Memoria de un viaje y de oficios que cruzaron el Atlántico

5 de marzo de 2025 22:03 h

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Cada lunes de Carnaval, Santa Cruz de La Palma se viste de blanco para celebrar la fiesta de los Indianos, una fiesta de identidad y memoria colectiva marcada por la teatralización y el humor del palmero.

Detrás del telón, está la historia de miles de palmeros que dejaron su tierra en busca de prosperidad. Está la memoria de quienes partieron con su maleta llena de sueños. Está la memoria de los que regresaron con fortuna y está la memoria de aquellos otros que volvieron con los bolsillos vacíos, pero  con el corazón desbordado de historias.

Cómo contar a nuestros hijos, nietos, bisnietos y visitantes que La Palma es mucho más que un punto en el mapa, que la fiesta de Los Indianos es una historia viva tejida entre dos mundos, inspirada en el trabajo y esfuerzo de nuestros agricultores, pescadores, artesanos… que no solo fueron y volvieron, sino que además llevaron y trajeron conocimiento, habilidades, técnicas, y experiencias que transformaron la isla y la enriquecieron, también culturalmente.

El cultivo del tabaco y el de la caña de azúcar, la elaboración de puros y de caña fueron actividades económicas y el testimonio de un pueblo que aprendió a sobrevivir entre las dos orillas.

El tiempo ha pasado y muchos de esos saberes se han ido perdiendo. Hoy nos queda la fiesta y el ritual del retorno simbólico, pero: ¿qué hemos hecho con todo lo demás, con todo lo que inspiró y representa la fiesta?

Si empezamos por el principio, el mar y los barcos son los verdaderos protagonistas. Para cruzar el Atlántico, imposible hacerlo a nado, se necesitaban embarcaciones sólidas y para construirlas, manos expertas, conocimientos en ingeniería naval y carpintería de ribera y la mejor madera.

En La Palma, se dieron todos estos requisitos: la madera del pino palmero que abundaba en los bosques de la isla, la destreza de numerosos carpinteros de ribera experimentados y la visión y los conocimientos de los más prestigiosos ingenieros y constructores navales que ha habido en Europa. Gracias a ello, más de un centenar de embarcaciones, brickbarcas, balandros, pailebotes de menor y mayor tonelaje, zarparon desde los astilleros palmeros, llevando a bordo mercancías y la esperanza de cientos de isleños.

Hoy, el oficio del carpintero de ribera lucha por no desaparecer. Las manos que lo sostenían son cada vez menos y, sin ellas ¿quién contará la historia de los barcos que nos trajeron futuro?

Cultura Mágica, empresa comprometida en convertir este y otros oficios en experiencias vivas, está diseñando rutas que nos llevarán por antiguos ingenios azucareros, por cañaverales, por plantaciones y  fábricas de tabaco, por carpinterías de ribera, por museos donde el arte de hilar seda y bordar mantienen la esencia de antaño, y lo hace para contarles su historia,  no solo como un acto de memoria, sino como una oportunidad única para fortalecer nuestra identidad, proyectarla hacia el futuro de manera que estos oficios y estos cultivos devuelvan la economía perdida a una isla con tanto acervo cultural.

Cada tabla de un barco, cada hoja de tabaco secándose al sol, cada cañaveral mecido por el viento, cada bordado.. cuenta una historia que se convertirá, de la mano de las artes escénicas, en un atractivo cultural, turístico y formativo.

Cultura Mágica les invita a celebrar siempre  la llegada de aquellos que se fueron y retornaron y a recordar que la historia de La Palma está escrita con madera, hilo, sal, tabaco y azúcar.

Depende de nosotros seguir contándola… y viviéndola.

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