Espacio de opinión de Canarias Ahora
Desconfianza y Burocracia
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de mar y montañas, dos figuras misteriosas caminaban por las calles, aunque nadie las veía. Eran como sombras que se deslizaban por el aire, influyendo en todo sin ser tocadas ni nombradas. Uno se llamaba Desconfianza y el otro, Burocracia.
Desconfianza era una figura escurridiza, siempre al acecho, con una capa gris que parecía envolver todo a su paso. Tenía una mirada penetrante, como si estuviera observando en todo momento, buscando un rincón en donde esconderse, listo para sembrar dudas. Nadie en el pueblo sabía quién la había traído, pero todos sentían su presencia. Cuando alguien tomaba una decisión importante, Desconfianza estaba allí, susurrando al oído que las cosas no serían tan sencillas, que no todo era lo que parecía, que tal vez no se podía confiar en los demás. Burocracia, por otro lado, era una figura más visible. Se vestía con un pesado traje de papeles y carpetas, y sus movimientos eran lentos, como si tuviera todo el tiempo del mundo para revisar cada documento y cada formulario. Cada vez que alguien quería hacer algo, Burocracia los guiaba a una sala llena de papeleo, donde todo debía ser rellenado correctamente antes de continuar. No importaba cuánto tiempo tomara o cuántos formularios tuviera que completar la persona, Burocracia insistía en que todo debía hacerse conforme a las reglas, aunque eso significara que el proceso se alargara interminablemente.
Un día, la clase dirigente a instancia de su electorado decidió construir infraestructuras necesarias relacionadas con la educación, la sanidad y la movilidad. Eran proyectos que se esperaban con ansias. Sin embargo, pronto, aparecieron en el pleno Desconfianza y Burocracia. Desconfianza se infiltró, sembrando dudas diciendo “¿Tienen la seguridad de que estos proyectos son necesarios?”, decía a los más escépticos. “¿Quién garantiza que el dinero no se malgastará? ¿Y si no se termina a tiempo?”. Las voces de Desconfianza crecieron más fuertes con cada día que pasaba, cuestionándolo todo. Mientras tanto, Burocracia estaba en el centro del proceso a través de una maraña de trámites interminables. Cada documento debía ser aprobado por una autoridad, cada paso tenía que ser confirmado por un comité, y cada revisión tomaba semanas, meses e, incluso, años. Cuando finalmente parecía que todo estaba en orden, había algo más que completar, un sello por poner, una instancia por rellenar, algo más que certificar... hasta agotar la paciencia, haciendo que los proyectos se fueran desmoronando.
Ambos, Desconfianza y Burocracia, trabajaban juntos sin que nadie lo supiera. Desconfianza alimentaba las dudas y la incertidumbre, mientras que Burocracia se aseguraba de que todo fuera tan complicado que, al final, el proyecto parecía una tarea imposible de completar. Una tarde, Desconfianza y Burocracia se encontraron y se terminaron por preguntar el porqué de sus actuaciones. Desconfianza bajó la mirada y dijo “Mi trabajo es sembrar dudas,” dijo con voz suave, “porque las dudas te protegen de las decepciones”. Burocracia, por su parte, habló con una voz monótona. “Mi función es asegurarme de que todo se haga correctamente. Si no se siguen las reglas, el caos se apodera de todo, aunque en realidad, es que desconfío de todo”.
Asumieron que sin confianza y sin un proceso que permita avanzar, queda solo el miedo y el estancamiento. Desconfianza dudó de su propia misión, y Burocracia comenzó a pensar en la necesidad de simplificar las cosas para que las personas pudieran avanzar. Y, aunque Desconfianza y Burocracia no desaparecieron por completo del pueblo, algo cambió. Pero fue olvidado y volvieron a las andadas. Era lo seguro, aunque no lo mejor.
Sobre este blog
Espacio de opinión de Canarias Ahora
0