Hubo un tiempo en que los libros se emparedaban para escapar a la prohibición, a la censura. Y qué tiempos... Agitados, sí, pero con un sugerente toque de misterio. Un libro era el amor de su dueño, que no se plegaba ante la ley y decidía mantenerlo a buen recaudo, aunque fuera entre unos muros.
Ahora nos llega una historia de emparedamiento, aunque un tanto distinta a lo que podríamos imaginar en un principio. David González, un joven de 35 años residente en Minnesota, se dispuso a reformar una parte de su casa. Para ello derribó una de las paredes y, de pronto, encontró allí un montón de papeles y periódicos. Entre ellos apareció un ejmplar de Action Comics. No cualquier ejemplar, sino uno de junio de 1938 en el que Superman aparecía por primera vez. ¿Qué razones lo llevaron allí? ¿Perteneció en su tiempo a un dueño anacrónicamente friki, consciente de su valor para el futuro? Nada de eso. Se trataba de sacarle un provecho muy diferente: se colocó allí durante la construcción de la casa para llevar a cabo la prosaica tarea de aislar las paredes.
González, el afortunado descubridor del hallazgo, declaró no ser muy fan de los cómics, y así también él está tratando de sacarle un provecho muy práctico poniéndolo a la venta. “Va a ayudarme a terminar de pagar mi casa, a pagar mi camioneta y ahorrar un poco de dinero, dejar que mi esposa termine sus estudios y que yo mejore mi trabajo. Y siempre he querido un Camaro”, afirmó entusiasmado.
Uno nunca sabe de qué manera puede salvarle la cultura.