Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El PSOE llega a su Congreso con un ojo en la continuidad y otro en los tribunales
ERC elige a su líder en un congreso convertido en un plebiscito sobre Junqueras
Opinión - España: una democracia atascada. Por Rosa María Artal

David contra Goliat: filtraciones que cambiaron la historia

Daniel Ellsberg: yo era Bradley Manning

Marta Peirano

Berlín —

La palabra “whistleblower” viene de la antigua costumbre de los gendarmes de hacer sonar un silbato para indicar que se está produciendo un crimen. Hoy la policía sólo silba en las películas antiguas y el chivato o alertador -que es como lo llamamos aquí- es aquel que utiliza su posición privilegiada para denunciar un abuso, destapar un fraude o airear una corruptela dentro de la propia empresa, organización o partido.

Como Bradley Manning y Edward Snowden, son personas ordinarias que, ante la encrucijada moral de proteger sus propios intereses o denunciar crímenes contra toda la sociedad, tomaron la decisión más difícil. Sus historias demuestran que a veces basta el valor de una sola persona para cambiar el mundo, y también que vivimos tiempos donde el valor paga un alto precio.

Los papeles del Pentágono: Daniel Ellsberg

Los papeles del Pentágono: Daniel EllsbergQuizá el más paradigmático porque sus circunstancias son paralelas a las de Manning y Snowden -un analista militar de la RAND Corporation que copió y diseminó una serie de documentos clasificados que hoy se conocen como Los papeles del Pentágono y que demostraban, en palabras del New York Times, que “la  Administración Johnson había mentido sistemáticamente, no solo a los ciudadanos sino también al Congreso, acerca de un asunto de suma importancia y trascendencia nacional”. Los documentos demostraban que Lyndon Johnson sabía que iban a perder la guerra de Vietnam y que mintió sobre los informes de inteligencia, y que siguió enviando tropas norteamericanas a lo que ya sabía que era una trampa mortal.

Hay un antes y después de Ellsberg para la libertad de expresión. Cuando el Times quedó maniatado por la presión del Gobierno, Ellsberg mandó copias de todos los papeles al Washington Post y otros 17 medios, una jugada que repitió cuatro décadas más tarde Julian Assange. El escándalo pringó al Gobierno de Kennedy, el de Johnson y el de Nixon y creó un precedente importantísimo para la democracia: Ellsberg fue llevado a juicio por el mismo acto de espionaje que Manning y lo ganó. Es muy probable que Manning reciba una sentencia distinta. 

Watergate: Garganta Profunda

Watergate: Garganta ProfundaFue Howard Simons, subdirector del Washington Post, quien bautizó a la misteriosa fuente del Watergate con la película escándalo del año, pero sólo después de que sus reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein le hablaran de los tensos encuentros del primero en garajes desiertos a altas horas de la madrugada. Mark Felt tardó tres décadas en salir del armario y lo hizo en el número de junio 2005 de Vanity Fair, con un muy flaubertiano: Yo soy Deep Throat. En su época de garaje, Felt había sido el tercer hombre más poderoso del FBI.

Dicen que el soplo fue su venganza contra Nixon por elegir a L. Patrick Gray como director de la agencia tras la muerte de su fundador, J. Edgar Hoover en 1972, pero todo alertador se enfrenta necesariamente a campañas de descrédito. Lo importante es que su colaboración con el Washington Post sacó a un presidente corrupto de la Casa Blanca y mandó a su jefe de Gabinete a la cárcel junto con sus consiglieri Charles Colson y John Dean y su mano derecha John Ehrlichman, entre otros. Y que el escándalo y su leyenda dio lugar a la película que más periodistas ha generado en la historia: Todos los hombres del presidente, con Dustin Hoffman y Robert Redford.

Fumar mata: Jeffrey Wigand

Fumar mata: Jeffrey WigandComo ya saben los fans de Mad Men, hubo un tiempo en que fumar era bueno para la salud. Cuando en enero de 1964 el inspector general de Sanidad del Gobierno norteamericano declaró oficialmente que fumar provoca cáncer, muchas administraciones internacionales empezaron a exigir etiquetas de advertencia con ingredientes y avisos, pero el verdadero escándalo llegó cuando Jeffrey Wigand, el vicepresidente de investigación y desarrollo de la tabacalera Brown & Williamson entre 1989 y 1993, tiró de la manta en 1995.

Wigand apareció en el prestigioso programa '60 Minutos' de la CBS explicando cómo su compañía modificaba genéticamente el tabaco para incluir la mayor cantidad de nicotina en cada calada, además de añadir otros cientos de aditivos fantasma para potenciar la dependencia del fumador. El químico produjo estudios internos donde se demostraba enfáticamente la toxicidad de la cumarina, un compuesto químico similar a la vainilla que fue prohibido en la industria alimentaria en los años 50 por su alto grado de toxicidad. Wigand aseguró que el consejero delegado de Brown & Williamson, Thomas Sanderful Jr, había leído los informes y no quiso retirar el compuesto para no perder ventas. Frente al Congreso, Sanderful había negado tener conocimiento de la toxicidad de su producto.

Presionada ferozmente por el lobby del tabaco, la CBS tardó meses en emitir el programa, que sólo salió después de que el Wall Street Journal publicara una entrevista con el propio Wigand. Cuando por fin se emitió, lo vieron 20 millones de espectadores. El testimonio de Wigand fue el eje de un gigantesco proceso legal en el que participaron 40 estados y que la industria cerró con un convenio de 300.000 millones de euros. Curiosamente, la cumarina se ha seguido usando en la industria tabacalera, especialmente en los aromáticos tabacos de pipa dulce. Michael Mann llevó su historia a la gran pantalla en The Insider (El Dilema, con Al Pacino y Russell Crowe), a su vez inspirada en el famoso reportaje de Marie Brenner para Vanity fair, El hombre que sabía demasiado.

Vitamins Inc.: Stanley Adams contra Big Pharma

Vitamins Inc.: Stanley Adams contra Big PharmaEn 1973, Stanley Adams trabajaba como ejecutivo para el gigante farmacéutico suizo Hoffmann-LaRoche cuando descubrió que sus jefes llevaban años conspirando con su competencia en una coalición bautizada jocosamente ''Vitamins Inc.'' para inflar el precio de las vitaminas con las que la industria alimentaria enriquece los zumos, recalcifica la leche y remineraliza cereales, salchichas y cubitos de caldo. Adams entregó los documentos a la Comisión Europea bajo la promesa de discreción absoluta. Extrañamente, los funcionarios de la Comisión dejaron que un agente de la farmacéutica fotocopiara los documentos, que llevaban el membrete de la oficina de Adams y también su firma.

Con los mismos documentos que demostraban su ajuste de precios, Roche denunció a Adams por espionaje industrial y las autoridades suizas lo metieron en la cárcel durante seis meses. Cuando su mujer supo que podrían ser 20 años, se suicidó. Diez años de litigios más tarde, la Unión Europea le dió a Adams 200.000 libras, algo más de 230.000 euros. Él había pedido 500.000.

El soplo tuvo un impacto mucho más grande en la vida del soplón que en la industria farmacéutica, al menos hasta que los pardillos ajustaron cuentas en 2003 con un recurso colectivo. Los gigantes de la alimentación encabezados por Kellogg, Coca-Cola y Nestlé consiguieron lo que Adams no había podido. Sólo Roche tuvo que pagar más de 7.000 millones de euros y vender su división de vitaminas, con las que fueron pioneros en 1934. El resto del cartel, una docena de firmas que juntas hacen el 98% de la industria farmacéutica, tuvo que desembolsar miles de millones en juicios, multas, penas y compensaciones a lo largo de los años.

En un giro inesperado de la novela negra a la rosa, Adams fue arrestado en 1994 por intentar contratar a un antiguo miembro de Armada británica para matar a su tercera mujer. Quería cobrar el seguro de medio millón de libras, exactamente el mismo dinero que le había pedido a la Comisión.

Paraísos fiscales: la lista Falciani

Paraísos fiscales: la lista Falciani

En 2007, Hervé Falciani trabajaba como ingeniero informático en el HSBC de Ginebra cuando se encontró con una red internacional de evasión de impuestos que implicaba a las grandes fortunas internacionales, administraciones, industria y hasta el mundo de la cultura. La famosa “lista Falciani” (que conocen varios gobiernos, pero no a los ciudadanos) tiene más de 130.000 nombres, 3.000 de los cuales pertenecen a las familias más adineradas y poderosas de nuestro país y suman más de 8.000 millones de euros. Hacienda ha recuperado sólo 220 millones (puedes leer nuestra entrevista con Falciani en eldiario.es).

Un año antes, otro ingeniero informático llamado Heinrich Kieber le vendió al Bundesnachrichtendienst (el servicio secreto alemán) un CD con los datos de 5.828 evasores fiscales. El agujero negro de 5.000 millones crecía amparado por las leyes de Liechtenstein, un principado alpino de 35.000 habitantes con la deuda externa más baja del mundo y una gran reputación como paraíso fiscal.

La lista incluye fortunas de todo el mundo occidental, incluyendo 67 españoles. Además del grupo LGT, el escándalo salpicó al Bankhaus Metzler, Hauck & Aufhäuser, Dresdner Bank, el UBS de Munich y el Berenberg Bank de Hamburgo, además de clientes como el entonces Jefe del servicio postal alemán Klaus Zumwinkel. Kieber no cae simpático: no sólo recibió 4,2 millones de euros del Ministerio de Finanzas sino que su único biógrafo lo ha llamado maestro de la manipulacion. Se rumorea que en la Red muchos ofrecen el doble por su cabeza pero primero tendrán que encontrarlo.

Etiquetas
stats