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De la granja a la DANA. La verdad silenciada y las medidas necesarias ante un caos climático que apenas ha comenzado

20 de noviembre de 2024 06:01 h

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El 29 de octubre de 2024 será recordado como el día en el que varias comarcas valencianas vieron anochecer bajo el agua que anegó calles y campos como consecuencia de una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que arrojó precipitaciones de enorme intensidad: más de 400 l/m² en Chiva y superando los 600 l/mm² en Turís. Es, precisamente, en la localidad de Chiva donde se encuentra el barranco del mismo nombre, que, alimentado por barrancadas procedentes de otras localidades, acaba desembocando en el lago de la Albufera, siendo esta un área paradigmática de los despropósitos urbanísticos y destructivos que aniquilan la naturaleza.

A pesar de que toda la zona está rigurosamente cartografiada como inundable, no ha habido el menor inconveniente en construir desaforadamente, tanto alrededor de barrancos y avenidas como en el propio entorno de la Albufera, constriñendo el ecosistema lacustre. Según un análisis de DATADISTA, tres de cada diez viviendas afectadas por esta DANA fueron edificadas durante el pelotazo urbanístico y en zona inundable, a lo que hay que sumar la proliferación de polígonos industriales y de centros comerciales. Desde hace décadas, este urbanismo desenfrenado ha proliferado, con fines especulativos, en la costa española, asociada al turismo masivo y la corrupción sistémica, modificando cauces, ocupando zonas inundables, extrayendo materias para construcción y erosionando los suelos, actividades que dificultan que el agua drene y le confieren aún mayor velocidad, incrementando su fuerza. 

Transición a dietas vegetales que permitan una restauración efectiva de la naturaleza, la biodiversidad y los ciclos de agua y nutrientes, de modo que bosques y océanos puedan regular el clima planetario, integrando la perspectiva antiespecista, habitualmente denostada y excluida, en el epicentro del debate ecosocial.

El hecho de formar parte de la Red Natura 2000 y de la Red de Humedales Ramsar, que integra las zonas húmedas más importantes del mundo, no ha sido óbice para que el lago haya sido objeto de un proceso de degradación causado por la implantación de infraestructuras urbanas, la colmatación para crear y mantener campos de arroz, los vertidos contaminantes y la pesca. Todo ello demuestra la hipocresía e inutilidad de las figuras de protección de los ecosistemas. En este estado, la Albufera fue incapaz de asimilar las aguas embravecidas que llegaban desde las barrancadas, siendo este uno de los factores clave del desbordamiento brutal de todos los cauces, afectando, a su paso, a todas las localidades de la zona de influencia.

La comunidad científica lleva años alertando de que eventos como la DANA que ha asolado Valencia y otras partes del territorio español serán cada vez más fuertes y frecuentes debido al cambio climático. Esta DANA, que se ha descrito como la mayor catástrofe de la historia del país, es solo el comienzo anunciado de lo que está por venir en los próximos años. ¿Cuántas DANA como esta o peores han de suceder hasta que los gobiernos activen la emergencia climática? Y, sobre todo, ¿qué es lo que realmente habría que hacer en dicha emergencia para evitar el aumento exponencial de estas catástrofes, y que no figura en absoluto en la agenda de los gobiernos?

Decrecimiento radical de consumos en todos los órdenes de la vida como único modo de frenar los combustibles fósiles, hacia modos de vida desindustrializados y más cercanos a los de numerosas comunidades indígenas de la Tierra.

Los problemas de fondo son complejos y rara vez se mencionan. Por un lado, estas DANA, tradicionalmente conocidas como gota fría, son típicas del clima mediterráneo, pero su virulencia inusitada es efecto de un calentamiento del océano que se multiplica debido a los Gases de Efecto Invernadero (GEI) emitidos por actividades humanas, donde destacan, no solo el dióxido de carbono procedente de la quema de combustibles fósiles, sino también el metano y los óxidos nitrosos derivados de la ganadería, que emite por sí sola más GEI que el transporte mundial, y de la industria cárnica, especialmente la proveniente de ganadería extensiva, que tiene un impacto cuatro veces mayor que el de la aviación.

A la par que la capa de agua más superficial se calienta por exceso de GEI, la pesca (especialmente, pero no solo, la industrial y de arrastre) arrasa los ecosistemas oceánicos, reduciendo drásticamente la capacidad del océano de regular el clima planetario y destruyendo masivamente ecosistemas, especies y poblaciones de vida marina. Del mismo modo, en tierra se deforestan masivamente los trópicos y todo tipo de bosques, sobre todo para crear pastos de ganado, con el mismo doble efecto de emitir GEI por el cambio de uso de suelo y de eliminar sumideros de carbono y resiliencia de los ecosistemas, que mantienen la funciones vitales del sistema tierra y sus ciclos, según se detalla en el paradigma de los “Limites Planetarios”. Mientras tanto, la acuicultura impacta devastadoramente en ecosistemas costeros cruciales para la regulación del clima, y la ganadería y la agricultura son la fuente de 700 zonas muertas en los océanos por vertidos de nitratos y purines.

Todo ello ha de llevar a un replanteamiento profundo de la civilización y los modos de vida dominantes. La respuesta a la DANA, para frenar en lo posible su proliferación exponencial, habría de ser, en este orden:

  1. La transición a dietas vegetales que permitan una restauración efectiva de la naturaleza, la biodiversidad y los ciclos de agua y nutrientes, de modo que bosques y océanos puedan regular el clima planetario, integrando la perspectiva antiespecista, habitualmente denostada y excluida, en el epicentro del debate ecosocial.
  2. El decrecimiento radical de consumos en todos los órdenes de la vida como único modo de frenar los combustibles fósiles, hacia modos de vida desindustrializados y más cercanos a los de numerosas comunidades indígenas de la Tierra.
  3. El replanteamiento profundo de nuestro modo ubicuo y destructivo de habitar y ocupar la Tierra, con un freno a la urbanización, especialmente de la tan castigada costa, así como iniciando un debate sobre el tabú de la superpoblación, que urge abordar desde perspectivas radicalmente democráticas, ecofeministas, queer y antirracistas.

Sin estas medidas, solo podemos prepararnos para una multiplicación exponencial de estos eventos, así como de sequías extremas e incendios, olas de calor letales, subida extrema del nivel del mar y mucho más, asumiendo un escenario de posible extinción en este siglo por el delirio de una economía suicida y genocida de crecimiento ilimitado.

Replanteamiento profundo de nuestro modo ubicuo y destructivo de habitar y ocupar la Tierra, con un freno a la urbanización, especialmente de la tan castigada costa, así como iniciando un debate sobre el tabú de la superpoblación, que urge abordar desde perspectivas radicalmente democráticas, ecofeministas, queer y antirracistas

Pero todo esto se silencia, no solo desde gobiernos de todo signo político, sino incluso desde los propios movimientos climáticos y ecologistas, debido al peso del lobby ganadero-pesquero en todos ellos, como venimos denunciando desde Rebeldes Indignadas en relación con Rebelión Científica España, y al especismo recalcitrante que permea la casi totalidad de colectivos ecosociales. Hacemos frente a ello una llamada a la acción.

NOTA DE LAS EDITORAS: Este comunicado fue publicado por algunos medios digitales inmediatamente después del paso de la DANA que asoló parte de la Comunitat Valenciana. Hemos considerado pertinente hacernos eco del mismo, dada la relevancia de su perspectiva sobre las causas y las consecuencias de la emergencia climática.

El 29 de octubre de 2024 será recordado como el día en el que varias comarcas valencianas vieron anochecer bajo el agua que anegó calles y campos como consecuencia de una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que arrojó precipitaciones de enorme intensidad: más de 400 l/m² en Chiva y superando los 600 l/mm² en Turís. Es, precisamente, en la localidad de Chiva donde se encuentra el barranco del mismo nombre, que, alimentado por barrancadas procedentes de otras localidades, acaba desembocando en el lago de la Albufera, siendo esta un área paradigmática de los despropósitos urbanísticos y destructivos que aniquilan la naturaleza.

A pesar de que toda la zona está rigurosamente cartografiada como inundable, no ha habido el menor inconveniente en construir desaforadamente, tanto alrededor de barrancos y avenidas como en el propio entorno de la Albufera, constriñendo el ecosistema lacustre. Según un análisis de DATADISTA, tres de cada diez viviendas afectadas por esta DANA fueron edificadas durante el pelotazo urbanístico y en zona inundable, a lo que hay que sumar la proliferación de polígonos industriales y de centros comerciales. Desde hace décadas, este urbanismo desenfrenado ha proliferado, con fines especulativos, en la costa española, asociada al turismo masivo y la corrupción sistémica, modificando cauces, ocupando zonas inundables, extrayendo materias para construcción y erosionando los suelos, actividades que dificultan que el agua drene y le confieren aún mayor velocidad, incrementando su fuerza.