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A vueltas con las elecciones

2 de febrero de 2022 20:30 h

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El presidente de la Junta de Andalucía ha vuelto a amenazar con la convocatoria de elecciones y ha hecho depender tal circunstancia de lo que PSOE y Vox hagan, invirtiendo dolosamente la carga de la prueba. Moreno sabe perfectamente que es él quien tiene la potestad y la responsabilidad de adelantar las elecciones, y sería hasta razonable que lo hiciera si fuera verdad que la oposición – PSOE especialmente – entorpeciera frontal y sistemáticamente la labor del Gobierno. Pero eso es mentira, y él lo sabe, porque lo comprueba semanalmente en los plenos del Parlamento, donde de forma habitual saca adelante las propuestas del ejecutivo sin mayor problema, incluso muchas veces por unanimidad.

Cierto es que el Gobierno andaluz no consiguió sacar adelante los presupuestos para el año 2022, pero no es menos cierto que la prórroga de los mismos permite la gestión ordinaria de la acción del Gobierno. Por otra parte, si Moreno no consiguió aprobar los presupuestos fue porque despreció olímpicamente la oferta seria y formal de Juan Espadas para acordar los mismos basándose en un documento que entregó al mismo presidente y que tuvo, al cabo, la callada por respuesta. Pudo pactar los presupuestos con el PSOE, pero sencillamente prefirió no hacerlo por razones puramente partidistas, porque ya entonces estaba Pablo Casado impulsando la estrategia de “ola de cambio” en la política nacional, y en esa estrategia Andalucía es una pieza muy destacada, como lo es Castilla y León, como se comprobó poco después.

Moreno Bonilla está intentando conjugar sus intereses partidistas con los de su socio de Gobierno, porque no está nada claro que un adelanto excesivo no fuera a dejar a Marín fuera del Parlamento

Aquí, en el sometimiento absoluto a la estrategia del PP nacional, es donde está la clave de los amagos de adelanto electoral un día sí y otro también, con el inefable acompañamiento de Marín. Moreno Bonilla está intentando conjugar sus intereses partidistas con los de su socio de Gobierno, porque no está nada claro que un adelanto excesivo no fuera a dejar a Marín fuera del Parlamento. A la vez, tiene que sopesar las opciones de que Vox se convierta en un socio necesario para gobernar, en el supuesto de que los resultados electorales sean tan favorables a la derecha como dicen esas encuestas encargadas para hacer inevitable su victoria. A estas alturas, resulta evidente que la estrategia del PP nacional es la de intentar una secuencia que arrancó con las elecciones de Madrid, continuaría con las de Castilla y León, para dar paso a las elecciones en Andalucía, culminando por arte de magia en un adelanto de las generales que daría la victoria a Casado. Política virtual, realidad aumentada, mercado de futuros, llámenlo como quieran, pero así se hace política hoy.

Pero esta última – por ahora – escaramuza sobre el adelanto de las elecciones tiene algunos rasgos que no me resisto a comentar. En su primera parte, Moreno amaga en FITUR, desde Madrid, el mismo día que se celebraba una Diputación Permanente del Parlamento en la que se votaba una petición de pleno para que el Gobierno andaluz diera cuenta de la situación de auténtico colapso de nuestro sistema público de salud en plena sexta ola de la pandemia. El presidente de la Junta intenta justificar un hipotético adelanto electoral por “un bloqueo sistemático y permanente”, por un “pim, pam, pum”, consistente en algo tan elemental como que el gobierno no espere varias semanas a comparecer ante el Parlamento cuando la situación de la asistencia sanitaria, especialmente en la atención primaria, es un auténtico caos, genera una desesperación ciudadana evidente, y puede acarrear situaciones personales y familiares muy duras y difíciles para miles de andaluces. En la segunda parte, tras celebrarse el Pleno del Parlamento en el que, por cierto,  Moreno Bonilla se ausenta mientras hace un mitin electoral de campaña en Castilla y León, se despacha con unas declaraciones en las que tiene el desahogo de descalificar las intervenciones de la oposición tildándolas de “mítines electorales” que le produjeron vergüenza. Huelga decir que el tamaño de la vergüenza de cada cual es inversamente proporcional al grosor de las descalificaciones: tienes que descalificar de forma grandilocuente a la oposición para intentar tapar el inmenso error de no haber dado la cara ante la representación del pueblo andaluz. Comparecer ante el Parlamento es un horror, dar explicaciones es bloquear la acción del gobierno; debatir con la oposición es un pim, pam, pum, pero esconderse y no dar la cara es algo muy digno. Así estamos, así de moderado es Moreno Bonilla.

El presidente de la Junta de Andalucía ha vuelto a amenazar con la convocatoria de elecciones y ha hecho depender tal circunstancia de lo que PSOE y Vox hagan, invirtiendo dolosamente la carga de la prueba. Moreno sabe perfectamente que es él quien tiene la potestad y la responsabilidad de adelantar las elecciones, y sería hasta razonable que lo hiciera si fuera verdad que la oposición – PSOE especialmente – entorpeciera frontal y sistemáticamente la labor del Gobierno. Pero eso es mentira, y él lo sabe, porque lo comprueba semanalmente en los plenos del Parlamento, donde de forma habitual saca adelante las propuestas del ejecutivo sin mayor problema, incluso muchas veces por unanimidad.

Cierto es que el Gobierno andaluz no consiguió sacar adelante los presupuestos para el año 2022, pero no es menos cierto que la prórroga de los mismos permite la gestión ordinaria de la acción del Gobierno. Por otra parte, si Moreno no consiguió aprobar los presupuestos fue porque despreció olímpicamente la oferta seria y formal de Juan Espadas para acordar los mismos basándose en un documento que entregó al mismo presidente y que tuvo, al cabo, la callada por respuesta. Pudo pactar los presupuestos con el PSOE, pero sencillamente prefirió no hacerlo por razones puramente partidistas, porque ya entonces estaba Pablo Casado impulsando la estrategia de “ola de cambio” en la política nacional, y en esa estrategia Andalucía es una pieza muy destacada, como lo es Castilla y León, como se comprobó poco después.