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Escapar de la distopía
Al final pasó. Lo que no queríamos creer ha ocurrido. La mayoría electoral estadounidense ha preferido volver a hacer presidente a un multimillonario convicto de 34 delitos de fraude y de violar la ley de financiación electoral, un racista, machista y antidemócrata que alentó el asalto violento al Capitolio el 6 de enero de 2021 y ejerce de matón amenazante… antes que a una ex fiscala de origen afro indio que habría sido la primera mujer presidenta de EEUU. Pero hay que encajar y reaccionar a este hecho pésimo para la democracia y hasta para la pervivencia global. Lo primero que quieren Trump y neofascismo ultracapitalista es que bajemos los brazos. Van apañados.
Justo esta semana, antes de las elecciones, cuando sobre todo Valencia pero toda España sufríamos una catástrofe de película hecha realidad, descubrí en elDiario.es la existencia de la cinta “2073” del director británico Asif Kapadia que nos proyecta a dentro de 50 años para mostrarnos un futuro de dictadura tecnomilitar gobernada por la hija de Trump. Una pesadilla que estaría cociéndose ahora. En este presente que el compañero Javier Biosca ha radiografiado en su entrevista al historiador Steven Forti con estas cifras aterradoras:
- El 71% de la población mundial vive en autocracias y hace 20 años era el 50%.
- 91 países son considerados democráticos (sobre los 195 que hay) y de ellos solo 32 son democracias liberales cuando hace 15 años eran 43.
- En 2003 había 35 países que se estaban democratizando, hoy son 18.
- En 2003 solo 11 países se estaban autocratizando, hoy son 42.
Reconozcámoslo: hace tiempo que dejamos que el cinismo y la hipocresía hayan ido royendo nuestra democracia como un gusano la manzana. Y cada vez está más frágil al irse quedando huecos el bienestar colectivo y el Estado de derecho.
La pesadilla de un 2024 con dirigentes como Trump, Putin, Xi Jinping, Narendra Modi, Milei, Kim Jong-un, Giorgia Meloni, Geert Wilders o Víktor Orban a quienes aspiran a sumarse Le Pen, Abascal o Alvise es una pesadilla real, existe. Como las riadas de lodo que arrasan con todo. Pero podemos sacar fuerza de ver que ellos se revuelven y embaucan a la gente porque saben el potencial transformador de la ola feminista, ecologista, de igualitarismo social, racial, de género, sexual... Hay que abrir los ojos, ponerse en pie, remangarse y juntos, instituciones y ciudadanía, la gente organizada, en colectivos civiles y a través de sus representantes políticos, reconstruir esa esperanzadora vida colectiva al alcance de la mano.
Para ello lo primero es no hacernos trampas al solitario. Reconocer lo que ya sabemos: que nuestras democracias vienen deteriorándose y debilitándose hace mucho. Que el cinismo y la hipocresía las han ido royendo por dentro cual gusano en manzana. Y nosotros hemos aceptado que su corazón, el Estado de Derecho, el bienestar colectivo sostenido con los impuestos, la justicia social están vacíos de sustancia, huecos.
Curarse del cinismo y derrotismo
Escribo esto y casi oigo y veo los comentarios y miradas descreídos porque llevamos la vida entera rodeadas de quienes nos inoculan el derrotismo del “es lo que hay”.
Nos han traído hasta aquí haciéndonos pensar que, caído el muro comunista, la izquierda no tenía alternativa que plantear al ultracapitalismo. Nos han traído hasta aquí con individualistas aspiraciones de éxito, dinero y eterna juventud cuando la realidad para la mayoría (incluso en profesiones de relumbrón como el cine, la música, la literatura…) son trabajos de sueldos precarios que no dan para un piso, servicios públicos maltrechos y desigualdad creciente mientras a los megarricos se les perdonan impuestos o se les cobra menos de lo debido por miedo. Nos han traído hasta aquí desincentivando el asociacionismo y atontándonos con hipnóticos vídeos virales (de gatos o de intoxicadores a sueldo) en las vampirizadoras redes sociales. Pero también con un deterioro de la profesión periodística consentido y alentado por la política, alérgica a “moscas cojoneras”.
Aquí hemos llegado, en un último arreón desde 2015, con la súbita resurrección del fascismo vía un “discurso anti inmigrantes” que tunea el “discurso antisemita” de los años 30-40 y con unos políticos de derecha, pero también de la izquierda (desde los gobiernos de Alemania, Dinamarca y España y en los órganos de la UE) que han minusvalorado el riesgo de criminalizar también ellos a los inmigrantes como si no recordaran que el fascismo entra enarbolando esa lanza para cargarse a las y los demócratas en conjunto, a la democracia.
Elegir mejor los referentes sociales
Antes de llegar a la Casa Blanca, no esta vez, sino en 2016, a Donald Trump durante años se le rieron las gracias de forma insensata. Incluso los líderes del partido Demócrata. Hillary y Bill Clinton, lo frecuentaban, hasta fueron a su boda con su actual y tercera esposa, Melania. Claro, Trump los financiaba. Era un referente de éxito para la sociedad estadounidense, pese a los modos groseros y despóticos que tenía y acrecienta.
En España, con las diferencias que se quiera, también se ha encumbrado y encumbra de forma incomprensible, en prensa, radio y TV, y no solo en la caverna mediática sino en periódicos y emisoras que son referente de compromiso democrático y progresista, a personajes nefastos como Pérez-Reverte o Juan Manuel de Prada que esta semana, con la excusa de la DANA, han atacado al sistema democrático de partidos y en el caso del último hasta instado, en ABC, a “ahorcar” y “descuartizar” a los gobernantes que elegimos y nos representan, apuntando a Pedro Sánchez.
Nuestra curación como democracias enfermas debe conllevar una reflexión y autocrítica sinceras sobre qué y a quiénes admiramos y alumbramos con el potente foco público dejando en sombra, en cambio, a investigadoras, pensadores, creadores, emprendedoras, gente valiosa, humilde y anónima, como la que estos días ha premiado elDiario.esAndalucía, por contribuir con acciones concretas y compromisos duraderos a un avance colectivo del que, además, son inspirador ejemplo.
Para convencer, primero hay que creer
Ahora frente al vértigo por el avance del autoritarismo, todas las personas convencidas de que la democracia sigue siendo, pese a sus defectos, el mejor sistema para gestionar las discrepancias, para superar las diferencias de clase y construir bienestar e igualdad de oportunidades, toda la gente, organizada en colectivos (laborales, sindicales, sociales, políticos), todas y todos incluida la gente de derechas demócrata como Javier Ruipérez histórico del PP y ex embajador de España en EEUU que ha condenado en Telecinco “el golpe de Estado contra la constitución” que Trump alentó en 2021 y luego se ha ido indignado con las mentiras pro Trump de otro tertuliano, los demócratas tenemos que reunirnos, pensar juntos, elaborar un plan y coordinarlo con actores internacionales como propuse en mi anterior artículo y construir con ese plan la protección de nuestro sistema de convivencia, de nuestra forma de vida libre, que están amenazando de muerte.
Y o lo hacemos ya y de verdad, o lo hacemos en serio, o no convenceremos a nadie de quienes están votando fascista. Porque hay una intuición humana, desarrollada desde la infancia, que percibe, casi huele, la verdad tras las palabras. Por eso decirse demócrata no basta, decirse antifascista no basta, decirse de izquierdas no basta, hay que defender los derechos humanos universales (también los de activistas antifascistas como ‘los 6 de Zaragoza’ aún a la espera de indulto), defender la legalidad internacional que el genocidio en Gaza busca arrasar, los impuestos y servicios públicos base del bienestar social, la libertad de prensa con la molesta labor crítica que conlleva…
Mucha tarea, nada fácil y con una contraparte en frente superfinanciada y envalentonada. Jornada tras jornada, un senador del PP o un líder regional de Vox llaman “rata” al presidente Sánchez, otro teniente de alcalde de Vox lo tilda de “cerdo” como los nazis hicieron con los judíos para deshumanizarles y preparar así el terreno a su posterior persecución y exterminio. Cada día que pasa la cuesta arriba es más ardua. Pero rendirse no es opción, por nosotros y por la juventud que viene. Lo que aboca a un destino claro: pongámonos al trabajo de inmediato, hoy mejor que mañana.
Al final pasó. Lo que no queríamos creer ha ocurrido. La mayoría electoral estadounidense ha preferido volver a hacer presidente a un multimillonario convicto de 34 delitos de fraude y de violar la ley de financiación electoral, un racista, machista y antidemócrata que alentó el asalto violento al Capitolio el 6 de enero de 2021 y ejerce de matón amenazante… antes que a una ex fiscala de origen afro indio que habría sido la primera mujer presidenta de EEUU. Pero hay que encajar y reaccionar a este hecho pésimo para la democracia y hasta para la pervivencia global. Lo primero que quieren Trump y neofascismo ultracapitalista es que bajemos los brazos. Van apañados.
Justo esta semana, antes de las elecciones, cuando sobre todo Valencia pero toda España sufríamos una catástrofe de película hecha realidad, descubrí en elDiario.es la existencia de la cinta “2073” del director británico Asif Kapadia que nos proyecta a dentro de 50 años para mostrarnos un futuro de dictadura tecnomilitar gobernada por la hija de Trump. Una pesadilla que estaría cociéndose ahora. En este presente que el compañero Javier Biosca ha radiografiado en su entrevista al historiador Steven Forti con estas cifras aterradoras: