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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Una ballena blanca en el secano

Un diseño sorprendente que contrasta con las bandas de ladrillo de la estación ferroviaria de 1932, el ocre de la tierra y el verde casi primaveral del secano cerealista de transición entre el Jiloca, el monte y la laguna de Gallocanta.

Dibujada por arquitectos de Suelo y Vivienda, la alargada nave de cocheras, de casi 2.600 metros cuadrados de superficie construida total, se quiere levantar en el término municipal de Fuentes Claras, más o menos desde donde el director Agustí Villaronga rodó en 2016 algunos planos de su película “Incierta gloria” ambientada en la guerra civil.

La gran ballena blanca se descubrió sobre el papel el pasado 18 de febrero en un encuentro junto a la estación del consejero, arquitectos y técnicos, con las corporaciones municipales de Caminreal y Fuentes Claras.

Tiene que ser la avanzadilla de las actuaciones museísticas previstas además en Canfranc y Casetas por el departamento de Vertebración del Territorio y Movilidad del Gobierno de Aragón en el eje Norte-Sur ferroviario. Al que de un modo u otro se debería incorporar la de Cariñena, también de gran tradición ferroviaria.

La nave blanca y acristalada contrastará con la ahora vandalizada estación que se va a rehabilitar para espacios expositivos, un albergue con seis habitaciones y un bar. Una estación racionalista gemela de la de Zaragoza-Delicias, las dos del arquitecto Luis Gutiérrez Soto, abrumada la segunda por la estación del AVE, un grandioso contenedor de 600 metros de largo, 150 de ancho y 23 de altura, diseñado por los arquitectos Carlos Ferrater, Félix Arranz, José María Valero y Elena Mateu.

Después del acuerdo con el Administrador de Infraestructuras ferroviarias (ADIF) para la cesión/alquiler del edificio, la reforma de la estación de Caminreal-Fuentes Claras va a ser la primera licitación localizada a pie del Camino del Cid y de la inacabada vía verde Calatayud-Daroca-Caminreal-Minas de Ojos Negros-Santa Eulalia del Campo- Sagunto, y al lado de uno de los más notables yacimientos romanos de Aragón que originó el Centro de interpretación de “La Caridad” de Caminreal (Cicar) abierto después de que un taller de empleo rehabilitara hace doce años la primera estación de 1902, la del Central de Aragón, y cerrado poco tiempo después por inexplicables diferencias institucionales.

El esperanzador anuncio del pasado martes tiene que ser una invitación a la participación ciudadana, a que los habitantes de los municipios opinen sobre el proyecto y puedan proponer contenidos imaginativos sobre la movilidad, tan ligada a nuestro pasado romano, y sobre la memoria cívica. Sobre lo vivido y lo soñado en el gran nudo ferroviario que fue esa estación en la que llegaron a trabajar más de cien empleados en las décadas de los 50 y de los 60.

Entre otras edificaciones, quedan la nave de talleres y el albergue de maquinistas, sobre las que no se va a actuar porque se han quedado al otro lado de la valla del actual trazado, y quedan los recuerdos de la cantina, la capilla, la báscula, el desaparecido reloj, la campanilla del jefe de estación, el depósito de agua y mirador al que denominábamos el buque.

Quedan los recuerdos también de los “naranjeros”, del Correo, del Chispa, del Ter, del Expreso nocturno, del automotor, de las máquinas de carbón, luego diesel, y de tantos y tantos viajes, de tantas y tantas despedidas, de tantos y tantos sueños que traqueteaban desde la España interior hacia las costas, desde los pueblos hacia las concentraciones urbanas llenas de oportunidades. Como, por poner un ejemplo, la legión de jóvenes que, formados en la Academia Izquierdo de Calatayud, emigraron desde estas comarcas a Cataluña para trabajar en la Banca en la década de los 70.

“Ahora comprendo que en nuestra tierra seca e interior los trenes nocturnos eran el gran río que nos llevaba al mundo y nos traía luego de regreso, el gran caudal deslizándose en sombras en dirección al mar o a las hermosas ciudades donde estarían aguardándonos una nueva existencia, más luminosa y verdadera, más parecida a la que prometían los libros” (Sheparad, Antonio Muñoz Molina).

El anuncio del Gobierno de Aragón sobre la estación Caminreal-Fuentes Claras debería ser una oportunidad para armonizar paquetes de recursos y rutas patrimoniales y turísticas en los que quepan, entre otros, el castillo de Peracense, las minas de hierro de Ojos Negros, el Museo del azafrán de Monreal del Campo, el Museo del jamón de Calamocha, el Museo del lignito de Escucha, los vestigios de la guerra civil en la raya divisoria del frente, Anento, Daroca, Teruel, Albarracín, los centros de interpretación de la laguna de Gallocanta y el futuro de la batalla de Cutanda, el monasterio de Piedra, el castillo de Zafra, Molina de Aragón……

Coordinación en red y gestión personalizada, de corazón y de cabeza, con pasión y visión comercial desde el territorio, para evitar nuevas frustraciones.

Un diseño sorprendente que contrasta con las bandas de ladrillo de la estación ferroviaria de 1932, el ocre de la tierra y el verde casi primaveral del secano cerealista de transición entre el Jiloca, el monte y la laguna de Gallocanta.

Dibujada por arquitectos de Suelo y Vivienda, la alargada nave de cocheras, de casi 2.600 metros cuadrados de superficie construida total, se quiere levantar en el término municipal de Fuentes Claras, más o menos desde donde el director Agustí Villaronga rodó en 2016 algunos planos de su película “Incierta gloria” ambientada en la guerra civil.