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El Cabildo de Tenerife contra los grandes simios

Una vez más, la política ha sentenciado la vida animal, ignorando el verdadero sentir de la población, ignorando los apoyos de los hombres y mujeres de ciencia, sin empatía, que por desgracia se está perdiendo en nuestros cargos electos como si ello fuera el sello de sus asientos de poder. Una vez más, se llevan a cabo unas votaciones por intereses de partido, sin tener el más mínimo conocimiento de lo que han votado ni para qué lo hacen, solo una o dos palabras que rigen el destino de sus decisiones y el orgullo de sentirse poderosos y por encima de la ciudadanía.

Podemos presentó el pasado 19 de octubre una moción para instar al Gobierno central a la aprobación de una Ley de Grandes Simios que, ya en el 2008, hace una década, fue aprobada en el Congreso de los Diputados y automáticamente guardada en el cajón de la Moncloa (que, por cierto, debe de estar a rebosar).

En esta moción, presentada en el Cabildo de Tenerife dentro de la Comisión Plenaria Permanente de Sostenibilidad, Medio Ambiente, Política Territorial, Agricultura, Ganadería, Pesca y Aguas, solo se solicitaba el apoyo de los grupos políticos para exigir al Gobierno el cumplimiento de una Proposición de Ley ya aprobada. Dentro de la moción se redactaba una introducción justificativa, en la que se mostraban los argumentos para solicitar una Ley de Grandes Simios. A pesar de contar con científicos que lo apoyan y avalado por las grandes asociaciones ecologistas como son Greenpeace, WWF y Ecologistas en Acción, sorprendentemente (y tal vez para reírse una vez más a la cara de animalistas y ecologistas, o bien con ocultos intereses que escapan a nuestro conocimiento), el Grupo Canario presentó una enmienda con tres puntos que en nada tienen que ver con una Ley de Grandes Simios, siendo uno de ellos el de impulsar en los foros y organismos internacionales que proceda la protección de los grandes simios. Entonces, ¿una Ley de grandes simios no es precisamente proteger a los grandes simios? ¿En los foros internacionales sí y en España no?

Podemos no aceptó la enmienda que transformaba la moción borrando la solicitud objeto de su presentación. Debido a ello, Coalición Canaria, el PP y el PSOE (con un voto en contra y dos abstenciones), votaron en contra de la moción, lo que se traduce en un NO a la protección de los grandes simios en España frente solo a un SÍ, el de la formación morada. ¿Qué temen? ¿Acaso en Canarias hay grandes simios en malas condiciones? Si no los hay, ¿por qué temen una Ley de Grandes Simios donde se castigue el maltrato, la muerte y la venta de grandes simios, así como que estén en lugares adecuados a su especie y con espacio suficiente para conservar su identidad?

Lo más sorprendente es que un partido como el socialista, que en el 2008 aprobó a nivel nacional una Proposición No de Ley precisamente para legislar una Ley de Grandes Simios, haya dado un NO en el Cabildo de Tenerife. ¿Dónde está el respeto institucional a la voz del pueblo aprobada en el Congreso de los Diputados? ¿Qué intereses se esconden tras esta negativa? Precisamente Canarias tiene casi un zoológico por isla y sus propietarios están muy vinculados con el poder político local. ¿Puede tener alguna relación? ¿Por qué hace diez años el PSOE votó a favor y ahora la misma formación política se niega a solicitar la Ley?

Lo que está claro es que todos los partidos políticos deberían tener un equipo científico que avalara sus decisiones, muchas veces tomadas a la ligera y sin sentido. Lo triste es que desprecie las opiniones de científicos de la talla de José María Bermúdez de Castro o de Jose Luis Arsuaga, codirectores de los Yacimientos de Atapuerca (Burgos) y Premios Príncipe de Asturias, o de la primatóloga Jane Goodall. Deben de ignorar también los numerosos informes científicos que continuamente están siendo publicados en las más prestigiosas revistas científicas internacionales, en los que se demuestran las sofisticadas capacidades que tienen los grandes simios, iguales y parecidas a las nuestras, y el acercamiento genético, casi idéntico al de los humanos. ¿Acaso es esto lo que les da miedo? ¿Tan ignorantes pueden ser?

Hoy en día tenemos la suficiente información acerca de las facultades de los chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes como para dejar claro que la barrera moral que trazan los políticos entre ellos y nosotros es indefendible. Con la Ley de protección animal a nivel nacional, que se demanda por millones de personas de una forma constante y firme, ocurre lo mismo. Silencio y negativa. Pero debido a estas rabietas, por las que firman en contra sin pensar el prejuicio que pueden ocasionar, la sociedad debe plantarse seriamente que los políticos no pueden ser cualquiera sin formación o hacerse los ignorantes para lo que les interesa, sino hombres y mujeres que conecten con el pueblo y sus necesidades, que preserven el bienestar de las personas y de los animales, que busquen soluciones siempre positivas y constructivas, y no trabajar para tumbar mociones positivas por el mero hecho de que lo haga otra formación política.

Si los partidos que han votado contra esta iniciativa de una Ley de Grandes Simios creen que nos han derrotado, están muy equivocados. Esto da más fuerza a los grupos animalistas para trabajar juntos con más ahínco, con más ilusión, a sabiendas de que están sembrando un campo de semillas donde florecerá la razón, la verdad y la empatía, olvidadas por unos representantes políticos que solo buscan beneficios a corto plazo y siempre cultivando su campo de minas explosivas llenas de imperfecciones, incoherencias y decisiones patéticas.

En España no se legisla una Ley nacional de protección animal por los intereses ganaderos y taurinos, negocios que explotan la esclavitud animal. Todos ellos, unidos por fuertes lobbies dentro de las instituciones. Con la Ley de Grandes Simios ocurre igual, y así con numerosos acuerdos que deberían realizarse para conseguir un equilibrio de ética y respeto para todos los seres vivos, incluidos los no humanos.

Pero Proyecto Gran Simio no descansará en su lucha. No estamos solo en España. Disponemos de delegaciones en otros países, y en Argentina ya hemos conseguido que a una chimpancé y una orangutana se las consideren por sentencia judicial “personas no humanas”, con sus derechos básicos. En Nueva Zelanda está prohibido tener cautivo a un gran simio. En Colombia a un oso de anteojos se le ha considerado “ser sintiente” con derechos y un río ha obtenido una sentencia que le concede el derecho a no ser destruido por el ser humano y a su inmediata reparación por los daños sufridos. El parlamento indio ha dictaminado que los cetáceos son personas no humanas y por consiguiente la prohibición de delfinarios.

Son sentencias que, si hubieran sido dictaminadas en España, habrían provocado un escándalo político y que los tertulianos (muchos de ellos de pacotilla) se hubieran llevado las manos en la cabeza. En este sentido, me pregunto, ¿qué países son los más adelantados y cuáles los más atrasados aunque se crean lo contrario? Me pregunto por qué en España existe tanta ignorancia consentida entre los que se supone deberían ser los más sabios para dirigir un país. En las tribus indígenas el consejo del poblado lo ostentan los más sabios. ¿Por qué aquí es al revés?

Toshisada Nishida, profesor de biología de la Universidad de Kyoto y que desde 1965 se ha ocupado del estudio de chimpancés en Kasoje, al pie de las montañas Mahale en Tanzania, decía en apoyo al Proyecto Gran Simio: “Un investigador británico que estuvo recorriendo la península malaya a principios del siglo XX creía que los grupos indígenas cazadores-recolectores que iban desnudos no eran seres humanos, sino algún tipo de mono antropoide. Mantuvo su creencia a pesar de haberles observado andar sobre dos piernas y utilizar cerbatanas o lanzas como arma de caza. Es posible que ahora lo que pensaba este caballero británico nos provoque risa y sorpresa por su estupidez y falta de observación, que carecía de sentido común. Pero ¿podemos realmente reírnos de él? Cuando haya transcurrido otro siglo puede que nuestros  descendientes se sorprendan y se rían también de quienes dudaron en conceder a los grandes simios derechos morales fundamentales”.

Lo ocurrido en el Cabildo de Tenerife contra los grandes simios nos debe hacer reflexionar sobre la difícil tarea que tenemos los defensores de los animales ante el muro inamovible de un poder político estancado en el pasado, sin miras al futuro y salvaguardando solo sus propios intereses y los de su partido.

Decir NO a los grandes simios es decir NO a la historia evolutiva; es ir contra cientos de informes que avalan nuestro acercamiento y, por consiguiente, la necesidad de su protección; es ir contra la dignidad humana porque precisamente en ellos estamos buscando la verdadera esencia de la humanidad; es ir contra la ciencia y un mundo científico que de sobra supera los valores intelectuales de los gobernantes. Decir NO es reírse de su propia ignorancia, pues no comprenden que ellos mismos son grandes simios (aunque parecen no haber evolucionado lo suficiente como para tener puestos de responsabilidad y se han quedado mentalmente colgados aún bajo las copas de los árboles).

Las Consejeras de Podemos, Mila Hormigas del Cabildo de Tenerife y Silvia Peixoto del Cabildo de Canarias, son dos ejemplos contrarios de lo que los políticos de Canarias ostentan bajo sus carteras. Son dos mujeres valientes en unas islas alejadas de la Península donde aún existe el caciquismo, verdaderas luchadoras y amantes de los animales, las que tienen un trabajo difícil y necesitan el apoyo de su partido y de todos los grupos animalistas y ecologistas por su tesón y lucha a favor de los que no tienen voz. Con ellas está también una agente de la Guardia Civil, la sargento Gloria, suspendida de empleo y denunciada por sus propios mandos por cumplir con su deber en el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil, un deber en la defensa del medio ambiente y la protección animal que no ha gustado a algunos Señores de las islas.

¿Qué está ocurriendo? Tres mujeres, las tres vinculadas con la protección animal y las tres, cada una en su ámbito, con graves problemas por defender con dignidad la vida de los seres no humanos, por ser heroínas en una islas donde se perfilan oscuros intereses y donde se persigue la defensa animal como si fuera una peste del siglo XXI.

Por decir NO a los grandes simios o a la defensa animal no van a callarnos la boca. En el futuro quedarán ellos marcados porque lo bueno que tenemos todos los que luchamos por el bienestar de los seres humanos y de los animales y por la defensa del medio ambiente es que NO olvidamos y la historia les juzgará por lo que han sido, por lo que hoy son.

Una vez más, la política ha sentenciado la vida animal, ignorando el verdadero sentir de la población, ignorando los apoyos de los hombres y mujeres de ciencia, sin empatía, que por desgracia se está perdiendo en nuestros cargos electos como si ello fuera el sello de sus asientos de poder. Una vez más, se llevan a cabo unas votaciones por intereses de partido, sin tener el más mínimo conocimiento de lo que han votado ni para qué lo hacen, solo una o dos palabras que rigen el destino de sus decisiones y el orgullo de sentirse poderosos y por encima de la ciudadanía.

Podemos presentó el pasado 19 de octubre una moción para instar al Gobierno central a la aprobación de una Ley de Grandes Simios que, ya en el 2008, hace una década, fue aprobada en el Congreso de los Diputados y automáticamente guardada en el cajón de la Moncloa (que, por cierto, debe de estar a rebosar).