‘Los once de San Juan’, símbolo de la brutalidad de la represión franquista en Tenerife

Domingo García (el petate), Manuel Luis Figueredo, Saturnino González… son algunos de los protagonistas de uno de los episodios de la represión franquista más oscuros que sufrió el municipio tinerfeño de La Laguna: la desaparición de los once de San Juan, símbolo de la brutalidad de la violencia sufrida a partir de aquel verano de 1936. Todos pertenecían al movimiento obrero lagunero, aunque tienen perfiles diferentes. Desaparecieron tras el golpe de Estado y nunca han sido recuperados sus restos mortales pese a los intentos. Además, sus familias sufrieron acoso con registros constantes en sus viviendas.
Los investigadores Luana Studer y Aarón León han ahondado en las biografías de estas once personas y en las circunstancias que rodean su desaparición. León señala que la ciudad de La Laguna estaba marcada por la presencia de la burguesía y las élites de la nobleza más tradicional. Durante la II República se produce la organización del movimiento obrero que tiene antecedentes previos pero en ese momento va a alcanzar su máximo desarrollo. “Algo particular de La Laguna es que los grupos comunistas, anarquistas, socialistas van a colaborar dentro de la Federación Obrera y van a mantener unidad de acción, incrementando su capacidad de protesta y organización”, aclara.
Luana Studder subraya que la industria del tabaco estaba muy concentrada en el área metropolitana, tanto en Santa Cruz de Tenerife como en La Laguna; en el año 1936 había varias fábricas de tabaco y esto fue clave. Aarón León añade que el punto álgido del movimiento obrero llega durante la etapa del Frente Popular pues empiezan las reivindicaciones en el sector del tabaco con la figura de Domingo García, el petate. Recuerda que se reivindicaban mejoras salariales, de trabajo y de condiciones de vida. Incluso se llega a ocupar el Obispado simbolizando la lucha contra la Iglesia. Además, poco a poco van a producirse choques con grupos que van abrazando el fascismo.
León incide en que la represión no se entiende sin la vinculación política con la Segunda República ya que quienes tienen un papel relevante son las personas que después van a ser represaliadas. “Que esa gente quisiera amenazar el poder de las élites locales tradicionales es lo que explica la dimensión de la represión o que ataquen los valores culturales, sociales y católicos, que eran inamovibles”, remarca. En este sentido, señala que la mayor manifestación de la represión eran las desapariciones de personas y es lo que representan los once de San Juan, la desaparición de estas personas en una isla donde no hubo batallas, donde no hubo guerra como tal.
Explica que hubo represaliados en el municipio que no fueron asesinados pero que tuvieron que exiliarse como es el caso de Saturnino Tejera, padre de Nivaria Tejera que recoge la historia en su libro El Barranco. También a quienes les incautaban sus bienes o familias que sufrían acoso. Se instauró un clima de miedo en el que la comunidad podía ver las consecuencias que podrían ocurrir si no se colaboraba con las nuevas autoridades. “Cuando se habla de persona represaliada tenemos que mirarlo en muchas direcciones. Y esas direcciones nos llevan a la familia, a la comunidad o incluso a personas que ni siquiera te conocen”, incide León.
Luana Studer remarca que tanto La Laguna como Santa Cruz de Tenerife fueron los puntos de mayor represión de la isla y que concentraron los principales lugares de presidio a partir del 18 de julio. Apunta que La Laguna tuvo, por ejemplo, el campo de concentración de Los Rodeos, donde se usaba mano de obra prisionera para las futuras instalaciones alrededor del aeropuerto de Tenerife Norte. Además, La Laguna tuvo una cárcel municipal donde pasaron parte de los Once de San Juan. A ello se le suman la prisión de Fyffes en Santa Cruz de Tenerife o los barcos prisión.
En el libro En Rebeldía, los investigadores Luana Studer y Aarón León junto a Victorio Heredo, Guacimara Ramos, Alejandro Gámez y Nuria Álvarez desgranaron la historia de los Once de San Juan, el contexto histórico que envolvía estas vidas y un trabajo sobre las posibles localizaciones de sus restos mortales. Studer señala que se entrevistó a sus familias, testimonios orales y se contó con material de archivo en los que se destacó que una parte de estos represaliados pudieron haber sido fusilados en la zona de Los Rodeos porque a principios de los años 60 se hizo una ampliación de la autopista y se descubrieron siete cadáveres en una fosa común. El ejército se hizo rápidamente con el control de la situación y eso no fue publicado, pero por algunas personas se filtró la noticia y llegó a los familiares de los once de San Juan.
Por ello, una de las hipótesis es que una parte de esas once personas fueron fusiladas en Los Rodeos y después depositados en San Juan y otra parte fueron sacados de la cárcel municipal, llevados a Fyffes y asesinados y arrojados al mar. La hipótesis que se maneja es además que el grupo no fue fusilado a la vez sino que sufrieron un proceso represivo diferente. Además, los investigadores destacan que algunos hombres de este grupo eran provenientes de familias burguesas, por lo que no se encuadran con el clásico perfil de obrero tabaquero, pero sí que es cierto que todos pertenecían a partidos y sindicatos de la Federación Obrera lagunera.
Quiénes fueron los ‘once de San Juan’
Cecilio de Armas Fernández (Honorio, como era conocido) fue un tabaquero especializado en la fabricación de puros. Desarrolló sus actividades sindicales en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), de la que fue “un convencido militante”, pero la CNT se convirtió en un objetivo prioritario para los sublevados y fue el colectivo sindical que sufrió más desapariciones. En el libro En Rebeldía se recoge el testimonio de su hijo Rubens, que señala que a su padre lo encontraron en casa de sus suegros por un chivatazo. Fue enviado a los barcos prisión, después a Fyffes donde fue recluido junto a su hermano Cristino de Armas. En octubre de 1936 cuando fueron a visitarlo sus familiares a la cárcel a su esposa le dijeron que lo habían liberado la noche anterior. Fue Cristino quien le contó a Antonia, la mujer de Honorio, que lo habían sacado de la cárcel para desaparecerlo. La familia sufrió un fuerte acoso por parte de las milicias franquistas y su casa fue registrada reiteradamente.
Domingo Cruz Cabrera desempeñó diversas profesiones como agricultor, maestro de obras, contratista… y en los últimos años fue capataz en la refinería de Santa Cruz de Tenerife. Perteneció a la Agrupación Socialista de La Laguna, fue firmante de una carta al gobernador civil en calidad de “propietarios republicanos” y habría participado en el asalto del Palacio Episcopal de La Laguna. También fue promotor del lagunero Barrio Nuevo, donde un busto le recuerda actualmente. Fue detenido junto con su hermano José Cruz Cabrera poco después del golpe de Estado y su destino fue la prisión de Fyffes. Lo desaparecieron en noviembre de 1936 momento en el que figura su condición de “rebelde” y “en paradero desconocido”. También su familia sufrió las consecuencias de la represión. Su hija Rosario recordó cómo a su madre le registraban la casa y a ella una vez la echaron del colegio por no llevar el traje de la Falange.
Manuel Luis Figueredo cursó estudios en la universidad y dedicó su vida a los negocios. Simpatizaba con los movimientos culturales de vanguardia, cine y literatura de la época republicana. Se implicó de diversas formas en la vida política y militó en el Partido Comunista de España (PCE). Fue detenido dos días después del golpe de estado a las 11.00 en la puerta de su casa. En el libro se recoge que su familia tenía dos armas de fuego en recuerdo de la actividad viajera de su padre. Y por ello fue condenado a un mes y un día de arresto. Coincidió en Fyffes junto a su hermano Adolfo y una noche fue sacado de la prisión con la excusa de ser trasladado. Apenas le dio tiempo de despedirse de su hermano y le dijo: “Quédate con los zapatos porque no voy a volver más”, recoge En Rebeldía y efectivamente no regresó. Al día siguiente de su asesinato su hermano fue salvado porque el nuevo capitán de Fyffes reconocio a Adolfo pero llegó tarde a evitar el asesinato de Luis.
Domingo García (el petate) fue tabaquero y uno de los desaparecidos de La Laguna con mayor representatividad política de aquellos años. En 1932 ya representaba a la Federación Obrera de La Laguna ante el ayuntamiento y en 1933 era presidente del Sindicato de Obreros Tabaqueros de la misma ciudad. Fue también elegido secretario político del Comité Local del PCE en La Laguna. Tras el golpe de estado, se esconde en una casa en la calle La Trinidad junto a su hermana Estrella y se refugiaba en el bajo piso que era de madera. Para salir se vestía de mujer y fue cambiando de escondite. Entró en contacto con la familia de su amigo y también desaparecido Cecilio Honorio de Armas que lo esconden en un granero, pero después de dos meses decide entregarse. Su hermano lo encontró muy demacrado en una de las visitas en la comisaría y Domingo le llega a decir que vaya con los agentes a buscar una pistola que tenía escondida. Según su hermano, ese tema del arma “se lo metieron en la cabeza” a raíz de la tortura y esa noche fue la úlltima vez que lo vio.
En el libro se recoge que en febrero de 1937 se declaró su ingreso en prisión acusado junto a otros concejales del Frente Popular de La Laguna por injurias a la autoridad por una protesta realizada años atrás contra el comandante militar de Canarias, Francisco Franco. Pese a que había desaparecido desde aquella noche en que lo vio su hermano los franquistas lo reclaman una y otra vez para que acuda al juzgado. Se manejan varias hipótesis de su desaparición como que fue sacado de la comisaría y hecho desaparecer en la zona de Los Rodos o el cementerio de San Juan.
Saturnino González Rodríguez era conocido como “Falcón” o “Nino Falcón”. Fue chófer de profesión y según la investigación En Rebeldía, representa “un ejemplo claro de la dificultad existente para rastrear a personas que se consideran en ignorado paradero”. Se desconoce su militancia política pero sí se sabe que participó en algunos de los hechos políticos más importantes que sucedieron en La Laguna durante el período republicano ya que se le acusa de haber entrado junto a otras personas en el Palacio Espiscopal, por ejemplo. Hay una hipótesis de que pudo haber sido arrojado al mar por una canción popular que cantaban los falangistas con su apodo.
Vicente Hormiga Mederos. Se destaca de él que era muy trabajador y de espíritu emprendedor. Trabajó como representante de las máquinas de coser Singer y poseyó varios bienes y propiedades que completaron sus actividades económicas. Diversos indicios apuntan su cercanía al partido socialista y su familia siempre ha creído que tenía vínculos con la masonería. En el libro se expone que los datos sobre su detención y desaparición son confusos pero que se ha recurrido a testimonios orales que citan que fue acusado de sedición por haberse opuesto en los primeros momentos a la sublevación militar. Los investigadores concluyen que fue “una víctima más en un plan orquestado por la oligarquía tinerfeña que al tiempo que trataban de ganar la guerra eliminando cualquier atisbo de oposición aprovecharon para enriquecerse mediante el robo sistemático e impune de las propiedades de represaliados como Vicente”.
Juan José Martín Escobar. Con 20 años hizo el servicio militar en Madrid en un batallón de aviación en la base aérea de Cuatro Vientos. Este hecho será trascendental porque allí entró en contacto con militares republicanos y comunistas. A su regreso a Tenerife mantuvo una activa militancia como actividades de propaganda y algunos enfrentamientos con la policía. Al estallar la sublevación se escondió en la casa de la familia de su mujer, donde fue detenido en concepto de preso gubernativo. Fue enviado a los barcos prisión, después a Fyffes y se le trasladó a los batallones de trabajo forzoso en la zona de Los Rodeos. Allí se desplazaba su esposa a llevarle comida hasta que un día le dijeron que no volviera al día siguiente. Existen dos hipótesis sobre las circunstancias de su asesinato pero lo que está claro es que lo asesinaron a los 28 años y al igual que otros vecinos encarcelados y detenidos dejó una “huella imborrable de dolor en el barrio de San Juan con la permanente amenaza de registros, chivatazos y detenciones”.
Alfonso Martín Power. Apodado “el chicharrero” trabajó como panadero regentando una pequeña panadería junto a su hermana. Tenía inquietudes artísticas y perteneció a la junta directiva del Orfeón de La Paz de La Laguna durante varios años, agrupación musical a la que también pertenecían otros desaparecidos de la ciudad. Hay algunos investigadores que lo vinculan a la Agrupación Socialista de La Laguna pero su hija cree que perteneció a la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT). Participó activamente como miembro del sindicato de panaderos de La Laguna y se reunía durante la República con otros panaderos en su panadería para solucionar cuestiones del sindicato. También participó junto al desaparecido Jacinto Silvera en la Sociedad de Obreros Panaderos y Artes Blancas.
A partir del golpe de estado huyó y trató de esconderse en casas próximas a su domicilio de San Juan. A pesar de que su familia no sabía su paradero, los golpistas la tomaron con ello haciendo numerosos registros en su casa. Alfonso abandonó La Laguna para esconderse en los montes de La Esperanza y deambuló meses en solitario hasta que decidió marchar a Santa Cruz en guagua. Más tarde un guardia civil lo reconoció y fue detenido. Después fue ingresado en Fyffes donde lo vieron por última vez. Hay también dos hipótesis sobre su asesinato: una es la “saca” de siete personas para hacerlo desaparecer junto a sus compañeros y otra es que lo arrojaran al mar.
Alfredo Mederos Galán cursó magisterio en La Laguna. Poseía actitudes musicales y literarias y escribió artículos en periódicos como El socialista o El Progreso. En su compromiso para la mejora de la situación de los maestros llamaba a la unión y movilización del colectivo. Fue militante socialista y ocupó puestos de relevancia en agrupaciones de varias localidades. Tras el levantamiento militar se escondió en casa de una prima mientras su casa fue registrada. Después de un tiempo escondido decidió entregarse y pasó a Fyffes. La última persona que lo vio con vida fue su hija Ofelia a la que le comunicaron que no fuera a verlo al día siguiente. Tras su asesinato, su mujer y cinco hijos quedaron desamparados y volvieron a su pueblo natal, Vallehermoso y después emigraron a Venezuela.
Guetón Rodríguez de la Sierra Melo. Era hijo del abogado y diputado en Las Cortes por la Izquierda Republicana, Luis Rodríguez de La Sierra, también desaparecido tras el levantamiento militar. Fue comunista y militante de Juventudes Socialistas y presidente del Comité Insular Pro-Olimpiada Popular, que estaba concebida como una manifestación antifascista en torno al deporte y la cultura. Según el estudio de Lepoldo O’Shanahan, Guetón huyó tras el 18 de julio y se cobijó en la casa de unos campesinos, pero regresó a casa poco después y se produjo su detención. En el libro de En Rebeldía se destaca que no se sabe con certeza qué ocurrió después si fue trasladado a Fyffes o a otro centro de detención o si, sin más, fue desaparecido en el mar. “Parece claro que el funcionamiento del aparato represivo del régimen contribuyó a distorsionar el lugar donde se encontraban realmente los presos”, destacan los investigadores.
Por último, Jacinto Silvera Peña conocido como “el bizco” pertenecía a una familia con gran arraigo al barrio lagunero de San Juan. Fue panadero y al igual que otros desaparecidos orientaría su militancia política y sindical hacia el anarquismo. Hubo enfrentamiento con la patronal y se declaró una huelga general en 1933 en la que obreros laguneros protagonizaron piquetes. En ese clima Silvera fue presidente del sindicato de panaderos. Se le detuvo en los primeros momentos del golpe militar y probablemente pasó por los barcos prisiones. Su rastro aparece un instante para perderse para siempre en octubre de 1936 antes de ser sacado de la prisión de Fyffes en una de las rondas nocturnas de las Brigadas del Amanecer.
Un proyecto estancado
En diciembre, el Gobierno de Canarias anunció que promueve un proyecto para la recuperación de los restos mortales de los Once de San Juan en el cementerio donde se cree que pueden estar enterrados. Sin embargo, la asociación de la Memoria Histórica de Tenerife renunció a esa subvención por la imposibilidad de asumir el proyecto. Desde la Consejería de Presidencia explican que promoverán otros que se decidan en la Comisión Técnica de Memoria Histórica.
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