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La carta de Sánchez espera nuestra respuesta social
La carta del presidente Pedro Sánchez anunciando su impasse hasta el lunes para decidir si resiste o dimite por el acoso judicial a su mujer, Begoña Gómez, me impactó tanto como a cualquiera. Y eso que ya en mi último artículo alertaba de que el no sancionar a jueces ineptos o partidistas está alentando casos de lawfare demoledores para la democracia.
Mi reacción espontánea ante la carta presidencial en X fue de “desconcierto e inquietud” y así lo transmití en mensajes a mis íntimos. Volvía en tren desde Córdoba tras una larga jornada hablando sobre la urgente necesidad de construir un puente de justicia con África, algo en lo que creo firmemente, cuando el texto del presidente me asomó, nos asomó a todos, al abismo donde los poderes oscuros desafían a la representación legítima de la soberanía popular, nuestra soberanía.
Por supuesto, desde que leí la carta en ese vagón traqueteante del media distancia rodeada de viajeros, nacionales y turistas, que charlaban, miraban los olivares tras las ventanas o las pantallas de sus móviles sin mostrar “inquietud ni desconcierto” como tampoco yo lo evidenciaba, me he preguntado qué razón política hay para esta decisión presidencial más allá del dolor personal declarado que entiendo, con el que empatizo y me solidarizo. Fuentes cercanas al presidente me insistían, ya en mi viaje en tren, en que no hay tal “razón política”, que estamos ante “una cuestión de amor, que no es poco”.
Fuentes cercanas al presidente me insisten en que no hay razón política para la carta del presidente, sino que es “una cuestión de AMOR”. Con todo, como demócrata en este contexto de auge fascista y bélico global, quiero pensar que su aldabonazo trasciende el amor de pareja e implica el fraterno de quienes queremos mantener la democracia.
Con todo, yo, como ciudadana demócrata, como mujer, escritora y periodista progresista, de izquierdas, como andaluza, española y europea en el actual contexto de auge fascista y bélico global, prefiero pensar que existe esa “razón política” para levantarse y hacer sonar un aldabonazo en las conciencias en defensa del sistema democrático, una “razón política” que trasciende del amor personal, de pareja, familiar, e implica el amor fraterno, colectivo, de las y los demócratas, de dispar ideología, que queremos mantener la democracia, el sistema de gestión pacífica de nuestras diferencias e intereses, frente a la alternativa que supone que nos impongan su voluntad los más fuertes y ricos, los poderes financieros, económicos, mediáticos capaces de infiltrarse en el poder judicial.
Reacción democrática sea cual sea la decisión del presidente
Hay sobrados motivos, hace tiempo, para estar muy preocupados por el deterioro en España del poder judicial, pilar clave de la democracia, como también de la prensa, imprescindible contrapoder. No obstante, ¿es papel del presidente del Gobierno escribir una carta para “expresar su opinión” indignada al respecto?
Me lo pregunto pensando en el mejor y más eficaz modo de avanzar. Porque hasta ahora las y los ciudadanos demócratas preocupados, las y los trabajadores, profesionales y activistas de diversos ámbitos, las y los sindicalistas y asociaciones organizadas, las y los analistas y opinadores comprometidos con los derechos humanos y con el Estado social, democrático, de Derecho y plural que es nuestro país según definición del artículo 1º de la Constitución, venimos alzando la voz y tecleando, poniendo en marcha y participando en recogidas de firmas, grabando y difundiendo vídeos reivindicativos, impulsando ILPs, manifestándonos por múltiples causas…
Venimos sobre todo votando y haciendo valer nuestra voluntad libérrima pese al rodillo mediático y demoscópico de propaganda derechista, pese al adoctrinamiento conservador y católico de más y más jóvenes generaciones en la red de enseñanza concertada que se nos obliga a seguir pagando con nuestros impuestos pese al descenso demográfico que deja sin justificación ese “complemento privado” de la red de enseñanza pública, laica e imparcial. Y hacemos todo esto confiados en que nuestros representantes políticos progresistas, llegados al gobierno, con mayorías en el Parlamento, tendrán en su mano herramientas y equipos para aprobar medidas que protejan y mejoren nuestra democracia y nuestras vidas.
Hay razones sobradas para hacer saltar las alarmas sobre el deterioro judicial y mediático en España, si bien quiero creer que un presidente de Gobierno tiene en su mano más herramientas y medidas para frenar y revertir tal deterioro que una carta difundida por la red social X. Pónganse en acción.
El presidente Pedro Sánchez ha anunciado en su carta que, el lunes, en rueda de prensa, comunicará si dimite o planta cara al acoso y derribo impulsado por derecha y ultraderecha. Yo espero y deseo que permanezca pues lo contrario sería, humanamente comprensible, pero ceder a la extorsión que busca violar la voluntad mayoritaria de España. Le agradezco de antemano que continúe porque quiero confiar en que lo hará.
Las y los representantes políticos son, como no me canso de repetir frente a tanto tópico despectivo, imprescindibles para la democracia. De ahí que siempre haya agradecido su tarea. Aunque a la vez he sido, soy y me esfuerzo en seguir siendo crítica con su desempeño pues considero que huir de la adulación y perseverar en la crítica honesta, por más que moleste y me pase factura, es mi obligación y la mejor contribución a mi alcance al servicio de nuestra democracia.
Decida lo que decida Sánchez el lunes, irse o quedarse, el desafío antidemocrático del lawfare nos seguirá retando a todos y la ciudadanía y nuestros representantes políticos tendremos que afrontarlo no solo con declaraciones en redes, ni recogidas de firmas o manifestaciones, sino impulsando para que se pongan en acción medidas que garanticen que en este país serio, en esta democracia madura, para empezar, no se pueda bloquear el Consejo General del Poder Judicial ni todos los nombramientos que dependen de su renovación impedida durante 5 años y 5 meses, ni tampoco se permita que la proliferación de bulos y falso periodismo y de decisiones judiciales negligentes o partidistas queden impunes.
Tanto si el presidente dimite como si resiste, y ojalá no ceda a la extorsión, nuestra sociedad seguirá retada por el 'lawfare' y tendremos que plantarle cara junto a nuestros representantes políticos para salvaguardar nuestra democracia.
¿Cómo vamos a organizarnos la sociedad civil y los partidos políticos para llevar adelante la regeneración necesaria? ¿Hay una España de centro y hasta de derecha democrática que esté hoy, como en la Transición, a la altura de pactar tal regeneración? ¿Tenemos las gentes de izquierda el talento, la capacidad de coordinación y la generosidad para impulsar y acordar, en primera instancia, dentro de cada grupo y organización, luego entre todos nosotros, y acto seguido con quienes piensan distinto, el proyecto superador de la “España barrizal” a la que nos quieren abocar?
Cierto que la incertidumbre abruma. Pero pensad cuán positivo es que el futuro no esté escrito. Ni dependa de un solo autor individual, sino colectivo.
La carta del presidente Pedro Sánchez anunciando su impasse hasta el lunes para decidir si resiste o dimite por el acoso judicial a su mujer, Begoña Gómez, me impactó tanto como a cualquiera. Y eso que ya en mi último artículo alertaba de que el no sancionar a jueces ineptos o partidistas está alentando casos de lawfare demoledores para la democracia.
Mi reacción espontánea ante la carta presidencial en X fue de “desconcierto e inquietud” y así lo transmití en mensajes a mis íntimos. Volvía en tren desde Córdoba tras una larga jornada hablando sobre la urgente necesidad de construir un puente de justicia con África, algo en lo que creo firmemente, cuando el texto del presidente me asomó, nos asomó a todos, al abismo donde los poderes oscuros desafían a la representación legítima de la soberanía popular, nuestra soberanía.