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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Compromiso con la discapacidad

Nuria del Saz

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Regresando de unas vacaciones en Londres, confieso que vuelvo impresionada y complacida por el compromiso que tienen allí con las personas con discapacidad. Ya lo pude comprobar en otra ocasión anterior y he vuelto a constatarlo en este nuevo viaje.

Al momento de pisar el aeropuerto de Gatwick, la sola visión del bastón blanco lleva al personal aeroportuario a brindarte asistencia. Facilidades para acceder a los mostradores adecuados o ayuda para acceder al avión a la vuelta. En un aeropuerto atestado de pasajeros a las nueve de la noche, sin un lugar donde sentarnos, nos dimos de bruces con una sala específica para personas con necesidad de asistencia.

Como el resto del aeropuerto, estaba repleta de viajeros. Para mi sorpresa, me dijeron que podía esperar allí junto a mi familia y que nos asistirían para el embarque. En la sala había personas con todo tipo de discapacidad. Tanto física como intelectual o sensorial y personas mayores con andador. Me entregaron un mando que vibraría a la hora de nuestro embarque. De ahí, tanto a mis hijas como a mí, nos invitaron a subir a un pequeño coche eléctrico que nos condujo, junto a dos pasajeros más, hasta la misma puerta de embarque. Sorpresa máxima cuando en una antesala al avión, la azafata que nos guiaba, pidió a otros pasajeros que dejaran su asiento a los que íbamos en el cochecito. Sorprendentemente nadie protestó ni se malencaró con la azafata.