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El Estado no financia la cura de la hepatitis C a quienes se infectaron en hospitales públicos

Una buena parte de los enfermos de hepatitis C se contagiaron en el sistema público de salud.

Raúl Rejón

El Ministerio de Sanidad juzga inasumible el gasto de un nuevo y efectivo tratamiento contra la hepatitis C. No lo financia. Lo que ocurre es que un buen número de enfermos contrajeron este virus que ataca el hígado en el mismo sistema de salud público cuyos dirigentes consideran ahora que no está en situación de proporcionarles ese remedio.

El tratamiento es una píldora que, simplemente, resulta demasiado cara. 2014 trajo una nueva medicina destinada a curar el 90% de los casos de hepatitis C. Se llama Sovaldi y ha sido sintetizada por el laboratorio estadounidense Gilead. ¿Su problema? Gilead la vende en EEUU a 1.000 dólares la pastilla. En España el precio está en unos 50.000 euros para el tratamiento de 12 semanas. Pero la mayor efectividad del fármaco se obtiene con una administración de 24 semanas: doble tiempo, doble precio.

Ante la falta de respuestas de las administraciones, los trabajadores de la asociación Itxarobide, una entidad que presta apoyo a portadores de VIH y Hepatitis en Euskadi, han anunciado movilizaciones para denunciar esta situación y reclamar una atención terapéutica inmediata en los casos más graves. Entre las acciones previstas, la primera es una acampada frente a la sede del Gobierno autonómico en Vitoria-Gasteiz como vía para presionar al Servicio Vasco de Salud.

La situación es tal que el Ministerio de Sanidad admite, como adelantó la Cadena Ser, que no puede financiar el tratamiento a ese coste “inasumible”. Aurelia G. tiene el virus. Se lo inocularon en el hospital madrileño de La Paz al nacer su hijo en 1986. “Había tenido un embarazo de riesgo con hemorragias, y también en el parto tuve pérdida de sangre”. Así que debió recibir una transfusión de sangre que resultó contaminada con el virus. “Yo no quería que me pusieran sangre, pero el doctor dijo que no había más remedio”.

Tras el nacimiento ella se encontraba bien, “sólo que un poco cansada”. Aurelia no supo que estaba enferma hasta 18 años después de recibir la transfusión sanguínea. “Fue una doctora de Atención Primaria de Galicia la que me pidió la prueba y di positivo. Fue un shock total”, recuerda Aurelia. ¿Reclamación? “Nos dijeron que como no había obligación de analizar las bolsas de sangre antes de 1992, no había nada que hacer”.

Ahora ella dice estar bien, aunque no puede seguir el tratamiento habitual con Interferón: “Me dio una alergia tan fuerte que el médico tuvo que suspenderlo”, explica. Un tratamiento con Sovaldi seguramente curaría a Aurelia, porque los efectos secundarios de este nuevo fármaco son mucho menores. Pero la sanidad pública ha decidido no cubrirlo.

Casos como el de Aurelia no son extraños. Pero cuantificarlos con cierta exactitud es muy complicado, por la alta tasa de casos que ni siquiera se diagnostican. O se diagnostican décadas después de contraer el virus.

En cualquier caso, de acuerdo con lo publicado, el Gobierno ha acordado con las comunidades autónomas que se trate con Sovaldi a pacientes extremadamente graves. De momento sólo lo han recibido 110 pacientes. “Estamos en trámites, estudio y negociación sobre este medicamento y en esta fase no hay más información” que la que ya se conoce, ha explicado un portavoz de Sanidad a eldiario.es.

“En España la hepatitis no es una enfermedad de ricos y pobres”, cuenta a eldiario.es Juan Fernández Moreno, presidente de la Asociación Catalana de Enfermos de Hepatitis C. De hecho, uno de los grupos de edad con más afectados lo componen pacientes mayores de 60 años que fueron contagiados por el propio Sistema Nacional de Salud antes de que se extendieran las medidas profilácticas ahora estandarizadas con jeringuillas y productos hematológicos. Ahora ese mismo sistema público es el que no asume el gasto de la nueva cura para la enfermedad que estos ciudadanos adquirieron en algún centro sanitario.

Un informe de la Asociación Española de Estudio del Hígado estableció que en este grupo poblacional “el aumento progresivo de portadores [...] se puede atribuir a factores de riesgo muy prevalentes antes de los años 70 [...] y al hecho de haber tenido más oportunidades de haber recibido una transfusión de sangre antes de 1990”.

Pero lo cierto es que también es una patología que hace mella en grupos con riesgo de exclusión. Uno de los picos de prevalencia de esta enfermedad se da en pacientes de entre 20 y 30 años relacionados “con el uso confesado u oculto de droga por vía intravenosa”, según el estudio de la AEEH. Las cifras oscilan entre un 66% y un 98% de estos drogodependientes, según las zonas.

La dolencia está muy extendida en las cárceles españolas. Un escrito del Defensor del Pueblo Andaluz en mayo de 2014 pedía esfuerzos al Ministerio del Interior y al Gobierno regional para conocer datos fehacientes sobre la incidencia de la hepatitis ya que, aseguraba, en las cárceles “se multiplica por ocho la frecuencia de casos”, pero los tratamientos para los más graves “no llegan a los pacientes presos”. La oficina andaluza del Defensor anunció una “actuación de oficio conjunta” con el Defensor del Pueblo estatal en este sentido.

La hepatitis C es una enfermedad que “representa un problema sanitario de gran magnitud”, según analiza el doctor Miguel Bruguera, del Servicio de Hepatología del Hospital Clìnic de Barcelona. Entre un 20% y un 30% de los pacientes terminan por desarrollar una cirrosis hepática o cáncer de hígado. En España puede haber hasta 900.000 infectados, aunque se calcula que casi la mitad no están diagnosticados. Se la denomina “epidemia silenciosa” porque puede tardar décadas en mostrar síntomas. Sin embargo, en muchas ocasiones es un pasaporte hacia el trasplante de hígado. Según el registro de la Organización Nacional de Trasplantes, entre 1984 y 2012, de los 17.966 trasplantes hepáticos realizados en España, 7.613 fueron provocados por el cáncer o la cirrosis derivada de la hepatitis: el 42,3%.

Negocio en el Primer Mundo

Los enfermos de hepatitis C son un nicho de mercado asegurado, siempre que estén en el Primer Mundo y puedan pagar medicamentos de alta tecnología –y alto precio–. La Organización Mundial de la Salud reclama una atención urgente a este problema que, calcula, se lleva 350.000 vidas al año. La OMS asegura que hay 150 millones de portadores del virus.

De hecho, en EEUU, tres congresistas remitieron en marzo una carta al director general de Gilead, John C. Martin, para pedirle explicaciones por el alto precio de las pastillas. “Nuestra preocupación es que un tratamiento no curará si los pacientes no pueden permitírselo”, dicen. Y abundan en que “los costes son demasiado grandes porque la hepatitis C está concentrada en pacientes con bajos ingresos”. Los laboratorios aducen que se justifica por el gran esfuerzo desplegado en la investigación.

Con este panorama, el negocio del Sovaldi en Europa se está moviendo en estas cifras de usuarios potenciales y costes. Sólo que algunos estados están más dispuestos a jugar con las reglas de Gilead que otros. Gran Bretaña aprobó en abril una inversión de 18,7 millones de libras (23 millones de euros) para que la sanidad pública (NHS) pague el Sovaldi. La Asociación Nacional Británica de Hepatitits C había declarado que “se están poniendo vidas en riesgo mientras se demora esta decisión”. Gilead vende su producto en Gran Bretaña a 34.000 libras esterlinas para el tratamiento de 12 semanas. Son 41.800 euros. Un 32% menos que en EEUU, donde el mismo tratamiento cuesta 89.000 dólares (65.300 euros).

Pero hay otros países, como Alemania, que no pasan por el aro a la primera. El Instituto para la Calidad y Eficiencia en Salud lanzó un comunicado el 2 de mayo en el que aseguraba que “no está claro cuántos casos de cáncer de hígado previno [el Sovaldi] y añade que ”el fabricante no ha presentado análisis adecuados “para cuatro [de las seis] variantes del virus ni para su coexistencia con el VIH”. El Gobierno alemán utilizará la recomendación del instituto para la normativa sobre financiación. El precio de Sovaldi allí es de 49.000 euros para las 12 semanas.

Fernández Moreno quiere desmontar el argumento del Ministerio de Sanidad sobre la sostenibilidad del sistema y el alto coste de financiar este medicamento: “Basta con ver lo que cuesta hacer un trasplante de hígado, más sus añadidos en medicamentos, inmunodepresores y seguimiento. O los tratamientos para el cáncer de hígado. Eso, a medio y largo plazo, es muchísimo más dinero”. Sigue esa línea un estudio de este año realizado por The Economist en el que concluye que “a largo plazo esto desembocará en costes económicos para los sistemas de salud, ya que se deberán enfrentar tratamientos costosos para la enfermedad hepática crónica, cirrosis y carcinoma hepatocelular”.

Baste como un botón de muestra que, según los precios públicos establecidos por la Consejería de Sanidad de la Comunidad Madrid, al “trasplante hepático” se le asigna una cantidad de 72.495 euros. Sovaldi vendió 2.270 millones de dólares en los primeros cuatro meses de 2014.

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