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Día 62 en estado de alarma: vuelve el fútbol...en Alemania

Mañana vuelve el fútbol. Se estima que mil millones de telespectadores -por ahora, y a saber hasta cuándo, es lo que habrá- seguirán esos primeros encuentros. Es en la liga alemana, pero da igual porque en el resto del mundo los más aficionados los seguirán como propios, después de meses sin partidos de los que les emocionan. Porque en Bielorrusia y en Nicaragua han seguido con sus ligas, como si el coronavirus no fuera con ellos, pero no es lo mismo, por lo visto.

No me interesa mucho, por si no se ha notado, pero vivo con un profesional de saber de esto, por lo que le interrogo con lo que sí me despierta curiosidad: la logística del fútbol covid-19, el de los estadios vacíos. Por ejemplo: habrá amonestación por escupir. Por escupir en general, porque antes les caía una tarjeta por el escupitajo contra otro jugador, pero ahora basta con que sea en el césped. Que mira, bien, porque las pocas veces que he visto el fútbol por televisión me ha dado asquito, igual que la manera que tienen de sonarse la nariz en el aire.

Otra cosa importante para lo que ellos llaman partidos fantasma: los que participan llevan desde el sábado pasado concentrados en el mismo hotel y sin contacto con el exterior tras haber sido reglamentariamente testados. De hecho, a uno de los entrenadores -no me acuerdo del club- le han prohibido sentarse en el banquillo porque por lo visto se lo ha saltado y se ha ido a comprar pasta de dientes. O eso dice.

En España no hay fecha todavía para que vuelva: se calcula que a mitad de junio. Pero, te guste o no el fútbol, creo que es un paso fundamental en la desescalada. No solo por su aportación para el PIB, que está en torno a un 1,47%, y que ahora será más porque el turismo baja, sino para el bienestar psicológico de buena parte de la población, o de todos, para que nos creamos que las cosas son un poco más normales. De hecho, hay ideas como la del portal muchodeporte.com que incluso ha creado un paralelismo de la rivalidad Sevilla-Betis con la de Hamburgo-St Pauli, y la radio sonará con esos partidos de la Bundesliga con esa tradicional musicalidad de retahíla sin la que no podemos entender los fines de semana. (La ventana de Olga)

El fútbol, un estado mental

“El fútbol es la más importante de las cosas menos importantes” es una frase ya manida del rapsoda Valdano, y creo que fue Nick Hornby, más bruto y callejero, quien escribió que lo que más le preocupaba en la vida era morir a mitad de temporada. Los aficionados estamos hechos de la pasta de Hornby. Por eso nadie sabe cuándo habrá colegio, trabajo, playas o cualquiera de las cosas que Valdano creía importantes, pero en esta pandemia siempre ha habido una certeza: fútbol habrá. Porque tiene que haber. No nos van a dejar a mitad de temporada.

El fútbol es, en realidad, un estado mental que ha pasado estos días agazapado en cada rincón del subconsciente, esperando a hacerse carne. Así que también tengo claro que cuando despertemos el fútbol seguirá allí. Volver a ver un partido será como palparnos la ropa, desenredarnos los pelos y preguntarnos si estamos todos sanos y salvos, aunque sepamos que no es así. La luz al final del túnel es una final de Champions. Los años malos se registran porque no hay deporte. Si no lo creen, miren cuándo no se disputó la Liga.

Cualquiera sabe que hace tiempo que el fútbol trascendió a la pelota, así que en realidad estos días tampoco ha importado mucho que el balón ruede o no. Se nos ha informado de humo de fichajes, de pachangas virtuales y de los chistes de Joaquín. Y por si acaso a alguno le podía el mono, también he visto en portada del As un directo de la liga bielorrusa. Yo lo entiendo: lo hemos pasado mal, y el fútbol es el recuerdo y la promesa de un mundo mejor que incluirá (sí, antifutboleros) a veinte-tíos-en-pantalón-corto-dando-patadas-a-un-balón. Si además hay cerveza y amigos, entonces será el valhalla. (La ventana de Néstor)

El silencio en Nervión

Me mandaron un chiste en el que aparecía un médico vestido de futbolista y un sanitario jeringuilla en mano le preguntaba en qué equipo jugaba, “no, soy médico, es que simplemente quiero que me hagan pronto la prueba del coronavirus”.

Parece que el mundo del fútbol comienza a calentar motores, es un síntoma inequívoco de que nos vamos acercando a la nueva normalidad, aunque en este caso realmente sería la antigua normalidad. Porque lo novedoso sería un mundo como hasta ahora, sin fútbol, en el que los telediarios no dedicaran  diariamente más de veinte minutos a lo que ha pasado con Messi, la crisis del Madrid o lo que sea.

Cosas del fútbol. Porque el fútbol es así, es decir, el fútbol es fútbol, dicho con sus propias palabras. Puedo reconocer que a veces el fútbol me entretiene, no soy ningún apasionado, ni entendido, ni nada parecido. Me parece bien que sea un deporte de masas y que la gente se entretenga, se divierta y se lo pase de lujo, y que genere mucha riqueza y muchos puestos de trabajo.

Pero es que vivo en Nervión, a cuatro calles del Sánchez Pizjuán, y llevo 60 días que no me creo la tranquilidad y silencio que hay en mi barrio. Fui feliz durante un tiempo en que se habló de llevarse los dos estadios a La Cartuja. Aquello no cuajó, así que ahora, cuando volvamos a esta nueva-antigua normalidad, me tendré que plantear si soy yo el que se debe mudar a la Cartuja o más allá. (La ventana de Luis)

La bulla del Pizjuán

Los que nos hemos criado en Nervión tenemos dos opciones: odiamos o amamos el fútbol. No hay término medio. Vivir al lado de un estadio de fútbol te obliga a posicionarte: Sevilla o Betis. Ultra o antifutbolero. No hay medias tintas. La marabunta, los botellones, los coches en segunda fila delante de tu casa, la bulla, los goles martilleando tu ventana. Más de 40.000 personas concentradas en la bombonera del Pizjuán son un auténtico disparate.

Efectivamente, yo soy de los que soportan el fútbol. Tampoco soy de ver otros deportes, pero a mí ponedme un Nadal (si es perdiendo, mejor, para verlo luchar a muerte por cada punto) o una buena reposición de la NBA. Si es de Michael Jordan, gloria bendita. Pero en esto soy como con la Semana Santa: me alegro de que este fin de semana el balón vuelva a rodar sobre el césped de los estadios alemanes. Así que este fin de semana, lo tengo claro: voy con el Mönchengladbach… y que le den al Frankfurt. (La ventana de Alejandro)

El fútbol australiano

El fútbol australiano es un deporte y variante del fútbol que enfrenta a dos equipos de 18 jugadores y se juega con un balón de forma esferoidal en un campo ovalado. 

El curling es un deporte de precisión y de equipo, con alguna similitud con los bolos ingleses y a la petanca, que se practica en una pista de hielo. Dos equipos de cuatro participantes compiten entre sí deslizando ocho piedras de granito de 20 kilos cada una.

El Sepak takraw (voleibol de puntapié) es un deporte nativo del suroeste de Asia, parecido al voleibol, que solo permite a los jugadores utilizar sus pies y la cabeza para tocar el balón. 

Los tres, y algunos más, han tenido partidos en estos días, más o menos importantes u organizados, y verlos ha sido un sucedáneo, pero que es si no vemos sudar a gente en la tele no somos personas.

Ahora, aunque sea en Alemania, vuelve el fútbol de verdad, el de 11 tíos escupiendo, agarrándose y fingiendo lesiones para que el árbitro eche al de enfrente.

Sí, ha vuelto el fútbol, aunque sea el alemán. Si nos bebemos su cerveza, ¿por qué no disfrutar de su fútbol? En dos semanas puede que vuelva el fútbol español, pero el de los machotes. A las chicas no las quieren ver competir de nuevo, porque no se las considera profesionales. Curiosamente, su liga se llama Iberdrola, pero nadie les ha dado luz para salir de la oscuridad y volver al césped. (La ventana de Fermín)