antes de haber escuchado el discurso del presidente. Da igual lo que diga porque ellos van a contestar lo mismo. 

Feijóo se comporta con Sánchez igual que Fraga lo hacía con González: cuando está de acuerdo nunca vota a favor porque entiende mal lo que significa ser el líder (llámalo X) de la oposición. En su momento Margaret Thatcher tiró de las orejas a Fraga, igual que Ursula von der Leyen ha hecho con Feijóo. Los conservadores españoles aún no han entendido bien qué significa ser del Partido Popular. Desde luego no es como ser del Atleti. 

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