Espacio de opinión de Canarias Ahora
Gazatíes y cherokees: ¿un nuevo “sendero de lágrimas”?

Define a la colonización inglesa de tantos territorios y continentes la proclamación de que los indígenas (americanos, por ejemplo) eran una raza inferior con la que los europeos no podían mezclarse, so pena de corromper la propia raza. En consecuencia, debían ser objeto de segregación o, simplemente, de exterminio.
Esa es una gran diferencia entre la colonización británica de América del Norte y la de la tan denostada (“leyenda negra” de por medio) de América Central y Suramérica por parte de la Corona española. Que, salvajadas, esclavizaciones y masacres llevadas a cabo por conquistadores y colonos españoles -ansiosos de riquezas y de gloria- aparte, la América Latina es una sociedad mestiza. Y la estadounidense se construyó sobre el apartheid y el genocidio de los aborígenes y sobre la ideología del supremacismo blanco.
Uno de los episodios de “limpieza étnica” más sanguinarios de la historia norteamericana fue el desplazamiento forzoso de la Nación Cherokee al oeste del Mississippi, desde sus territorios ancestrales al Este del río -a partir de leyes del Estado de Georgia, declaradas inconstitucionales, nulas y sin valor por el Tribunal Supremo presidido por el juez John Marshall (1832, Worcester contra Georgia)- una vez que se descubrió oro en las tierras de los cherokees.
Esa política de destierros forzosos, como el que el “restaurador moral” Donald Trump pretende imponer a los gazatíes, también la sufrieron otras comunidades y tribus indígenas como los creeks, seminolas, chickasaws, y choctaws. Parece que anduviéramos desandando dos siglos; o, peor, que nos quisieran sumergir de nuevo en atrocidades propias de los períodos más sombríos de la Historia. Y con una capacidad para la destrucción humana y la devastación de la naturaleza ilimitadas.
Los Cherokees habían sido reconocidos por las leyes y los tratados (como el de Hopewell, 1785, o el de Holston, 1791) de los Estados Unidos de América, debidamente ratificados por el Senado norteamericano, como nación soberana y “poseedora indiscutible” de su territorio y de su derecho a autogobernarse.
Sin embargo, el presidente Andrew Jackson (1829-1837) dispuso todas las medidas necesarias y el uso de la fuerza para el desplazamiento forzoso de los cherokees, a través del “Sendero de Lágrimas”, que supuso muertes y sufrimientos sin cuento para los indígenas y uno de los episodios más vergonzosos de la historia norteamericana.
Es como si el tiempo no hubiera pasado y el capitalismo salvaje y sus agentes se hubieran desembarazado de la careta democrática y se hubieran decidido a emprender un sombrío retorno a las cavernas.
¿Pretende un individuo como Trump, al que acaba de considerar el arzobispo de Oviedo un restaurador del “orden moral”, forzar a los gazatíes a un nuevo “Sendero de Lágrimas” como el que sufrieron los cherokees, que ha pasado a la historia de la ignominia? A este “pastor de almas” ovetense ya sólo le falta invitar al virtuoso Donald Trump a entrar bajo palio en la catedral de su jurisdicción eclesiástica.
¿Lo van a tolerar demás países e instituciones internacionales en estado de liquidación en este crucial momento de la historia de la humanidad en que los resortes del poder político de numerosos e influyentes Estados están en manos de auténticos delincuentes, cualesquiera que sean las coartadas ideológicas con las que intenten disfrazarse y los intereses que, a cara descubierta o vergonzantemente, representan?
Y que cuentan, por ejemplo en esta España nuestra, con aventajados discípulos dispuestos a imitarles si tuvieran, o cada vez que tengan, la oportunidad de hacerlo. Díganse abascales, ayusos, mazones y demás.
¿Nos hemos olvidado de las grandes hecatombes de seres humanos inocentes que marcaron el Siglo XX y que debieran ser lecciones definitivamente aprendidas por la especie que se ha bautizado a sí misma como sapiens?
Hace apenas una treintena de años se llegó a proclamar (F.Fukuyama) el “fin de la Historia” y la plena consolidación de la democracia como forma de convivencia y sistema de gobierno a lo largo y ancho del mundo, una vez se desmoronó la Unión Soviética, y Occidente, bajo liderazgo de los Estados Unidos, se proclamó vencedor de la Guerra Fría.
Si alguien hubiera pronosticado hace nomás veinte o treinta años que la Humanidad, y con ella el Planeta Azul, iban a estar ante el panorama aterrador que nos envuelve ahora y aquí lo hubiéramos tomado como un loco desesperanzado y como el peor pájaro de mal agüero.
Pero así están las cosas y a los hombres y a las mujeres “de buena voluntad”, a los que se referían los coros angélicos en el portal de Belén, según las Escrituras cristianas, se nos exige y tenemos el deber plantarle cara a la implantación de la ley de la selva por parte y al servicio de los poderosos de la Tierra.
Sobre este blog
Espacio de opinión de Canarias Ahora
0