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Mentir sobre La Casa Invisible

El 12 de febrero los hombres de Ciudadanos (es el único grupo municipal de Málaga sin una sola mujer entre sus concejales) continuaban la ofensiva contra La Casa Invisible que ya habían iniciado en noviembre del año anterior. En aquella ocasión hicieron valer su posición de llave de Gobierno para que el PP votara a favor de una moción que pedía el desalojo del inmueble y su salida a concurso, es decir, borrar de un plumazo los acuerdos firmados entre el Consistorio y el centro social y cultural, que estaba a la espera de que se materializara la cesión de uso del edificio: 11 años de gestión ciudadana de uno de los proyectos culturales más relevantes de Andalucía avalaban esa decisión, rubricada por el propio alcalde tras un largo y tortuoso proceso de negociación en el que actuaron como parte la Junta de Andalucía, la Diputación provincial y el Museo Nacional Reina Sofía, dependiente del ministerio de Cultura.

La Invisible y el procés

Puede parecer increíble, pero ese ataque de Ciudadanos era una consecuencia del procés. La ira de esos hombres la había provocado una exposición colectiva en La Invisible sobre el uso de las banderas en las guerras, en la que por cierto participaba el artista Santiago Sierra, lo que son las cosas. Una de las piezas consistía en una bandera de España anudada en forma de horca, justo en el momento en que el procés vivía uno de sus momentos álgidos y Ciudadanos se subía al caballo de la Reconquista.

Más tarde, la victoria electoral de Arrimadas en las elecciones catalanas de diciembre reverberó de nuevo en Málaga: Ciudadanos aprovechó esa veta y extremó su discurso. El 10 de febrero, Albert Rivera pedía twitter que se protegiera a los españoles del peligro de la okupación. Dos días después su grupo de hombres de Málaga ofrecía una esperpéntica rueda de prensa a las puertas (o ese creían ellos, como luego veremos) de La Casa Invisible: siete hombres con las piernas bien abiertas cual desafiantes pistoleros en OK Corral ―lo que ha dado lugar a una buena cantidad de memes burlescos― exigían de nuevo al PP el cierre del espacio. En esta ocasión aducían que estaba previsto un acto sobre la libertad de expresión en el que iba a participar un rapero de la provincia condenado por sus letras ―esa nueva moda judicial― y en el que se ofrecería un recorrido histórico desde el franquismo a nuestros días, intervención incluida de dos exmiembros de los GRAPO. El evento, de hecho, fue cancelado. Unos días después la Junta de gobierno anunciaba que sacaba a concurso el edificio de la calle Nosquera en el que se ubica La Casa Invisible. De ese modo se validaban los argumentos de Ciudadanos, todos y cada uno de ellos falsos, como veremos a continuación, un extremo que ningún medio local ha resaltado lo suficiente.

Cinco mentiras sobre La Invisible

  1. La Invisible ha costado cuatro millones de euros públicos: es la cantidad aproximada que, tras varias reclamaciones judiciales por parte de los antiguos propietarios, acabó pagando el Ayuntamiento por la compra de un inmueble ubicado en los número 9 y 11 de la calle Nosquera de Málaga, en pleno centro histórico. Según los presupuestos municipales, el Ayuntamiento invierte casi medio millón de euros anuales en un proyecto con el que suele comparar a La Invisible, solo que de mucha menor dimensión en todos los sentidos, incluida la programación: La Caja Blanca. Hagan cuentas y vean lo que según los propios cálculos municipales le hubiera costado a la ciudad mantener un proyecto similar en el edificio actual de la Invisible, que es la supuestas intención del equipo de gobierno. Pues bien: La Invisible se ha gestionado durante estos once años sin recibir ni una sola subvención. Le ha ahorrado a la ciudad, por tanto, mucho más de lo que costó adquirir el edificio y de lo que se habría destinado de los presupuestos para su manteamiento, puesta en marcha y funcionamiento.
  2. El edificio está en ruinas y La Invisible se niega a rehabilitarlo: el edificio cuenta con una protección patrimonial, pese lo cual, antes de que en 2007 comenzara su andadura La Invisible, el Ayuntamiento lo tenía abandonado. De no ser por el ingente trabajo de miles de horas cooperativas y las generosas donaciones económicas de tantas personas (La Invisible ya recaudó 86.000 euros para evitar la ruina, de los que 27.000 fueron destinados, precisamente, a la elaboración del proyecto básico de rehabilitación), hoy ese edificio se sumaría a los 120 de carácter patrimonial que el gobierno de Francisco de la Torre ha demolido desde 2007. De hecho, en nuestra ciudad milenaria solo uno de cada dos edificios cuenta con más de un siglo de antigüedad y la otra mitad tiene una edad media de 25 años. Esa era la suerte que le tocaba al hermoso edificio del siglo XIX. La Invisible lo salvó, y así lo han certificado todas las inspecciones técnicas. Evidentemente, el edifico necesita una rehabilitación integral, y La Invisible ya presentó un proyecto, seleccionado por el ministerio de cultura como uno de los más interesantes del país en una muestra de 2015, que el alcalde guarda celosamente en su cajón. Todo ello cuando además el centro social ha anunciado que está en disposición de adelantar mediante créditos sociales los 150.000 euros previstos para la fase inicial de la rehabilitación. En su peculiar rueda de prensa, no obstante, Ciudadanos esgrimía como motivo para el desalojo que La Invisible no hubiera comenzado la ejecución del proyecto… cuando evidentemente la rehabilitación no puede arrancar hasta que se firme la adjudicación.
  3. Tiene una orden de cierre cautelar. La víspera de la Nochebuena de 2014 el Ayuntamiento emitió una orden de cierre cautelar… para actividades de libre concurrencia. Una inspección había diagnosticado algo evidente, por otro lado: que un edifico del siglo XIX no cumplía con toda la normativa de evacuación y accesibilidad para actividades públicas, aunque sí para las de cualquier otro tipo. Es decir, el edificio no sufría ninguna deficiencia estructural. Aun así, la Invisible, gracias una campaña de crowdfunding, acondicionó el patio central, de manera que en la actualidad ahí sí se cumple toda la normativa para actividades de libre concurrencia. En la práctica significa que solo la puerta del patio, en la parte trasera, permanece abierta el público, pues en él se realizan este tipo de actividades. Ciudadanos no se ha enterado de eso y de hecho siempre celebra sus ruedas de prensa en la puerta cerrada, precisamente en cumplimento de la orden que aseguran que no se cumple. Los siete pistoleros llegaron a conjeturar con que seguramente se encontraban la puerta clausurada porque quizás los lunes el centro social cerraba.
  4. La Invisible no paga IBI. Como este asunto provoca bastante rubor vayamos rápido. Ninguno de los aspirantes a alcalde de este particular grupo conocía que los edificios municipales están exentos del pago del Impuesto sobre Bienes Inmuebles… precisamente porque se trata un impuesto municipal y queda raro autocobrarte.
  5. Cuenta con un negocio de hostelería y se anuncia en páginas de turismo. La Invisible, como hemos visto, no recibe ninguna subvención, ni pública ni privada, y se financia por donaciones y aportaciones de particulares, y también gracias a la actividad de barra que abre en su patio. No es un negocio de hostelería y la famosa página que suelen poner como ejemplo los pistoleros de Ciudadanos es TripAdvisor. Un simple tecleo en Google Translate les habría enseñado que, como su nombre indica, se trata de una plataforma en la que los viajeros se recomiendan lugares a visitar en distintos destinos.

La guerra cultural

No hay ningún fleco legal que impida la adjudicación directa de La Invisible, por lo demás un mecanismo habitual en Málaga, sobre todo cuando se trata de cofradías. Los propios pistoleros naranjas han apoyo al gobierno local para la adjudicación directa y gratuita, incluso por 75 años, de una veintena de parcelas –a veces valoradas en 750.000 euros― e inmuebles a diferentes colectivos, casi siempre de carácter religioso. La Invisible salvó todos los escollos que la imaginación del equipo de gobierno fue poniendo durante casi una década, el último el de la constitución de una Fundación: la Fundación de los Comunes, que agrupa experiencias de transformación social de varias ciudades de todo el país y cuya sede es, precisamente, La Invisible.

“La patada en la puerta”, como repite el grupo municipal masculino, no es modo. Hay otros canales. Al margen de que sea un mantra que llega con 11 años de retraso y acuerdos ya firmados, cualquiera en Málaga sabe que es mentira. Cualquiera que hoy viva en esta ciudad padece el brutal proceso de gentrificación que atraviesa su centro histórico, la expulsión de vecinas, la asfixiante carestía de vivienda, su subsiguiente subida de precio y la hiriente ausencia de espacios vecinales, creativos y de encuentro. En la guerra cultural que libra Ciudadanos (y que en este punto no se diferencia tanto de la de Manuela Carmena, por ejemplo) quiere que esto sea así y ha propuesto al gobierno local eliminar de golpe el carácter residencial del centro y expulsar a sus vecinas, lo que ha causado una justificada alarma. Entretanto, los grandes museos de Málaga se comen 15 millones de euros anuales de las arcas municipales, y por si hubiera duda son cuentas que rinde siempre la concejalía de Turismo, no la de Cultura, porque en ese área andamos más bien escasos.

El 10 de marzo de 2007 la apertura de La Invisible supuso rescatar un edificio protegido de la ruina, abrir un pulmón de creatividad en una ciudad consumida por la cultura de escaparate, revitalizar el centro histórico, demostrar que un modelo de gestión ciudadana era perfectamente viable y de paso librar un trozo de nuestra historia y patrimonio de la especulación más salvaje. Al mismo tiempo servía como contenedor de multitud de iniciativas sociales, a las que el municipalismo no es ajeno. Si La Invisible era necesaria en 2007, más de una década después es imprescindible. Su lugar en la memoria colectiva, su proyección futura en la urbe, sus propuestas políticas, sociales y culturales, arquitectónicas, sus experiencias y saberes, su difusión, su criticismo, su modelo de gestión ciudadana sobre lo público… La Invisible ha construido de manera colectiva un espacio de autoorganización de creadoras y ciudadanas en general desde el que desarrollar modos de vida basados en la cooperación. Esa es su batalla en esta guerra cultural. La batalla por la que el próximo día 10 saldrá en manifestación.

La batalla de la que no leerán en los medios.

El 12 de febrero los hombres de Ciudadanos (es el único grupo municipal de Málaga sin una sola mujer entre sus concejales) continuaban la ofensiva contra La Casa Invisible que ya habían iniciado en noviembre del año anterior. En aquella ocasión hicieron valer su posición de llave de Gobierno para que el PP votara a favor de una moción que pedía el desalojo del inmueble y su salida a concurso, es decir, borrar de un plumazo los acuerdos firmados entre el Consistorio y el centro social y cultural, que estaba a la espera de que se materializara la cesión de uso del edificio: 11 años de gestión ciudadana de uno de los proyectos culturales más relevantes de Andalucía avalaban esa decisión, rubricada por el propio alcalde tras un largo y tortuoso proceso de negociación en el que actuaron como parte la Junta de Andalucía, la Diputación provincial y el Museo Nacional Reina Sofía, dependiente del ministerio de Cultura.

La Invisible y el procés