Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
CRÓNICA

Rajoy aparca la retranca por un día para dejarse llevar por la furia

Rajoy enseña un ejemplar de uno de sus libros en la comisión de investigación el 5 de marzo.
5 de marzo de 2025 22:03 h

28

Mentiras, desprecios, divagaciones, mítines improvisados, preguntas capciosas, respuestas fantasmagóricas y hasta insultos cruzados. Es el menú que siempre garantizan las comisiones de investigación en el Congreso y el Senado. Este miércoles, hubo ración doble y hasta triple con la comparecencia de Mariano Rajoy en la comisión dedicada a la llamada “Operación Cataluña”, el espionaje y uso de pruebas falsas por la Policía en los años de su Gobierno para desacreditar a los independentistas catalanes, como también lo intentaron con Podemos. Con Rajoy siempre hay que esperar un manejo creativo del lenguaje con el que expresar un suave cinismo sobre la política. Esta vez, el hoy registrador de la propiedad se comportó como si no hubiera dejado la política y tuviera ganas de morder.

El expresidente diría que solo recurrió a la legítima defensa. Algunos portavoces del bloque del Gobierno le llamaron mentiroso y de ahí para arriba. Así que él decidió responder con el uso del golpe bajo habitual en política, lo que en este caso incluyó sacar sin venir a cuento otros asuntos. Al final, esa pachorra que le caracteriza fue desapareciendo. Rajoy se integró sin problemas en el estilo de estas comisiones. El típico escenario al que no conviene subir sin protector bucal.

Rajoy negó saber nada de ninguna operación de espionaje político. “No tengo ningún conocimiento de la existencia de una denominada operación Cataluña”, dijo al principio. Sobre lo que hicieron los comisarios que formaban la cúpula policial del Ministerio que dirigía Jorge Fernández Díaz en su Gobierno, y de lo que hay pruebas sólidas, afirmó que tampoco sabía nada. “Yo nunca espiaría a miembros de las Cortes Generales”.

Ione Belarra le recordó que mandos policiales hicieron miles de búsquedas en las bases de datos policiales sobre diputados de Podemos, como se ha confirmado en declaraciones ante jueces. No se inmutó, pero sí dijo que creía “más a la Policía que a su grupo parlamentario”.

En cierto modo, eso fue un patinazo. Belarra le respondió que “es la Policía quien ha acreditado esas búsquedas”, algunas de ellas a petición del entonces secretario de Estado de Interior, Francisco Martínez. Ni por esas. Rajoy negó que algún miembro de su Gobierno hubiera cometido delitos. Por otro lado, también afirmaba que no podía saber todo lo que hacía cada uno de sus ministros o los mensajes que enviaban a otras personas.

Aún puede seguir atrincherado en esa frase, al menos hasta mediados de 2026, cuando se celebre el juicio por el caso Kitchen en el que Fernández Díaz –al que el fiscal pide 15 años de prisión–, Martínez y los comisarios Villarejo, Pino, Gordo, García Castaño y Martín Blas se sentarán en el banquillo de los acusados. Toda la cúpula policial del Gobierno de Rajoy. Pero él no sabía nada, o eso dice.

Hubo tiempo para algunos de los grandes éxitos de la corrupción. Belarra y el socialista Manuel Arribas le preguntaron por si sabía “quién era M. Rajoy”. A estas alturas, eso es materia prima para hacer chistes en las redes sociales, porque no hay ningún enigma. Esa referencia aparecía en los documentos de los sobresueldos que disfrutaban los dirigentes del PP. Un juez ya estableció que ni el PP ni Rajoy cometieron un delito fiscal por esos ingresos procedentes de la caja B del partido, porque el caso había prescrito en el caso de los pagos de 2007 o porque no superaban el límite en el caso de los de 2008. No hay ninguna investigación que se haya visto bloqueada porque no se supiera quién era M. Rajoy.

Para los que crean que es muy importante, Fernández Díaz lo confirmó en su comparecencia. “M. Rajoy, supongo que es Mariano Rajoy, pero me quedo ahí, punto”.

El caso es que Rajoy se picó. Su respuesta fue buscar trapos sucios: “No voy a hablar de esos asuntos de la misma forma que no voy a hablar del señor Iglesias, del señor Errejón o del señor Monedero”. Ya en ese momento el expresidente creía tener motivos para ser tan agresivo o maleducado como sus interrogadores.

Se acabó el Rajoy gracioso de “es el vecino el que elige al alcalde”. Llegaba Mariano, el pistolero cabreado. Aunque en un momento dado mantuvo la calma cuando Belarra dijo que “los gallegos no tienen fama de graciosos”. Una frase así en un bar de Vigo por la noche mientras escuchan a Siniestro Total y lo mismo hay muertos.

Como Rajoy no estaba dispuesto a reconocer nada, ni siquiera que Cospedal envió una felicitación a Villarejo en su nombre, solo quedaba que todos se sacudieran con ganas. “Usted antes me indignaba y ahora me da pereza”, le dijo Gabriel Rufián. No tanta pereza como para no pedirle que se busque un abogado por lo que pueda pasar. “Le podría hablar de Judas Iscariote”, respondió el expresidente para pasar a recordar su tuit de las “155 monedas de plata” dirigido a Carles Puigdemont. Este era el ambientazo que se respiraba.

Se fue calentando y acabó dando lecciones de parlamentarismo muy discutibles: “Esta comisión es una vulneración de las normas parlamentarias no escritas”. Si no están escritas, es difícil llamarlas normas de obligado cumplimiento. Rajoy no cree que una comisión parlamentaria pueda “controlar a gobiernos anteriores” y debe limitarse a hacerlo al Gobierno existente. Eso aparecerá en la Constitución que ha imaginado y que guarda en su cabeza. En realidad, el Parlamento es soberano para investigar lo que quiera, aunque haya ocurrido en el pasado, con el fin de asignar responsabilidades políticas. Por lo que pueda valer, que quizá no sea gran cosa muchos años después.

Rajoy debería saberlo, porque es lo que hizo el PP en el Senado en su época de presidente. Llegaron a llamar a declarar en 2018 a Manuel Chaves y José Antonio Griñán cuando ya no eran presidentes de Andalucía. O a Pablo Iglesias cuando estaba en la oposición, a cuenta de la inexistente financiación de Venezuela. Pero si lo hacen los otros, es un escándalo.

Con estos mimbres, la cosa tenía que acabar mal y así ocurrió. Todos iban subiendo la apuesta. Aparte de llamarle “trilero”, Arribas dijo que era un “mentiroso”. Rajoy se sintió “calumniado” y pasó a hablar de Ábalos y luego se remitió al manual básico del PP. “Ustedes han montado esta comisión por siete votos”, por los siete votos de Junts. “Ustedes han montado este circo para que no se hable de otra cosa”.

Rajoy dijo que no había escuchado argumentos que justifiquen la existencia de la “policía patriótica”. Esas pruebas e indicios ya han aparecido en medios de comunicación, incluido este medio de forma abundante, y en declaraciones realizadas por testigos en la Audiencia Nacional. El Tribunal Supremo ha confirmado la primera condena por revelación de secretos al comisario que era la mano derecha policial de Fernández Díaz.

Hace muchos años, Rajoy dijo que la Gürtel no era una trama del PP, sino “una trama contra el PP”. Lleva camino de estar tan equivocado ahora como lo estuvo entonces. Su etapa de gobierno en el papel del misterioso M. Rajoy siempre estará manchada por uno de los casos de espionaje político más graves en la democracia que él dice defender con pasión. Aunque diga ahora que no se acuerda de nada.

Etiquetas
stats