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Diego y Fidel: una amistad que duró 33 años

Juan Elman

Buenos Aires, Argentina —
26 de noviembre de 2020 00:13 h

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Diego Maradona murió el mismo día que Fidel Castro, cuatro años después.

Fue la última coincidencia de una amistad que duró más de tres décadas. Maradona se refería a Fidel como “un segundo padre”, y fue en Cuba donde eligió instalarse para realizar su rehabilitación en el 2000. Diego fue y volvió durante cinco años. Ese fue el punto de inflexión en un vínculo que cuenta una historia más grande: la de Maradona con las figuras del poder latinoamericano y su compromiso con la izquierda continental. 

Fidel, de espíritu noctámbulo, visitaba a Diego en la clínica por las madrugadas. Fueron esas charlas las que forjaron tanto el vínculo entre ambos como el de Maradona hacia los movimientos de izquierda en la región, si bien ya había mostrado posiciones de apoyo previamente. 

“En esos años Fidel lo cambia a Diego”, recuerda el periodista cubano Leandro Grillé, en diálogo con ElDiarioAR. “A partir de ahí, desde un punto de vista cubano revolucionario, Diego no erró”. 

Jon Lee Anderson, autor de una biografía del Che Guevara y en proceso de escritura de otra sobre Fidel, se encontraba en la isla al momento de la llegada de Diego. “Era un mito abrazando a otro mito. Maradona se volvió un embajador de Cuba y lo que significaba Fidel y el sueño revolucionario”, dice Anderson a ElDiarioAR

Era un mito abrazando a otro mito

El “Diez” devolvió las gentilezas. “Si Cuba es reconocida internacionalmente por la prestación de servicios médicos, Diego fue su primer paciente”, explica el periodista de la revista The New Yorker. “A Fidel le sirvió mucho la amistad. Maradona difundió mensajes de solidaridad y fraternidad con la causa cubana en un momento en el que estaba bastante aislada en el hemisferio. Su llegada fue antes del boom de turismo en la isla”.

En 2005, el año en el que terminó el último paso de su rehabilitación en Cuba, Maradona viajó a Mar del Plata para la contracumbre en repudio al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), el evento que consagró al movimiento. “No al ALCA”. Diego fue junto a Kusturica, que lo seguía para su documental, y se unió a figuras como Hugo Chavéz, Evo Morales y Lula da Silva, entre otras. El viaje fue la postal de una época, y Diego estuvo ahí. 

Si en los '90 Diego apuntaba a la FIFA, los dardos de los 2000 fueron contra Estados Unidos. “Bush es un asesino, yo prefiero ser amigo de Fidel”, dijo Diego en un viaje a China en el 2003.  

Diego se volvió un embajador activo. Viajó a las campañas por la reelección de Chávez, Lula y Evo, entre otros, y su apoyo a la causa cubana se replicó también en otras como la de Nicaragua, donde trabó amistad con Daniel Ortega. El club de presidentes latinoamericanos de ese entonces tuvo a Maradona como el único invitado.

En el 2013, Diego despidió a Chávez. “Lo que me dejó Hugo fue una gran amistad, una sabiduría política increíble. Hugo Chávez ha cambiado la forma de pensar del latinoamericano, nosotros estábamos entregados a Estados Unidos y él nos metió en la cabeza que podíamos caminar solos”, dijo Maradona, acompañado por Maduro, al cual también siguió apoyando desde su llegada al cargo. 

Cuando murió Fidel, tres años después, Maradona fue uno de los protagonistas del funeral. “Me siento cubano, a mí me han dado muchísimo amor en mi enfermedad. Y hoy que me levanto todas las mañanas y puedo practicar deportes, o puedo hablar con ustedes, o dar una entrevista, eso se lo debo mucho a Fidel”, dijo. “Se fue un grande, no tengan dudas. Fidel deja una herencia clara y bella que no podemos traicionar”. 

Hoy es el cuarto aniversario y Fidel no está solo. A partir de ahora, el 25 de noviembre la región los recordará juntos.

Diego Maradona murió el mismo día que Fidel Castro, cuatro años después.

Fue la última coincidencia de una amistad que duró más de tres décadas. Maradona se refería a Fidel como “un segundo padre”, y fue en Cuba donde eligió instalarse para realizar su rehabilitación en el 2000. Diego fue y volvió durante cinco años. Ese fue el punto de inflexión en un vínculo que cuenta una historia más grande: la de Maradona con las figuras del poder latinoamericano y su compromiso con la izquierda continental.